Capitulo 4

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Las calles de ciudad hervían de vida, era un perfecto día de sol, había un batiburrillo de personas que paseaba por la ciudad o se disponía a ir al parque de atracciones que se había instalado, los niños estaban eufóricos. A Yoko le gustaban las multitudes y el ruido casi tanto como le gustaba la paz y la soledad de su jardín.
Cuando Yoko pasó con su coche frente a la tienda de Ize, se resignó con el hecho de que aquel día perfecto había atraído a una multitud de ciudadanos a las calles. Encontrar un sitio para aparcar cerca de la tienda sería imposible. En vez de frustrarse buscando sitio en la calle, entró en un aparcamiento a tres manzanas de Wicca.
Cuando salió para abrir el maletero, escuchó el llanto impaciente de un niño y el murmullo irritado de los cansados padres
-Si no paras ahora mismo con eso, no te llevarás nada. Estoy hablando en serio, Derek. Ya he soportado demasiado. Ahora, andando.
La respuesta del niño a aquella orden fue tirarse al suelo y transformarse en un rollito inerte en mitad del estacionamiento, mientras la madre tiraba inútilmente del brazo mojado en lágrimas. Yoko se mordió el labio, conteniendo la risa, pero era obvio que los padres no veían la menor gracia en la escena. Estaban cargados de paquetes y sus expresiones eran de furia.
Derek, pensó Yoko, estaba a punto de llevarse unas nalgadas, aunque era poco probable que eso lo volviera más cooperativo. El padre pasó los paquetes a la madre y apretando los labios, se agachó.
Es una cosa tan pequeña, pensó Yoko. Y todos parecían tan cansados e infelices. Hizo la primera conexión con el padre, sintió amor, irritación y una sombría vergüenza. Después, con el niño, confusión, cansancio y una profunda infelicidad porque no le habían comprado un elefante de peluche que había visto en el escaparate de una tienda.
Yoko cerró los ojos. La mano del padre se había levantado dispuesto a darle una buena nalgada en el culito cubierto por el pañal. El pequeño aguantó la respiración, listo a emitir un grito agudo de indignación.
De repente, el padre suspiró, dejando la mano caer al lado del cuerpo. Derek miró hacia arriba, el rostro caliente, rosado y mojado en lágrimas.
El padre se agachó y lo abrazó
-Estamos cansados, ¿verdad?
Con un sentido sollozo, Derek se acurrucó en sus brazos y recostó su cabecita en el hombro del padre.
-Sed
-Está bien, campeón- el padre llevó su mano al trasero del hijo, pero para una palmadita tranquilizadora. Le mandó una sonrisa de aliento a la esposa que tenía sus ojos llorosos -¿Por qué no vamos  a tomar un refresco? Creo que necesita una siesta.
Se marcharon, cansados, pero aliviados.
Sonriendo para sí misma, Yoko abrió el maletero. Familia, pensó, no era solo alegría y diversión. La próxima vez que estuvieran a punto de enfrentarse unos a otros, ella no estaría cerca. Pero creyó que conseguirían entenderse sin su ayuda.
Se empujó el bolso hacia atrás, y comenzó a descargar las cajas que entregaría a Ize. Había media docena, llenas se saquitos de mezclas de hierbas, frascos con esencias y cremas, almohadas rellenas de hierbas y flores y los pedidos de un mes entero, que iban desde tónicos medicinales hasta perfumes personalizados.
Yoko consideró la idea de hacer dos viajes, teniendo en cuenta la distancia hasta la tienda, pero decidió que si equilibraba todo con cuidado conseguiría cargar todas las cajas de una sola vez.
Las apiló, las colocó bien y las ajustó, después consiguió cerrar el maletero con el codo. También consiguió atravesar el aparcamiento y caminar media manzana, antes de empezar a echarse ella misma la bronca.
¿Por qué estaba haciendo eso?, se preguntó. Habría sido mejor haber hecho dos viajes cómodos que uno difícil. No era que las cajas estuvieran tan pesadas. Con cada paso, le era más difícil cargarlas y la calle estaba llena de gente. Y sus cabellos volaban por encima de sus ojos. Con una maniobra rápida y ágil, Yoko consiguió esquivar a dos adolescentes que venían corriendo en su dirección.
-¿Necesita ayuda?
Irritada consigo misma y con los adolescentes, se giró. Y allí estaba Faye Malisorn , particularmente bonita con unos shorts y una camiseta sin tirantes, Yoko intentó no reparar en sus piernas descubiertas. Subido en sus hombros, Sam reía.
-¡Estábamos en el parque, hemos tomado helado y después te vimos!
-Parece que está sobrecargada- comentó Faye
-No pesan
Ella le dio una palmadita a Sam en la pierna, y acto seguido, él se dejo caer por sus espaldas.
-Le echaremos una mano
-Está bien- Yoko sabía que sería una tontería rechazar ayuda cuando la necesitaba, pero había tenido éxito en evitar a Faye durante la mayor parte de la semana. Y había conseguido, con casi idéntico éxito, evitar pensar en ella –No quiero interrumpir su paseo.
-No vamos a ninguna parte, ¿no, chico?
-Uhum, solo estamos caminando un rato. Es nuestro día libre
Yoko no pudo contener una sonrisa, como tampoco contuvo el temor que surgió en sus ojos cuando se giró hacia Faye. No tenía dudas de que la estaba mirando con esas formas desconcertantes de ella. La sonrisa que se mostraba en los labios tenía menos que ver con el humor que con el desafío.
-No voy muy lejos- dijo, agarrando una caja que comenzaba a resbalarse –Puedo muy bien...
-Claro- ignorando sus objeciones, Faye le quitó las cajas de los brazos, con sus ojos fijos en los de ella -¿Para qué sirven los vecinos?
-Yo puedo llevar una- ansioso por ayudar, Sam daba saltitos al lado de las dos -¿Puedo?
-Gracias- Yoko le pasó la caja más liviana al pequeño –Voy a llevar estas cosas a la tienda de mi prima, a unas dos manzanas de aquí
-¿Ya tuvo a los bebés?- preguntó Sam, cuando echaron a andar
-Aún no
-Le pregunté a mamá cómo había conseguido tener dos bebés en su barriga y ella dice que, a veces, es porque hay el doble de amor.
¿Cómo alguien podía defenderse de una mujer como aquella? Se preguntó Yoko. Sus ojos se habían dulcificado cuando encontraron los de ella.
-Sí, es verdad. Parece que siempre tiene usted la respuesta correcta –murmuró Yoko hacia Faye
-No siempre, pero al menos siempre intento acertar. ¿Dónde se ha escondido, Yoko?
-¿Escondido?- el calor desapareció de los ojos de Yoko
-Hace días que no la veo en el jardín. No me parece usted el tipo de personas que se amedrenta fácilmente
Como Sam estaba andando delante de ellas, Yoko creyó mejor no contestar con una afilada respuesta.
-No sé de lo que habla, Malisorn. He estado trabajando la semana entera. Mucho, para ser sincera- hizo un gesto hacia las cajas –Está cargando una parte de ese trabajo ahora mismo
-¿Entonces ha sido por eso? Bien, estoy contenta por no haber llegado al extremo de llamar a su puerta fingiendo necesitar una taza de azúcar. Casi lo hago, pero pensé que sería demasiado cliché.
Yoko le envió una rápida mirada
-Le agradezco su moderación
-Pues sí, debería agradecérmelo, srta. Apasra
Como respuesta, Yoko se limitó a apartarse un mechón del rostro y llamó a Sam.
-Vamos por este camino, para entrar por la parte de atrás. La tienda siempre está llena los sábados- le explicó a Faye –No me gusta entrar por la puerta principal e incomodar a los clientes.
-Por cierto, ¿qué vende en esa tienda?
-Ah...-Yoko sonrió –Un poco de todo. Creo que encontrará las mercancías particularmente interesantes. Ya llegamos –señaló un tramo de escaleras cubierto de piedras y adornado con macetas de geranios rojos -¿Puedes abrir la puerta, Sam?
-Claro- ansioso por ver lo que habría al otro lado, Sam empujó la puerta y emitió una exclamación -¡Ah, mira mamá!- dejó la caja en el primer espacio vacío que encontró y echó a correr hasta la enorme gata blanca que se lamía encima de la mesa.
-¡Sam!- la voz de Faye fue corta y firme, e hizo que el pequeño se detuviera inmediatamente -¿Qué te he dicho de jugar con animales extraños?
-Pero mamá, es tan bonito
-Bonita- corrigió Yoko mientras dejaba las cajas en una encimera –Y tu madre tiene razón. No a todos los animales les gusta jugar con niños
-¿A ella le gusta?
-A veces, a Luna no le gusta nadie- riendo, Yoko acarició la cabeza de la gata –Pero si eres bien educado y le caes bien, y si después ella te da el verdadero consentimiento, todo saldrá bien- Yoko envió una sonrisa tranquilizadora a Faye –Luna no va a arañarlo. Si no tiene ánimos para juegos, simplemente se aparta.
Pero, por lo que parecía, Luna estaba dispuesta a recibir atención. Caminó hasta el borde de la mesa, restregó su cabeza en las manos extendidas de Sam.
-¡Le gusto!- la sonrisa del pequeño era radiante –¡Mira mamá, le gusto!
-Sí, lo veo
-Ize, generalmente, deja algunos refrescos aquí atrás- Yoko abrió la pequeña nevera -¿Quieren algo?
-Sí, gracias- Faye no tenía sed en realidad, pero la oferta le daba un motivo para demorarse un poco más. Se apoyó en la encimera, mientras Yoko cogía los vasos -¿La tienda queda al otro lado?
Viendo que señalaba hacia la puerta, Yoko asintió
-Sí, solo que antes hay un almacén. Pero la mayoría de las cosas que Ize vende son piezas únicas, así que no tiene un gran stock guardado.
Extendió una mano sobre el hombro de Yoko para tocar las hojas puntiagudas de romero que estaban en la ventana
-¿También se dedica a estas cosas?
Yoko intentó ignorar que sus cuerpos se tocaban. Podía sentir el olor del mar en ella, e imaginó que habría estado de nuevo con Sam en la playa.
-¿Qué tipo de cosas?
-Hierbas y esas cosas
-Sí, de cierta forma- ella se giró, sabiendo que estaban demasiado cerca, y extendió el vaso hacia ella –Tome, está frío
-Genial- aunque sabía que no sería muy justo, y probablemente muy arriesgado, Faye cogió el vaso y se quedó en el mismo sitio donde estaba. Yoko tuvo que inclinar un poco la cabeza para encontrarle los ojos –Podría ser un buen hobby para mí y Sam. Quizás pudiera enseñarnos a cultivarlas.
-Es lo mismo que cuidar cualquier ser vivo- Yoko necesitó un gran esfuerzo para mantener la voz firme, cuando sentía tanta dificultad en respirar –Necesitan cuidado, atención y cariño. Malisorn , está en medio de mi camino.
-Espero que sí- con la mirada intensa, y los ojos fijos en ella, Faye levantó la mano para acariciarle el rostro –Yoko, creo que realmente necesitamos...
-Fue lo que pactamos, querida- la voz firme resonó cuando la puerta se abrió –Un descanso de quince minutos cada dos horas de trabajo
-¡Estás siendo ridícula! Por el amor de Dios, actúas como si fuera la única mujer embarazada del mundo
Exhalando un suspiró, Ize entró en la salita del fondo. Arqueó la ceja en cuanto divisó al trío, sobre todo cuando vio la manera en que Faye acorralaba a su prima contra la encimera.
-Eres la única mujer embarazada de mi mundo- Marissa se calló de repente, pero por poco tiempo –Eh, Yo, eres exactamente la persona que necesito para convencer a Ize de que vaya con calma. Ahora que estás aquí, puedo...- miró a la mujer que estaba al lado de ella y dio un paso hacia atrás, para focalizarla mejor -¿Faye? ¡No es posible! Faye Malisorn , pedazo de zor...- se interrumpió cuando Ize le dio un codazo en las costillas. Había un muchachito observando, parado junto a la mesa. Marissa atravesó la pequeña sala para saludarla y le dio un abrazo apretado -¿Qué estás haciendo aquí?
-Entregando unos pedidos, creo- Faye sonrió, devolviéndole el abrazó con fuerza -¿Y tú?
-Intentando mantener a mi esposa en el camino correcto. Dios mío, ¿cuánto hace? ¿Cuatro años?
-Más o menos
Ize cruzó las manos sobre la barriga
-Ya veo que se conocen...
-Claro que sí. Faye y yo nos conocimos en un encuentro de escritores. Debe haber sido unos diez años atrás, ¿no? No la veo desde que...- desde la muerte de Luc, recordó Marissa de repente. Y recordó también la devastación, el desespero y la incredulidad en los ojos de Faye mientras estaba de pie frente a la tumba de su esposa -¿Cómo están las cosas?
-Todo bien- comprendiendo lo que la otra sentía, Faye sonrió –Los dos estamos bien
-Genial- Marissa pasó la mano por el hombro de Yoko y lo presionó, antes de girarse hacia el pequeño –Y tú eres Sam
Él abrió una enorme sonrisa, siempre interesado en conocer a gente nueva.
-¿Quién eres tú?
-Soy Marissa- ella se acercó más y se agachó. Los ojos eran idénticos a los de Faye, pero el pequeño era moreno igual que Lux. Le ofreció la mano para un saludo formal –Es un placer volver a verte
Él rió y también la saludó
-¿Fuiste tú quién puso los bebés en la barriga de Ize?
Marissa se quedó sin habla por un segundo
-¡Más o menos!- rió y lo cogió en brazos -¡Pero ya le he encargado a Yoko que los saque de ahí! Entonces, ¿qué estáis haciendo en la ciudad?
-Vivimos aquí- respondió Sam –Justo al lado de la casa de Yo
-¡Estás de broma!- Marissa sonrió a Faye -¿Desde cuándo?
-Hace poco más de una semana. Sabía que vivías aquí e incluso pensé en buscarte después de instalarnos. Pero nunca imaginé que estuvieras casada con la prima de mi vecina.
-¡Es un mundo pequeño y fascinante! ¿Verdad?- Ize comentó. Inclinó la cabeza hacia la prima, consciente de que Yoko no había dicho esta boca es mía desde el instante en que ellas habían entrado –Bueno, ya que nadie me va a presentar, soy Izeland
-Discúlpame- dijo Marissa, cambiando a Sam de posición en sus brazos –Siéntate, cariño
-Estoy perfectamente...
-Siéntate- esta vez fue Yoko quien habló, retirando una silla para la prima
-La mayoría gana- Ize suspiró y se sentó -¿Te está gustando la ciudad?
-Mucho- respondió Faye, y sus ojos se giraron hacia Yoko –Mucho más de lo que pensaba
-A mí siempre me gusta tener más de lo que pienso- riendo, Ize dio una palmadita en su barriga –Tenemos que reunirnos las cuatro en breve para que me cuentes todo lo que Marissa no quiere que yo sepa
-Con mucho gusto
-Querida, sabes que mi vida es un libro abierto- Marissa besó a Ize en la cabeza y se giró hacia Yoko -¿Estas son las cosas que Ize estaba esperando?
-Sí, está todo aquí- ansiosa para ocuparse en algo, Yoko se giró hacia la pila de cajas –Yo las desempaqueto por ti. Ize, quiero que pruebes esta nueva loción de violeta antes de ponerla a la venta, y también te he traído más champú de caracol.
-Bien, todos los que teníamos ya se han acabado- Ize cogió la loción y abrió la tapa –El perfume es bueno- se echó una gota en el dorso de la mano y la extendió –Tiene optima textura también
-Son violetas dulces y un poco de musgo irlandés que papá me mandó –Yoko alzó los ojos de la caja –Marissa, ¿por qué no les enseñas la tienda a Faye y Sm?
-Buena idea. Creo que te interesará bastante lo que tenemos- Marissa le dijo a Faye mientras la guiaba por la puerta
Faye miró por encima del hombro antes de salir
-Yoko- esperó a que esta la mirase –No vas a huir
-Vaya, vaya, vaya...- Ir se recostó en la silla y sonrió maliciosamente -¿Me quieres contar?
Con fuerza más de la necesaria, Yoko rasgó la cinta adhesiva de la caja.
-¿Contar qué?
-Sobre ti y la vecina tan fabulosa, ¿de quién va a ser?
-No hay nada que contar
-Querida, te conozco. Cuando entré, estabas tan ensimismada en ella que podría haber invocado un tornado y ni te hubieras dado cuenta.
Yoko se puso a desembalar los frascos.
-No seas ridícula. No invocas un tornado desde la primera vez que vimos El mago de Oz
-Yo- la voz de Ize era baja y firme –Te quiero
-Lo sé. Yo también te quiero
-Nunca te pones nerviosa. Por eso lo encuentro todo fascinante, y también verte ahora así de nerviosa me preocupa.
-No estoy nerviosa-Yoko chocó dos frascos de vidrio al sacarlos de la caja e hizo una mueca –Está bien, está bien. Tengo que pensar- rodeó la mesa –Ella me pone nerviosa, y sería ridículo negar que lo estoy porque me siento tan atraída por ella. Solo tengo que pensar un poco
-¿Pensar en qué?
-En cómo lidiar con todo eso. Y esto es, ella. No tengo intención de cometer otro error, sobre todo si se tiene en cuenta de que todo lo que envuelve a Faye también envuelve a Sam.
-Ah, querida, ¡estás enamorada de ella!
-¡Eso es absurdo!- demasiado tarde, Yoko se dio cuenta de que su reacción había sido muy forzada para ser tomada en serio –Solo estoy agitada, es eso. Una persona no me afecta físicamente así desde...- desde nunca, pensó. Nunca antes estuvo así, ni con Folk –Desde hace mucho tiempo. Solo necesito pensar- repitió
-Yo- Ize extendió las manos –Becky y Freen estarán de vuelta dentro de dos días. ¿Por qué no le pides que mire en tu lugar? Estoy segura de que te quedarías más tranquila si supieras.
Decidida, Yoko balanceó la cabeza
-No. Ya he pensado en eso. Pero he llegado a la conclusión de que, pase lo que tenga que pasar, o cuándo tenga que pasar, quiero que estemos en igualdad de condiciones. El hecho de conocer me daría una ventaja injusta sobre ella. Y tengo el presentimiento de que esa igualdad será importante para las dos.
-Tú sabes mejor de eso que yo. Pero déjame decirte una cosa, como mujer- Ize sonrió –Y como hechicera. Saber o no saber no hace ninguna diferencia, a partir del momento en que una persona toca tu corazón.
Yoko asintió
-Entonces tengo que asegurarme de que no toque mi corazón antes de estar preparada.

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