Unas semanas después, llegó el momento crucial: la semifinal del Mundial. España estaba a un paso de la final, y la emoción se sentía en el aire. Las niñas y yo habíamos decidido vestirnos con las camisetas de Ferran, luciendo orgullosas su número en la espalda.
Llegamos al estadio llenas de energía. Las gradas estaban a rebosar de aficionados con banderas y bufandas rojas y amarillas. Francesca y Alda iban emocionadas, saltando y cantando junto a los demás aficionados, contagiadas por la atmósfera vibrante.
—¡Vamos, papá! —gritaba Francesca, con una intensidad que parecía heredada directamente de Ferran.
Nos instalamos en nuestros asientos, con una vista perfecta del campo. Mientras el partido comenzaba, las niñas no paraban de animar a Ferran, especialmente Francesca, que no se estaba quieta ni un segundo.
Todo iba bien hasta que, durante un contraataque rápido, Ferran falló una ocasión clara de gol. El estadio entero soltó un "¡Ohhh!" colectivo de decepción. La tensión era palpable, pero fue entonces cuando escuché un comentario desde el asiento de al lado.
—¡Vaya fallo! Este tío no vale para estas cosas —gruñó un hombre, frustrado, sin siquiera saber que Francesca lo tenía justo al lado.
Antes de que pudiera reaccionar, Francesca se giró hacia el hombre con una expresión desafiante.
—¡Mi papá no es ningún inútil! —le espetó, con los ojos llenos de furia—. ¡Él es el mejor y va a marcar, ya verás!
El hombre, sorprendido, se quedó sin palabras ante la pequeña defensora. Yo la agarré suavemente por el brazo, intentando calmarla.
—Francesca, cariño, déjalo. No pasa nada —le dije, aunque no pude evitar sonreír un poco por su coraje.
—Pero mamá, ¡no debe decir eso! —insistió Francesca, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño como si estuviera decidida a no dejar pasar el asunto.
El hombre, dándose cuenta de la situación, levantó las manos en señal de paz.
—Lo siento, pequeña, no quise decirlo en serio —dijo, intentando calmarla.
Francesca, no del todo convencida, se giró de nuevo hacia el campo, resoplando con disgusto.
—Papá va a demostrar que está equivocado —murmuró para sí misma.
Alda, que había estado observando en silencio, simplemente siguió el ejemplo de su hermana mayor, animando con más fuerza a Ferran.
Mientras el partido continuaba, no pude evitar sentir una mezcla de orgullo y asombro por lo parecida que era Francesca a Ferran, tanto en su determinación como en su carácter. Aunque intentaba mantener la calma, por dentro estaba riendo ante la escena que acababa de presenciar.
Con las camisetas de Ferran y Francesca ondeando su banderita, seguimos apoyando con más energía que nunca, sabiendo que, pasara lo que pasara en el campo, teníamos a la mayor defensora
de Ferran en la grada.El partido seguía su curso, y la tensión en el estadio era cada vez más intensa. España y su rival estaban empatados, y cada jugada se sentía como una oportunidad decisiva. Ferran se movía con agilidad por el campo, y a cada toque del balón, Francesca y Alda lo animaban con entusiasmo desbordante.
—¡Vamos, papá! ¡Tú puedes! —gritaba Francesca, aferrándose a la barandilla frente a nosotros, sus pequeños puños apretados con fuerza.
Notaba la energía nerviosa en cada rincón del estadio, y sabía que Ferran también lo sentía. Cada vez que el balón llegaba a sus pies, el ruido en las gradas se intensificaba, como si el destino del partido dependiera únicamente de él. Francesca seguía lanzando miradas de desaprobación al hombre de al lado, que había decidido mantenerse en silencio desde su pequeño incidente con mi hija.
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𝑁𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎 𝐻𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 ~ Ferran Torres y Victoria de Angelis
RandomVictoria fue a ver el partido de la NATIONS LEAGUE en el que se enfrentaban España e Italia, pronto sus 5 sentidos se depositaron en un futbolista español y si quieres saber que pasa no dudes en leer esta historia