Cap. 16

131 13 3
                                    


El aire en la cámara subterránea se sentía pesado, como si el tiempo se hubiera detenido alrededor de ellos. Kakashi mantenía su cabeza apoyada en el hombro de Iruka, permitiendo que el silencio se apoderara del momento. La oscuridad que los rodeaba parecía menos opresiva con Kakashi tan cerca, y aunque no se decían nada, la cercanía entre ambos hablaba por sí misma.

Después de un rato, Kakashi suspiró y comenzó a hablar, su voz resonando en el espacio cerrado.

—Hace mucho tiempo —dijo Kakashi, con una voz que apenas era un susurro—, cuando era solo un niño, conocí la verdadera soledad. La clase de soledad que viene después de perderlo todo. Mi padre se quitó la vida cuando yo era muy joven. Entonces, pensé que ser fuerte significaba cerrar mi corazón, no dejar que nada ni nadie me tocara.

Iruka escuchaba en silencio, sintiendo cada palabra de Kakashi como una pequeña punzada en su propio corazón. Kakashi era un enigma para muchos, pero en ese momento, Iruka veía la vulnerabilidad detrás de la máscara, detrás de los ojos cansados de un hombre que había vivido demasiadas tragedias.

—Perdí a mis compañeros de equipo, Obito y Rin, en misiones que fracasaron —continuó Kakashi, la voz temblándole un poco—. Mi maestro, Minato-sensei, también murió protegiendo la aldea. Con cada pérdida, construía un muro más alto a mi alrededor, pensando que eso me protegería del dolor. Pero lo único que logré fue aislarme más.

Iruka cerró los ojos por un momento, sintiendo la tristeza en las palabras de Kakashi. Era una historia que él mismo conocía demasiado bien. La muerte de sus padres había dejado un vacío en su vida, uno que él también había intentado llenar con trabajo y responsabilidades, pero que nunca había desaparecido del todo.

—Es difícil vivir con el peso del pasado —dijo Kakashi—. Los errores que cometí, las decisiones que tomé… Durante mucho tiempo, me pregunté si realmente merecía estar aquí, si había algo que pudiera hacer para redimirme.

Iruka apretó suavemente el hombro de Kakashi, una señal silenciosa de que estaba allí, escuchando, sin juzgar. Kakashi levantó la vista, encontrando los ojos de Iruka, que brillaban con una mezcla de compasión y comprensión.

—Pero entonces… apareciste tú, Iruka —continuó Kakashi, su voz más firme ahora—. Nunca lo dije antes, pero desde el momento en que empezaste a preocuparte por los niños de la Academia, cuando empezaste a mostrarme que importaba… algo en mí cambió. Sentí que, tal vez, no estaba tan solo como creía.

Iruka abrió la boca para decir algo, pero las palabras no salían. Su corazón latía con fuerza en su pecho, cada latido un recordatorio de que estaba allí, con Kakashi, y que, de alguna manera, estaba rompiendo esos muros que el otro había construido a lo largo de los años.

—Iruka, yo… no sé cómo agradecerte por lo que has hecho por mí —dijo Kakashi, desviando la mirada por un instante antes de volver a fijarla en Iruka—. Has estado ahí, aunque no lo merezca. Y, aunque me cueste decirlo, has hecho que me dé cuenta de que tal vez… solo tal vez… merezca una segunda oportunidad.

Las palabras de Kakashi calaron hondo en Iruka, quien sintió que sus ojos se humedecían. Todo el cansancio, la desesperación, y la tristeza que habían sentido en ese lugar oscuro se desvanecían lentamente, reemplazados por algo más cálido y reconfortante.

—Kakashi, no tienes que agradecerme nada —dijo Iruka finalmente, su voz suave pero firme—. Estaré aquí para ti, siempre. Porque, al igual que tú, también sé lo que es sentirse solo. Y no quiero que sientas eso nunca más.

Kakashi no respondió de inmediato. Simplemente observó a Iruka, su mirada suave, casi como si intentara memorizar cada rasgo de su rostro en ese instante. Entonces, con un movimiento lento, pero deliberado, levantó una mano y la posó sobre la de Iruka, que descansaba sobre su propio muslo. El gesto era sencillo, pero cargado de significado.

—No vamos a morir aquí —susurró Iruka, más para sí mismo que para Kakashi—. Lo prometo.

Kakashi sonrió, una pequeña sonrisa que no alcanzaba a sus ojos, pero que era lo suficientemente genuina como para que Iruka supiera que había sido apreciada.

—Entonces, confiaré en ti, Iruka —dijo Kakashi, su voz apenas un murmullo en la oscuridad.

—Entonces, confiaré en ti, Iruka —dijo Kakashi, su voz apenas un murmullo en la oscuridad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ᴀᴛʀᴀᴘᴀᴅᴏ ᴊᴜɴᴛᴏ ᴀ ᴇʟ (ᴋᴀᴋᴀɪʀᴜ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora