Capitulo 2

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POV Yoko
-Me gustaría conocerla
Yoko alzó los ojos de los pétalos secos con los que estaba preparando una mezcla y le frunció el ceño a Ize
-¿A quién?
-La madre de ese muchachito por quien estás tan encantada- más cansada de lo que le gustaría admitir, Ize pasó la mano por su enorme barriga, en un movimiento circular –No dejas de hablar del niño, pero te pones extrañamente evasiva cuando te refieres a la madre.
-Porque no creo que sea tan interesante como él- replicó Yoko, en tono distraído. En una vasija llena de hojas y pétalos perfumados, añadió limón para estimular y bálsamo para la buena salud. Sabía muy bien lo cansada que estaba Ize –Ella es de reservada lo que Sam es de extrovertido. Si no fuera tan evidente que adora a Sam, probablemente me caería mal en vez de serme solo indiferente.
-¿Es atractiva?
Yoko arqueó una ceja.
-¿Comparada con quién?
-Con un sapo- Ize rió y se inclinó hacia delante –Vamos, Yo. ¡Habla de una vez!
-Bueno, no es fea- dejó la vasija a un lado, Yoko comenzó a buscar en el armario la mejor esencia para mezclar con el preparado –Creo que dirías que tiene aquella aurea entre peligrosa y sombría. Un cuerpo atlético, pero no muy exagerado- frunció el ceño, intentando decidir entre dos tipos de esencia –Más como una...corredora de larga distancia, creo. Un cuerpo esbelto y tan bien hecho que llega a intimidar.
Sonriendo, Ize apoyó el mentón en las manos.
-Quiero saber más
-¿Estoy escuchando eso de una mujer casi a punto de dar a luz a gemelos?
-Puedes apostar.
Yoko rió y escogió la esencia de rosas para añadir a la mezcla.
-Bueno, si tengo que decir algo agradable sobre ella, creo que me quedaría con los ojos. Son muy claros, muy grises. Y cuando mira a Sam , se vuelven hermosos. Cuando me miran a mí, se vuelven desconfiados.
-Pero, ¿por qué?
-No tengo la menor idea
Ize balanceó la cabeza y reviró los ojos.
-Yoko, seguramente ya has pensado bastante en ello para descubrirlo. Todo lo que necesitas es echar un "vistazo"
Con un gesto rápido y experimentado, Yoko añadió algunas gotas de aceite perfumado a la mezcla de flores.
-Sabes que no me gusta entrometerme.
-¡Venga, ten compasión!
-Y si estuviera curiosa- añadió, sonriendo ante la frustración de Ize–No creo que me guste lo está sucediendo en el interior del corazón de la sra. Malisorn. Tengo el presentimiento de que me sentiría muy poco a gusto si me conectase con ella, aunque fuera por unos minutos.
-Eres tú quien tiene el don de la empatía- dijo Ize, encogiéndose de hombros –Si Becky ya hubiera vuelto, descubriría lo que hay en su cabeza- sorbió el elixir calmante que Yoko había preparado –Puedo hacerlo, si quieres. Hace semanas que no tengo un buen motivo para usar el espejo, ni los cristales. Voy a acabar entumeciéndome.
-No- Yoko se agachó y besó el rostro de la prima –Muchas gracias. Ahora, quiero que siempre tengas un saquito con esto cerca- dijo, mientras vertía la mezcla en un saquito de tela –Y pon el resto en cuencos por la casa y la tienda. Estás trabajando solo dos días a la semana, ¿no?
-Dos o tres- Ize sonrió ante la preocupación de Yoko –No estoy exagerando, querida, lo prometo. Marissa no me dejaría.
Con un asentir distraído, Yoko amarró las puntas del saquito.
-¿Te estás tomando el té que te di?
-Todos los días. Y sí, estoy usando los aceites religiosamente. Llevo las hierbas para aliviar el estrés emocional, el topacio para el estrés externo, circonita para una actitud positiva y ámbar para animar mi espíritu- Ize apretó ligeramente la mano de la prima –Estoy rodeada por todos lados.
-Tengo derecho a preocuparme- Yoko dejó un saquito cerca del bolso de Ize, pero, cambiando de idea, ella misma abrió el bolso y lo guardó dentro –Es nuestro primer bebé
-Bebés- Ize corrigió
-Un motivo más para preocuparse. Los gemelos siempre nacen antes de tiempo.
Exhalando un suspiro, Ize cerró los ojos.
-Pues espero que estos vengan antes de tiempo. Estoy llegando al punto en que no consigo sentarme ni levantarme sin la ayuda de un bastón.
-Descansa más- Yoko prescribió – y haz ejercicios ligeros. Y eso no incluye quedarse andando por la tienda cargando cajas, ni quedarse de pie el día entero atendiendo a los clientes.
-Sí, señora
-Ahora, vamos a echar un vistazo –con delicadeza, Yoko apoyó las manos en la barriga de la prima, abriendo los dedos lentamente, abriéndose para el milagro que crecía dentro.
En ese mismo instante, Ize sintió cómo todo el cansancio se desvanecía y un bienestar físico y emocional ocupaba su lugar. A través de los ojos semicerrados, vio que los de la prima se habían oscurecido hasta alcanzar un tono ennegrecido y se fijaron en una visión que solo Yoko podría ver.
Mientras movía las manos sobre el vientre de Ize y se conectaba con ella, Yoko sentía el peso dentro de ella y, por un instante increíblemente nítido, las vidas que latían en aquel útero. La fatiga, sí, y la incomodidad, pero también sentía la tranquila satisfacción, la excitación creciente y la sencilla maravilla de cargar aquellas vidas. Le dolió su cuerpo, su corazón se hinchó. Y una sonrisa surgió en sus labios.
Entonces, ella era aquellas vidas, primero una, después la otra. Nadando y durmiendo un sueño sin sueños en el cálido y oscuro útero, siendo alimentada por la madre, sintiéndose segura hasta el momento en que tuviera que salir al mundo. Dos corazones saludables latiendo fuerte y cercanos, bajo el corazón de la madre. Minúsculos deditos flexionándose, una patada perezosa. La vida madurando.
Yoko volvió en sí, volvió sola.
-Están bien. Todos.
-Lo sé- Ize entrelazó los dedos con los de ella –Pero me siento mucho mejor cuando me lo dices tú. De la misma manera que me siento segura sabiendo que estarás conmigo cuando llegue la hora.
-Sabes que no estaría en ningún otro lugar- Yoko llevó sus manos entrelazadas al rostro –Pero, ¿Marissa está contenta ante la idea de que yo sea la matrona?
-Ella confía en ti tanto como yo.
La mirada de Yoko se suavizó
-Tienes suerte, Ize, por haber encontrado a alguien que te acepta, comprende y hasta le gusta lo que eres.
-Lo sé. Solo haber encontrado el amor ya fue suficientemente precioso. Pero haber encontrado el amor con ella...- entonces la sonrisa de Ize desapareció –Yoko, querida, lo que ocurrió con Folk ya fue hace mucho tiempo.
-Ya no pienso en él. O por lo menos, no específicamente en él, sino como en una maniobra equivocada en una carretera resbaladiza.
Un brillo de indignación surgió en los ojos de Ize.
-Fue un idiota y no te merecía para nada
En vez de tristeza, Yoko sintió la risa burbujear en la garganta.
-Nunca te gustó. Desde el comienzo.
-Para nada- frunció el ceño, Ize hizo un gesto con la copa –Ni a Becky, por si no te acuerdas.
-Sí, lo recuerdo. Y recuerdo que Becky también estuvo desconfiado con Marissa
-Eso fue completamente diferente. Fue- Ize insistió, al ver la sonrisa de la prima –Con Marissa, Becky solo estaba haciéndose de superprotector. Pero, con Folk, Becky lo toleraba con la forma más insultante de cortesía.
-Lo recuerdo- Yoko encogió los hombros –Lo que, naturalmente, me volvió más rebelde. Bueno, yo era joven- dijo con gesto descuidado –Y suficientemente ingenua para creer que si yo amaba debería ser igualmente correspondida. Lo bastante tonta para ser honesta, y para quedarme devastada cuando esa honestidad fue recompensada con la desconfianza y, después, el rechazo.
-Sé cuánto sufriste, pero no hay duda de que podría haber hecho más de lo que hizo
-Sí, sin ninguna duda- Yoko concordó, pues también tenía su orgullo –Pero existen algunos de nosotros que no han sido hechos para mezclarse con los de fuera.
Ahora había frustración, junto con indignación en la voz de Ize.
-Hubo personas, con o sin magia dentro de ellas, que se interesaron por ti.
-Una pena que yo no me haya interesado por ninguna de ellas –Yoko rió –Soy terriblemente exigente, Ize. Y me gusta mi vida como está.
-Si no supiera que eso es verdad, estaría intentado en prepararte una buena poción de amor. Nada drástico, por supuesto- dijo, guiñándole un ojo –Solo para darte un poco de diversión.
-Puedo escoger mis propias diversiones, gracias.
-También sé eso. Como sé también que sentirías curiosidad si yo me decidiera a interferir- Ize se apartó de la mesa y se levantó, entristeciéndose por un momento por su elegancia perdida –Vamos a dar una vuelta afuera, antes de marcharme.
-Solo si me prometes que estirarás las piernas durante una hora cuando llegues a casa
-Prometo
El sol era cálido, la brisa refrescante. Y esas dos cosas, Yoko pensó, harían bien a la prima al igual que la larga siesta que Marissa la obligaría a echarse, en cuanto llegara a casa.
Se quedaron admirando las flores del jardín. Ambas sentían un profundo amor por la naturaleza, que les fue transmitido a través de la sangre y la educación.
-¿Tienes planes para Halloween?- preguntó Ize
-Nada específico
-Nos gustaría que fueras a pasar una parte de la noche con nosotras. Marissa está muy animada para recibir a los pequeños que vienen a pedir dulces.
Con una sonrisa de apreciación, Yoko cogió algunos crisantemos para llevarlo adentro.
-Cuando una mujer se gana la vida escribiendo historias de terror, tiene la obligación de transformar Halloween en una gran fiesta. No me lo perdería por nada.
-Genial. Quizás Becky y tú quieran unirse a mí para un celebración más tranquila después- Ize se agachaba torpemente sobre el macetero del tomillo cuando divisó a un niño y un perro pasando por la cerca de las rosas.
Se enderezó.
-Tenemos visita- dijo
-¡Sam!- contenta, pero algo preocupada, Yoko miró en dirección a la casa de al lado -¿Tu madre sabe que estás aquí?
-Dijo que podría venir si tú estabas aquí fuera, y si no estabas ocupada. ¿No estás ocupada, no?
-No- incapaz de resistirse, Yoko se agachó y le besó la mejilla al niño –Esta es mi prima, Ize, ya le conté que eres mi vecinito nuevo.
-Tú tienes una gata y un perro. Yoko me dijo- el interés de Sam fue inmediatamente despertado. Sus ojos se centraron, fascinados, en la enorme barriga de Ize -¿Tienes un bebé ahí dentro?
-Tengo, sí. En realidad, son dos bebés.
-¿Dos?- Sam desorbitó los ojos -¿Cómo lo sabes?
-Porque Yo me lo dijo- riendo, Ize se pasó la mano por el pesado vientre –Y porque dan patadas y se mueven demasiado para ser solo uno.
-La madre de mi amiga Missy, la sra. López, tenía un bebé en la barriga y se puso tan gorda que no conseguía caminar- con los ojitos verdes relucientes, Sam lanzó una mirada esperanzada a Ize –Ella me dejó sentir la patadita del bebé
Encantada, Ize cogió la mano del pequeño y la llevó a su barriga, mientras Yoko impedía que Sunny excavara en el parterre de flores.
-¿Lo notas?
Riendo bajito con el movimiento bajo la mano, Sam asintió
-¡Wow! Fue fuerte ¿No duele?
-No
-¿Crees que van a llegar pronto?
-Espero que sí
-Mamá dice que los bebés saben cuándo tienen que llegar porque un ángel les susurra en sus oídos.
La mujer podría ser estirada, pensó Ize, pero también era muy inteligente y delicada.
-Pues creo que es exactamente eso lo que sucede.
-Y ese ángel se queda para siempre con los bebés- Sam continuó, pegando el oído a la barriga de Ize, con la esperanza de escuchar algo más ahí dentro –Si te giras muy deprisa, quizás consigues ver a tu ángel, solo un poquito. Lo he intentado algunas veces, pero no soy muy rápido- él levantó la cabeza, entrecerrando los ojos hacia Ize –Los ángeles son muy vergonzosos, ¿sabes?
-Es lo que he escuchado decir
-Yo no lo soy- Sam depositó un beso en la barriga de Ize, antes de apartarse bailando –No hay ni una gotita de timidez en mi sangre. Es eso lo que la abuela Mary siempre dice.
-La abuela Mary es una señora bastante observadora –comentó Yoko, cogiendo a Sunny en brazos para impedir que molestara a Quigley en su siesta.
Las dos se divirtieron con la compañía llena de energía, mientras caminaban entre las flores. O mejor dicho, mientras ellas caminaban y Sam iba saltando, corriendo y tropezando. Sam cogió la mano de Yoko cuando se encaminaban hacia el coche de Ize.
-Yo no tengo ninguna prima. ¿Está bien?
-Sí, está muy bien. Ize, Becky y yo crecimos prácticamente juntos, más o menos como lo hacen los hermanos y hermanas.
-Sé cómo se hace para tener hermanos, porque mamá me lo explicó. Pero, ¿cómo se hace para tener primos?
-Bien, si tu madre o tu otra madre tienen hermanos o hermanos, y estos tuvieran hijos, esos hijos serían tus primos.
Sam digirió la información con aire concentrado.
-¿Cuál serías tú?
-Es un poco complicado- respondió Ize riendo, mientras se apoyaba un momento en el coche antes de entrar –El padre de Yoko, el de Becky y el mío son todos hermanos. Y nuestras madres también son hermanas entre ellas. Así que, somos primos por partida doble.
-Jo, eso es guay. Si no puedo tener primos, quizás pueda tener un hermano o hermana. Pero mamá dice que yo solo ya valgo por muchos.
-Estoy segura de que tiene razón- Ize dijo mientras Yoko reía.
Apartándose los cabellos del rostro, Ize miró hacia arriba. Allí, enmarcada entre las anchas ventanas del segundo piso de la casa vecina, una mujer estaba de pie. La madre de Sam, sin duda.
Yoko la había descrito muy bien, pensó Ize. Aunque era más atractiva y mucho más sexy de lo que su prima dejó entrever. Aquella sencilla omisión le provocó una sonrisa. Ize alzó la mano y saludó amigablemente. Tras un instante de vacilación, ella respondió al gesto.
-Esa es mi madre- dijo Ize, extendiendo el bracito –Va a trabajar allí arriba, pero aún no ha abierto todas las cajas
-¿Cuál es su trabajo?- preguntó Ize, ya que era obvio que Yoko no lo haría
-Ah, escribe cuentos. Cuentos muy bonitos sobre hadas, hechiceras, princesas, dragones y fuentes mágicas. A veces yo la ayudo. Ahora tengo que marcharme, porque mañana es mi primer día en la escuela y ella dice que no debería entretenerme mucho aquí. ¿Me entretuve mucho?
-No- Yoko se agachó para darle un beso –Puedes volver cuando quieras
-¡Ciao!- y se fue corriendo por el césped con el perro siguiéndole los talones.
-Nunca me he sentido tan encantada ni tan exhausta- dijo Ize mientras entraba en el coche –El muchachito es un torbellino maravilloso- sonriendo para Yoko, balanceó las llaves como si fueran un campanilla –Y la madre, sin duda, no es para dejarla de lado.
-Imagino que es difícil criar a un hijo sola.
-Por lo poco que he visto, parece que se le está dando bien- Ize arrancó el motor –Interesante que escriba cuentos sobre hechiceras, dragones y esas cosas. Malisorn , ¿has dicho?
-Sí- Yoko apartó los cabellos de su rostro – Faye Malisorn
-Quizás le interesa saber que eres sobrina de Amelia Apasra...considerando que las dos hacen el mismo tipo de trabajo. Claro está, si estás dispuesta a dejarla interesada.
-No estoy- dijo Yoko con firmeza.
-Ah, bueno, quizás lo esté ella- Ize puso la marcha atrás –Adiosito, prima
Yoko contuvo una expresión de preocupación, mientras Ize se iba.
Después de conducir hasta casa de Becky para cuidar de los caballos, dándoles la ración de la mañana y una buena cepillada, Yoko pasó el resto de la mañana enterrada en sus bálsamos, sus aceites perfumados, las hierbas y pociones medicinales. Algunos fueron empaquetados y mandados por correo. Aunque Yoko tuviera varios clientes locales, incluida la tienda de Ize, la Wicca, gran parte de su clientela era de fuera de la región.
Yoko se satisfacía con el éxito que obtenía con su trabajo. El negocio que había comenzado seis años atrás colmaba sus necesidades y ambiciones, además de darle el lujo de trabajar desde casa. No era por el dinero. La fortuna de los Apasra, el legado de los Apasra, permitía que ella y toda la familia vivieran cómodamente. Pero como Ize tenía la tienda y Becky sus muchas inversiones, Yoko necesitaba ser productiva.
Ella era curandera, sin embargo era imposible curar a todo el mundo. Hacía tiempo que había aprendido que era una actitud destructiva tomar para sí todos los dolores y males del mundo. Parte del precio que tenía que pagar por su poder era saber que había dolores que sería incapaz de aliviar. Yoko no rechazaba su don, pero lo utilizaba de la manera que considera mejor.
El estudio de las hierbas siempre la había fascinado y aceptó el hecho de que poseía el don del toque. Siglos atrás podría haber sido una curandera en una aldea, y esa idea siempre la divertía. En el mundo actual, era una mujer de negocios que sabía preparar con igual habilidad un aceite para el baño o un elixir.
Y si añadía un toque de magia, eso ya era añadido extra suyo.
Yoko estaba feliz con lo que el destino le había deparado y con la vida que ella se había construido a partir de eso.
Sin embargo, aunque fuera feliz, pensó, un día como aquel la dejaba más animada. El sol que comenzaba a debilitarse, la brisa acariciadora, un leve aroma a lluvia en el aire, una lluvia que aún tardaría horas en caer, pero que después caería con gusto.
Queriendo aprovechar el día al máximo, decidió quedarse trabajando en el jardín, comenzando a sembrar algunas hierbas en los maceteros.

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