cap. LIII

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Al día siguiente del partido, nos despertamos temprano en el hotel de Valencia. Todavía sentíamos la emoción del gol de Ferran y la pequeña "hazaña" de Francesca en las gradas. Sabía que la noticia se habría extendido entre los más cercanos, así que decidimos aprovechar la mañana para visitar Foios, el pueblo natal de Ferran, y ver a su familia.

—¿Vamos a ver a la abuela y a la tía Arantxa? —preguntó Francesca mientras la vestía.

—Sí, cariño. Les va a hacer mucha ilusión verte a ti y a Alda —le respondí, ajustando su camiseta.

Ferran ya estaba listo, revisando su teléfono mientras nos esperaba en la puerta. Alda, como siempre, estaba en sus brazos, observando todo con sus ojitos curiosos.

—Venga, que la abuela y la tía nos están esperando —dijo Ferran, sonriendo.

El trayecto hasta Foios fue corto, y pronto llegamos a la casa familiar, un lugar que siempre me había transmitido calidez y sencillez. Apenas estacionamos el coche, Francesca ya estaba lista para salir corriendo hacia la puerta, ansiosa por ver a su abuela.

—¡Abuela, abuela! —gritó, tocando el timbre repetidamente hasta que la puerta se abrió.

María, la madre de Ferran, apareció con una gran sonrisa en el rostro. Sus ojos se iluminaron al ver a Francesca y Alda.

—¡Mis niñas preciosas! —exclamó, agachándose para recibir a Francesca en un gran abrazo. Luego, levantó la vista y nos saludó a Ferran y a mí—. ¡Qué alegría teneros aquí!

—Hola, mamá —saludó Ferran, dándole un beso en la mejilla mientras yo me acercaba con Alda, que se estiraba hacia su abuela.

María tomó a Alda en sus brazos, besándola con ternura mientras Arantxa, la hermana de Ferran, aparecía detrás de su madre, con una sonrisa igual de amplia.

—¡Pero qué grandes están! —dijo Arantxa, acercándose para abrazar a Francesca—. Ven aquí, campeona. He oído que ayer defendiste a papá como una valiente.

Francesca, orgullosa, asintió con la cabeza mientras se abrazaba a su tía.

—Sí, tía. No dejé que nadie dijera cosas feas de papá —dijo, repitiendo las palabras que había usado la noche anterior.

Nos reímos todos, y entramos a la casa. El aroma del café recién hecho y las magdalenas caseras llenaba el ambiente. Nos sentamos en la mesa del comedor, un lugar lleno de recuerdos para Ferran. Podía ver en sus ojos la nostalgia mezclada con la alegría de estar en casa.

—Cuéntanos, ¿cómo fue el partido? —preguntó María mientras servía café—. Ya vimos el gol de Ferran por la tele, pero queremos los detalles.

—Bueno, papá metió un golazo, pero antes había fallado uno... —empezó Francesca, dispuesta a narrar toda la historia.

Ferran y yo intercambiamos una mirada cómplice mientras nuestra hija se lanzaba a contar cómo había defendido a su padre. María y Arantxa escuchaban con atención, sonriendo de oreja a oreja. Ver a Francesca tan animada y a Alda tan feliz en brazos de su abuela hacía que todo valiera la pena.

—Eres toda una defensora de tu papá, Francesca —dijo Arantxa, alzando a la pequeña y dándole vueltas en el aire, provocando sus risas.

—Como su abuela —dijo María, guiñándole un ojo a Ferran—. Siempre he dicho que Ferran tiene un equipo de mujeres fuertes detrás de él.

Ferran sonrió, asintiendo en silencio. Sabía que su familia había sido su pilar desde el principio, y ahora, viendo a nuestras hijas rodeadas de tanto amor, me sentí más agradecida que nunca por la familia que habíamos formado.

𝑁𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎 𝐻𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎  ~ Ferran Torres y Victoria de AngelisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora