Creer

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Arlet se encontraba en una habitación, apartada de todos donde podía pensar con claridad y mantenerse enfocada.

Estaba sentada sobre un colchón viejo y sucio y en la habitación solo había eso. Era muy pequeño, diferente a su estancia en su antigua casa. Recordaba a esos pequeños con frecuencia y en como perdieron la vida de una manera tan cruel y desinteresada. El fuego en todas partes, sus cuerpos convertidos en simple carne, el grito de las personas y a "Wolf" aparecer de entre las llamas para reclamar su recompensa.

En ese momento, llamaron a la puerta y Arlet pudo reaccionar, estaba asustada y su respiración era agitada.

—Lo siento, no quise asustarte —dijo Auritz al entrar a verla. —Volveré en otro momento.

—No, señor, está bien —respondió Arlet tratando de recuperar el aliento. —Estaba intentando meditar un poco. Creo que no salió como esperaba.

—Entiendo que son tiempos difíciles.

—Son mucho más que eso. Ni siquiera sé si esto tiene alguna dificultad con la que se pueda describir.

—Quizás podemos decir que es imposible.

—Es más que eso.

—Hace muchos años, cuando llegaron los otros a la base, realmente creí que el joven Escarsa era quien estaba al mando. Sin embargo, cuando usted llegó y tomaron como prisionero al trébol, pude ver su verdadera naturaleza. No digo que el mandato de Escarsa no haya sido bueno, fue excelente. Encaminó, no solo a su propio equipo, sino a toda la orden a alcanzar una sola causa. Pero jamás fue con la intención de matarla, él siempre quiso que regresara a su hogar. Aun así, usted logró lo mismo, pero hizo algo que el trébol no pudo. Hizo que sus sentimientos también sean nuestros. Nos hizo odiar a "Agros" de una manera que jamás creí que podríamos hacerlo y compartimos el mismo pesar que usted cuando el trébol pereció. Por eso también nos exiliamos al igual que ustedes. Sé que usted puede volver a hacer eso; sin embargo, le pido que esta vez no sea odio, haga que deseen obtener justicia.

Schneider se alejó de la puerta de Arlet con una sonrisa en el rostro al ver que Arlet había entendido su mensaje.

—Señor —llamó Arlet.

—¿Sí? —preguntó Auritz.

—¿Me repite su nombre?

—Auritz Schneider.

—¿De dónde es?

—Berlín señorita, mi familia es del norte de la capital.

—¿Usted es el padre?

—Algunas personas creen eso. No me siento digno de llevar tal distintivo.

—¿Cree que Dios estará con nosotros?

—Él siempre está aquí, al igual que el joven Derek. Él siempre está aquí.

—¿Cómo lo sabe?

—Porque creo y tengo fe en ello. La fe nos da esperanza y la esperanza nos da fuerza. Exactamente lo que representa Dios y lo que nos da el trébol.

Auritz se alejó de la habitación de Arlet dejándola mirando al piso, confundida por lo que acababa de oír. Entendió el punto de Auritz, pero era complejo para ella entender como aún se podía creer en alguien o algo después de todo lo que pasó durante esos años. La creencia ya había dejado de ser un tema recurrente en la vida de Arlet y no tenía tiempo para cuestionamientos de esa índole, pero, quizás, para lo que a ella le resultaba irrelevante, para otros fue eso que los motivo e impulsó a seguir. Solo se hacía más preguntas y no llegaba a nada.

The Poker's: El Secreto ReveladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora