Cap. 17

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El tiempo es un fenómeno extraño, especialmente cuando alguien está a tu lado. Se siente como si el tiempo se deslizara entre los dedos, sin importar cuánto intentes aferrarte a él.

En compañía, los segundos se transforman en minutos, los minutos en horas, y antes de darte cuenta, el día se ha desvanecido. Sin embargo, en la soledad, el tiempo parece congelarse, cada tic del reloj un recordatorio punzante de la ausencia de otro ser humano.

Iruka recordaba aquellos días de su infancia, cuando él y sus amigos jugaban en los campos abiertos, riendo y corriendo bajo el sol.

El tiempo en ese entonces no era más que una ilusión; los días parecían interminables, llenos de aventuras y travesuras. Pero después de la muerte de sus padres, esos días soleados se convirtieron en recuerdos borrosos, sepultados bajo el peso de la responsabilidad y el dolor.

Aún así, de vez en cuando, esos recuerdos resurgían, brindándole un destello de lo que alguna vez fue su vida, antes de que la tragedia la alterara para siempre.

El sonido de la respiración de Kakashi lo trajo de vuelta al presente. El tiempo en esa cámara subterránea, que en un principio parecía interminable y opresivo, había comenzado a desvanecerse con la cercanía de Kakashi.

Iruka giró la cabeza ligeramente para mirarlo. La expresión de Kakashi era tranquila, pero sus ojos, esos ojos oscuros y cansados, contaban una historia diferente, una historia de dolor y lucha que solo Iruka podía comprender en ese momento.

—Iruka —dijo Kakashi, interrumpiendo sus pensamientos—, he estado pensando… En todo lo que hemos hablado, en todo lo que hemos compartido aquí.

Iruka asintió, sin decir nada, permitiendo que Kakashi continuara.

—No soy alguien que se permita ser vulnerable —admitió Kakashi—. Durante años, he escondido mi rostro y mis emociones detrás de esta máscara. Me ha protegido, pero también me ha aislado. Y creo que… creo que ya es hora de dejarla ir.

Iruka lo miró, sorprendido pero a la vez comprensivo. Sabía lo que significaba para Kakashi mostrar su rostro, lo que significaba abrirse de esa manera.

Kakashi levantó lentamente una mano, llevándola hacia la parte inferior de su máscara. Su mirada se encontró con la de Iruka, buscando alguna señal de duda o rechazo, pero solo encontró aceptación y paciencia.

Con un suave tirón, la tela que había cubierto su rostro durante tantos años se deslizó, revelando una expresión que era a la vez vulnerable y fuerte.

Iruka contuvo la respiración al ver el rostro de Kakashi por primera vez. No era solo el rostro lo que estaba viendo; era el alma de un hombre que había soportado más de lo que cualquier persona debería soportar.

Las cicatrices en su piel no eran nada comparadas con las que llevaba en su corazón, pero en ese momento, ninguna de ellas importaba.

Kakashi dejó que la máscara cayera al suelo, sus ojos aún fijos en los de Iruka. Durante unos instantes, ninguno de los dos dijo nada. El silencio era cargado, pero no incómodo; era un silencio que hablaba más que las palabras.

Iruka, con una ternura que rara vez mostraba, levantó una mano y acarició suavemente la mejilla de Kakashi. El gesto fue recibido con una ligera inclinación de la cabeza de Kakashi, que cerró los ojos por un momento, permitiendo que la sensación de ese toque se quedara grabada en su memoria.

—Kakashi… —susurró Iruka, sus labios apenas moviéndose.

Kakashi abrió los ojos, y antes de que pudiera responder, Iruka acortó la distancia entre ellos, inclinándose hacia adelante hasta que sus labios rozaron los de Kakashi. Fue un beso suave, casi tímido, como si ambos temieran que cualquier movimiento brusco pudiera romper la magia del momento.

Pero a medida que el beso se profundizaba, el miedo y la incertidumbre se desvanecieron, dejando lugar a una sensación de paz y aceptación. En ese pequeño gesto, encontraron algo que habían estado buscando durante mucho tiempo: consuelo y compañía en medio de la oscuridad.

El tiempo, que alguna vez había sido su enemigo, ahora parecía ser su aliado, permitiéndoles disfrutar de ese momento, sin prisa, sin urgencia. Y mientras se besaban, Iruka supo que, por primera vez en mucho tiempo, no estaban solos.

 Y mientras se besaban, Iruka supo que, por primera vez en mucho tiempo, no estaban solos

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ᴀᴛʀᴀᴘᴀᴅᴏ ᴊᴜɴᴛᴏ ᴀ ᴇʟ (ᴋᴀᴋᴀɪʀᴜ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora