Capítulo 5

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POV Faye

El sueño había tardado en llegar. Pero en lugar de dar vueltas de un lado para otro, Faye se había quedado inmóvil, mirando hacia el techo. Y veía cómo la luna se transformaba en aquella oscuridad total que antecede al amanecer.
Ahora, con la luz entrando en luminosas franjas y posándose sobre la cama, estaba de bruces, toda esparramada y durmiendo profundamente. En el sueño que fluctuaba en su mente, Yoko y ella estaban desnudas, una en los brazos de otra, en un cuarto iluminado por altas y finas velas que ardían en un brillo oscilante, sentía el perfume de las velas, el suave aroma a vainilla, el misticismo del jazmín. Y el perfume de Yoko, tranquilamente sensual, siempre presente. Las dos se encontraban en una cama inmensa, cubiertas por cascadas de satén blanco.
Yoko sonrió. Los cabellos brillaban. Los ojos como siempre mostraban un misterio que desvelar. Cuando Faye se colocó encima de la morena, ambas suspiraron al sentir el toque de sus cuerpos como si estuvieran en las nubes. Los acordes de un arpa llenaron el lugar, románticos como lágrimas y un susurro que más parecía la respiración de las nubes.
Faye pasó sus brazos alrededor antes de agacharse para besarla y ambas fluctuaron como espíritus de algún cuento, unidas por el deseo, por el conocimiento y por la dulzura insoportable de aquel dulce y largo beso. Los labios de la morena se movieron bajo los suyos, mientras Yoko murmuraba...
-¡Mamá!
Faye se despertó de repente cuando su hijo aterrizó con un golpe en su espalda. Sus gemidos incomprensibles hicieron que él riese y se agachase para besarle el rostro lleno de babas.
-¡Mamá, despierta! ¡He hecho el desayuno!
-Desayuno- ella se hundió en la almohada, luchando para aclarar su mente y apartar el sueño de su sistema -¿Qué hora es?
-La manecilla pequeña está en el diez y la grande en el tres. He hecho tostadas con canela y he servido el jugo de naranjas en los vasos.
Ella gimió de nuevo y giró su cuerpo, observando a Sam con los ojos ardiendo. Él desprendía luz al igual que un rayo de sol, con sus pantalones cortos y una camiseta de Batman. Hasta sus cabellos están peinados.
-¿Hace tiempo que despertaste?
-Horas y horas y horas. Dejé salir a Sunny y le di la comida. Después me vestí solo, me cepillé los dientes y me quedé viendo dibujos. Entonces me dio hambre, y fui a hacer el desayuno.
-Has estado bastante ocupado, chico
-Hu-hum. Y me quedé quieto también, para no despertarte temprano en tu día de dormir hasta tarde.
-Sí, has estado bien quietito-Faye se sentó en la cama y despeinó los cabellos del niño –Creo que te mereces un premio.
Sus ojos se iluminaron.
-¿Qué? ¿Qué premio?
-¿Qué tal unas cosquillas en la barriga?- Faye rodó con él por la cama, haciéndole cosquillas en la barriga mientras Sam reía y gritaba. Pero lo dejó ganar fingiendo cansancio y dándose por vencida cuando él la tiró boca abajo y se sentó en su espalda –Eres demasiado fuerte para mí
-Es porque me como toda mi verdura. Y tú no.
-Como un poco
-No comes nada
-Cuando tengas veintisiete años, tampoco vas a tener que comerte las coles de Bruselas.
-Me gustan las coles de Bruselas
Faye sonrió
-Solo porque yo las preparo muy bien. Soy una buena cocinera. Pero mi madre no sabía cocinar muy bien.
-Ella ahora ni cocina, ella y el abuelo siempre salen a comer fuera.
-Eso es porque el abuelo no es ningún tonto
-Dijiste que hoy podríamos llamar a los abuelos y a Nany. ¿Llamamos?
-Sí, claro, y después desayunamos- ella se giró, observándolo -¿Los echas de menos, mi amor?
-Sí, un poco, es algo raro que no estén aquí. ¿Van a venir a visitarnos?
-Claro que sí- la culpa, que era inherente a la maternidad, la golpeó de lleno -¿Preferirías que estuviéramos en Boston?
-¡De ninguna manera!- desorbitó los ojos –Allí no había playa, ni focas ni nada, ni una vecina como Yoko. ¡Este es el mejor lugar del mundo!
-A mí también me gusta- Faye se sentó y le dio un beso en la cabeza –Ahora, muchachito, déjame que me vista
-¿Vas a bajar rápido para desayunar?- preguntó, resbalando hacia el suelo.
-Por supuesto. Tengo tanta hambre que soy capaz de comerme una pila enorme de tostadas con canela.
Riendo, él echó a correr hacia la puerta.
-Entonces voy a hacer más ahora mismo
Sabiendo que Sam se tomaría su comentario al pie de la letra y acabaría con un paquete entero de pan de molde, Faye se bañó rápidamente, se puso unos pitillos vaqueros, una camiseta negra y optó por dejar los cabellos sueltos sobre sus hombros.
Intentó no pensar mucho en el sueño que había tenido. Al final, era muy fácil de interpretar. Ella quería a Yoko allí, no era ninguna novedad.
Encontró a Sam en la cocina, muy ocupado poniéndole mantequilla a una tostada. Había un plato lleno de ellas, la mayoría quemadas. El olor a canela se esparcía por la casa entera.
Faye hizo chocolate caliente también con canela antes de probar un pedazo de tostada. Estaba fría, dura y con una capa gruesa de azúcar y canela. Era evidente que Sam había heredado los "talentos" culinarios de Lux.
-Está bueno- dijo ella, tragando valientemente –Es lo que más me gusta comer las mañanas de domingo
-¿Puedo darle un poco a Sunny?
Faye miró de nuevo la pila de tostadas, después al cachorro, cuya lengua colgaba hacia fuera. Con algo de suerte, podría compartir la mitad de aquel desayuno dominical con el perro.
-Creo que sí- se agachó, Faye extendió la segunda rebanada lo bastante cerca para que Sunny olisquease -¡Prueba!- ordenó con la voz firme y directa que sugerían los libros de adiestramiento.
Sunny siguió con la lengua colgando y meneando la cola.
-¡Sunny, prueba!- le dio un empujoncito en el culo. Sunny se echó en el suelo, pero enseguida se giró y se puso de nuevo en pie, saltando hacia ella –Olvídalo
Faye sacó la tostada fuera del alcance del cachorro y repitió el mandato. Tras cinco frustrantes minutos, durante los cuales ella había intentado no recordar lo fácil que había sido con Yoko, consiguió que el cachorro obedeciese. Sunny se tragó la tostada azucarada, satisfecho consigo mismo.
-¡Se ha sentado, mamá!
-Más o menos-Faye se levantó para coger más chocolate –Vamos a llevarlo afuera y darle una clase de verdad.
-Está bien- Sam masticó la tostada alegremente –Quizás la visita de Yoko ya se haya ido y pueda ayudarnos.
-¿Visita?- preguntó Faye, cogiendo una taza del armario
-Vi a Yoko fuera con una mujer. La estaba abrazando con fuerza, le dio un beso y todo.
-Ella...- Faye derramó la canela en la encimera
-¡Mano tonta!- Sam exclamó riendo
-Ya...- Faye se mantuvo de espaldas a él mientras giraba la taza y cogía más chocolate caliente –Ahnn...¿cómo era esa mujer?- creyó que su tono de voz era lo suficientemente relajado, por lo menos para engañar a un pequeño de seis años.
-Era bajita, de cabellos negros. Estaban riendo y dados de la mano. Quizás sea su novia.
-Novia- repitió Faye entre dientes
-¿Qué ocurre, mamá?
-Nada. Está muy caliente- dados de la mano, pensó. Besándose. Tenía que echarle un vistazo a esa tipa -¿Por qué no vamos al porche, amor? A ver si Sunny vuelve a sentarse otra vez.
-Ok- Sam cogió el plato de tostadas –Me gusta comer fuera. Está bien
-Sí, está bien- Faye no se sentó al llegar al porche, pero se apoyó en el graderío de madera, con la taza en la mano.
No vio a nadie en el jardín de al lado, y eso era peor. Ahora podría imaginarse lo que Faye y la novia morena estaban haciendo allí dentro. Solas.
Se comió tres tostadas más, tragándolas con ayuda del chocolate, mientras pensaba en lo que le iba a decir a la srta. Yoko Apasra la próxima vez que la viera.
Si pensaba que podría besarla de la manera en que lo había hecho la noche anterior hasta el punto de casi hacerla estallar, y a la mañana siguiente entretenerse con una mujer cualquiera, estaba muy equivocada.
Iría a aclararlo todo, decirle lo que pensaba de aquello. Y cuando acabara, iba a...
Sus pensamientos se interrumpieron cuando Yoko apareció en la puerta de la cocina, llamando a alguien por encima del hombro.
-¡Yoo!- Sam se levantó del banco de un salto, haciendo señas y gritando -¡Yoo! ¡Hola!
Mientras Faye observaba con los ojos apretados, Faye se giró hacia ellos. Le pareció que dudaba en devolverle el saludo, y su sonrisa estaba algo contenida.
Pues claro, pensó Faye mientras se tomaba otro sorbo del chocolate. Cualquiera se pondría nervioso con una mujer extraña dentro de casa.
-¿Le puedo contar lo que ha hecho Sunny? ¿Puedo?
-Eh...- la sonrisa de la rubia se ensombreció cuando dejó la taza en el parapeto de madera –Sí, puedes
Tras coger algunas rebanadas de tostadas, Sam bajó corriendo los escalones, mientras gritaba al perro para que lo siguiera y para que Yoko lo esperara.
Faye también esperó hasta divisar a la mujer que salía de la casa para reunirse con Yoko. Era Guapa. Echó sus hombros hacia atrás, poniéndose derecha. Los cabellos de la mujer  eran muy negros y cortos.
Estaba bronceado, era delgada y elegante. Y Faye soltó el aire entre los dientes cerrados cuando la desconocida pasó el brazo alrededor de los hombros de Yoko, en un gesto que indicaba intimidad.
"Bien, eso lo veremos", Faye pensó mientras comenzaba a bajar las escaleras "Es lo que veremos ahora mismo"
Cuando llegó cerca de las rosas, Sam ya estaba hablando al cien por minuto sobre Sunny, y Yoko estaba riendo, con el brazo alrededor de la cintura de la mujer.
-Yo también obedecería si alguien me ofreciera una tostada con canela- dijo la mujer, guiñándole un ojo a Yoko
-Obedecerías si alguien te ofreciera cualquier cosa de comer- Yoko le dio un rápido abrazo, antes de reparar en la presencia de Faye junto a las rosas –Ah...- sería inútil maldecir el rubor que le subió al rostro –Buenos días
-¿Qué tal?- Faye balanceó la cabeza lentamente. Entonces sus ojos se movieron desconfiados hacia la mujer a su lado –No pretendíamos molestarte cuando estás con...visitas.
-No, todo bien, yo...- Yoko se interrumpió, confusa y desconcertada ante la tensión que planeaba en el aire –Becky, está es Faye Malisorn, madre de Sam. Faye, este es Becky Lertprasert Apasra , mi prima.
-¿Prima?- repitió Faye, y Becky ni se molestó en disimular la sonrisa que se abrió en su rostro.
-Menos mal que has hecho rápido las presentaciones, Yoko dijo ella –Me gusta mi nariz exactamente como está –Extendió la mano –Un placer. Yoko me estaba contando exactamente sobre los nuevos vecinos.
-Ella es quien tiene caballos, mamá
-Recuerdo- Faye encontró el apretón de mano de Becky firme y fuerte. Quizás hasta lo hubiera apreciado, si no fuera por el brillo de diversión que percibió en sus ojos -¿Se ha casado hace poco, verdad?
-Sí, de hecho mi...- se giró al escuchar la puerta de la cocina golpeando –Ah, aquí está. ¡La luz de mi vida!
Una mujer alta y delgada, llevando un mono y de cabellos rubios sueltos, se acercó con las botas llenas de polvo.
-No comiences con esas tonterías, Lertprasert.
-Mi novia vergonzosa- Era obvio que se divertían el uno con el otro. Becky cogió la mano de su esposa y la besó –Estos son los vecinos de Yoko, Faye y Sam Malisorn. Mi esposa y único amor, Freen Sarocha - presentó.
-Solo Freen- se apresuró en corregir –. Es una hermosa casa- añadió, haciendo un gesto en la dirección de la construcción vecina.
-Parece que la sra. Malisorn escribe cuentos de hadas, libros de fantasía, del mismo estilo que la tía Amy
-¿De verdad? Vaya, eso es interesante –Freen le sonrió a Sam –Apuesto a que te encanta
-Ella escribe las historias más bonitas del mundo. Y este es Sunny. Le hemos enseñado a sentarse. ¿Puedo ver tus caballos?
-Pues claro que sí- Freen se arrodilló para acariciar al cachorro.
Mientras Freen iniciaba una conversación con Sam sobre caballos y perros, Becky miró a Faye
-Sí, tiene una hermosa casa- dijo. En realidad, ella mismo ya había estado pensando en comprarla. Un brillo de humor surgió de nuevo en sus ojos –Y está muy bien situada.
-Nos gusta- Faye decidió que sería una tontería fingir que no había entendido la insinuación de Becky –Nos gusta mucho- en un gesto estudiado, pasó el dedo por el rostro de Yoko –Estás un poco pálida esta mañana, Yoko
-Estoy bien
No fue fácil mantener la voz firme, pero Yoko sabía muy bien lo fácil que le sería a Becky ver lo que estaba pasando. Ya hasta podía sentir la sutil intromisión de ella, y tenía la certeza de que también estaba metiendo la nariz mental en la mente de Faye.
-Si me permites- añadió –tengo que recoger algunas hojas de espino para Faye
-¿No recogiste esas hierbas anoche?
Yoko la encaró fijamente
-Tengo otros usos para aquellas hierbas
-Bueno, vamos a dejarlos solos. Ven, Faye cogió la mano del hijo –Un placer en conocerlos a los dos. Nos vemos más tarde, Yoko
Becky tuvo la sensibilidad de esperar a que Faye estuviera fuera del alcance de su voz.
-Vaya, vaya...Me voy por dos semanas, y mira el follón en que te has metido, prima
-No seas ridícula- Yoko le dio la espalda y echó a andar hacia los maceteros de hierbas –No me he metido en follón alguno.
-Querida mía, tu vecina de buen ver estaba a punto de saltarme al cuello, hasta el momento en que me presentaste como tu prima.
-Yo te habría defendido- dijo Freen solemnemente
-Mi heroína...
-Además- Freen continuó –he tenido la impresión de que estaba más dispuesta a agarrar a Yoko por los pelos que atacarte a ti.
-Están siendo absurdas- Yoko cortó las hojas sin mirar hacia arriba –Malisorn es una mujer muy gentil y educada.
-Estoy segura de que sí- murmuró Becky –Pero, una cosa es verdad, creyó que yo había invadido su territorio.
-¡Ah, sé humilde!- Freen le dio un codazo en las costillas
-Los hechos son los hechos, mi querida Freen. Invadí su territorio. ¡O es lo que ella pensó! Pero está claro que yo no le daría tanto valor si ella no hiciera tanto esfuerzo para defenderlo.
-Está claro- dijo Freen, irónica
-Dime, Yo, ¿hasta qué punto estás metida en esto?
-No es de tu incumbencia, Becky- Yoko se enderezó, cogiendo en un puño los haces de hierba –Y muchas gracias por haberte mantenido fuera, prima- dijo con ironía –Sentí bastante bien que estabas espiando.
-Y por eso me bloqueaste. Tu vecina no obtuvo tanto éxito.
-Eso es falta de educación, es muy grosera la manera en que espías a la gente con un parpadeo de ojos.
-Le gusta exhibirse- dijo Freen, solidaria
-¡Qué injusticia!- fingió estar ofendida, Becky balanceó la cabeza –Yo no espío con un parpadeo. Siempre tengo un excelente motivo para hacerlo. En este caso,ser tu prima que te quiere y no quiere verte sufrir de nuevo , siento que estoy en la obligación de investigar los hechos y las personas envueltas en ellos.
Freen se limitó a hacer una mueca, mientras Yoko sacaba pecho como un gallo.
-¿De verdad?- con los ojos como espadas, Yoko apretó el dedo en el pecho de Becky –Entonces déjame aclararte una cosa. Que sea menor no significa que necesite protección, ni orientación o cualquier cosa de un hombre, sea pariente o no. Cuido de mí misma hace treinta y un años.
-Vas a cumplir treinta y uno el año que viene- añadió Becky, solícito
-Y puedo continuar haciéndolo sola. Lo que hay entre Faye y yo...
-¡Ajá!- Becky alzó un dedo, en triunfo –Entonces hay algo entre ustedes
-¡Vete al infierno, Becky!
-Solo me habla así cuando sabe que está en un callejón sin salida- le dijo Becky a Freen
-Cuidado, o elaboraré una poción para que Freen te la eche en la sopa que te dejará las cuerda vocales congeladas por una semana.
-¿De verdad?- interesada ante la idea, Freen inclinó la cabeza -¿De verdad puedas prepararla?
-Estaría muy bien para ti teniendo en cuenta que soy yo el que cocina- Becky pinchó. Después dio un paso hacia delante y abrazó a la prima –Venga, Yo, no te enfades. Tengo que preocuparme por ti. Es mi función.
-No hay nada de lo que preocuparse- Pero Yoko ya se estaba ablandando
-¿Estás enamorada de ella?
Se puso tensa al instante
-¡Joder Becky, la conozco hace una semana!
-¿Y qué diferencia hay?- le mandó una mirada demorada a Freen, por encima del hombro de la prima –yo tardé menos tiempo que ese en darme cuenta de que el motivo de que Freen me irritara tanto era que estaba loco por ella. Ella tardó un poco más en entender que me amaba perdidamente. Pero Freen es de cabeza dura.
-Me voy a llevar esa poción, Yo
Ignorando la amenaza, ella dio un paso atrás, y miró a la prima de frente.
-Pregunto porque, definitivamente, Faye Malisorn nutre por ti algo más que una simple amistad de vecina. En realidad, ella...
-Basta, Becky. Sea lo que sea lo que hayas desenterrado de su mente, guárdatelo para ti. Hablo en serio- añadió Yoko, antes de que ella pudiera continuar –Prefiero hacer las cosas a mi manera.
-Ya que insistes- dijo ella, suspirando
-Insisto, sí. Ahora toma tus esporas, ve a casa y pórtate como un recién casada.
-Esa es la mejor idea que he escuchado hoy- aferrándose al brazo de su esposa con firmeza, Freen lo atrajo hacia ella –Déjala en paz, Becky. Yoko es perfectamente capaz de cuidar de sus propios asuntos.
-Pero, dependiendo del asunto, debería saber que...
-Fuera de aquí- conteniendo la risa, Yoko le dio un empujón –Fuera de mi jardín ahora mismo. Tengo más cosas que hacer. Si necesito un vidente, te llamo.
Becky se rindió y le dio un beso
-Llámame- una nueva sonrisa surgió en sus labios cuando se apartaba de brazos de su esposa –Creo que vamos a pasar a ver a Ize y Marissa
-Por mí bien- Freen lanzó una última mirada por encima del hombro –Me gustaría escuchar qué tienen que decir sobre esta Faye Malisorn
Becky rió y la apretó contra ella.
-Eres la mujer de mi vida
-No lo soy, no- ella le dio un sonoro beso –La tuya es enteramente mía

En los días que se sucedieron, Yoko se dedicó a trabajar dentro de la casa. No es que estuviera evitando a Faye, al menos, no mucho. Sencillamente tenía mucho que hacer. Sus stocks de medicamentos habían llegado a unos niveles lamentablemente bajos. Aquel mismo día, había recibido una llamada de una de sus clientes en Nueva York a quien se le había acabado el elixir para el reumatismo. Yoko tenía apenas el suficiente para mandarle, pero eso significaba que tenía que preparar más, lo más rápido posible. En aquel momento estaba elaborando una mezcla de prímula y agripalma, que hervía en un caldero en el fuego.
En una estancia contigua a la cocina, separada por una ancha puerta en arco, Yoko preparaba los destiladores, los condensadores, quemadores y tubos de ensayo, junto con los frascos, vasijas de plata y velas, todo dispuesto para el trabajo del día. Para un ojo inexperto, el sitio se asemejaba a un pequeño laboratorio de química. Pero había una marcada diferencia entre la química y la alquimia. En la alquimia había un ritual que había que seguir y la utilización meticulosa del tiempo astrológico.
Todas las flores, hierbas y raíces que había recolectado bajo la luna llena habían sido cuidadosamente lavadas en el rocío de la mañana. Otras, cogidas en las diferentes fases de la luna, ya había sido preparadas para usos específicos.
Tenía que destilar néctar de amapola, secar hisopo para que sirviera de jarabe para la tos. Necesitaba esencia de esclarea para un perfume exclusivo y aprovecharía para mezclarla con camomila para ayudar a la digestión. Tenía que terminar las infusiones, las cocciones y preparar los óleos e inciensos.
Tenía mucho que hacer, pensó Yoko, sobre todo cuando tenía que aprovechar la magia de las flores recolectadas en la luna llena. Le gustaba su trabajo, sentir los aromas que inundaban la cocina y el laboratorio, ver los graciosos pétalos rosados de las flores del orégano, el púrpura de las dedaleras, el toque anaranjado de las sencillas margaritas de campo.
Todas eran hermosas, y Yoko jamás se resistía al placer de colocarlas en jarrones y distribuirlas por toda la casa. Estaba experimentando una dilución de genciana, y haciendo una mueca ante el gusto amargo, cuando Faye llamó a la puerta de la cocina.
-Esta vez sí necesito azúcar- dijo ella, con una sonrisa rápida y hermosa –Soy la madre de la clase de esta semana y tengo que hacer tres docenas de biscochos para mañana.
Inclinando la cabeza hacia un lado, Yoko la analizó.
-¿Por qué no compras los bizcoches hechos?
-¿Qué madre de clase digna de ese nombre serviría bizcochos comparados para niños de primero? Una taza bastará
La imagen de Faye amasando bizcochos la hizo reír.
-Entra. Solo déjame que termine esto.
-Huele muy bien aquí dentro- Faye se agachó para espiar lo que había en los cazos que estaban al fuego -¿Qué estás haciendo?
-¡No!- gritó en el instante en que la rubia estaba a punto de meter el dedo en un cazo de cristal oscuro que se estaba enfriando en la encimera –Eso es belladona. Extremadamente prohibido para uso interno.
-Belladona- Faye frunció la frente -¿Estás preparando veneno?
-Estoy haciendo una loción, un analgésico para la neuralgia y el reumatismo. Y no es veneno si se prepara y administra adecuadamente. Es un sedante.
Aún intrigada, Faye miró en la estancia de al lado, con todo el equipo y los brebajes hirviendo.
-¿No necesitas tener un permiso, o algo así, para hacer estas cosas?
-Tengo un título en farmacología si eso te deja más tranquila- Yoko apartó su mano de uno de los tarros –Y esto no es para aficionados
-¿Tienes algo para el insomnio...aparte de la belladona? Sin querer ofender
Inmediatamente se preocupó
-¿Tienes problemas para dormir? ¿Tienes fiebre?- alzó la mano hacia la cabeza de ella, después se inmovilizó cuando Faye la agarró por la muñeca.
-Sí, a las dos preguntas. Y tú eres la causa y la cura- Faye se llevó su mano a los labios –Soy una mujer con deseos, Yoko. No consigo dejar de pensar en ti- giró su mano, y presionó sus labios en el pulso de la morena, sintiendo el palpitar acelerado de su corazón –Y no consigo dejar de desearte.
-Lamento haber perturbado tus noches
Faye arqueó una ceja
-¿Lo lamentas de verdad?
Yoko no pudo contener una sonrisa
-Al menos lo estoy intentando. Es difícil no sentirse lisonjeada ante la idea de que te quedas despierta pensando en mí. Y es difícil saber qué hacer- Yoko se giró para apagar el fuego –Yo también me he sentido algo agitada.
Ella cerró los ojos cuando sus manos se deslizaron por los hombros.
-Haz el amor conmigo, Yoko- Faye rozó su cuello con un beso –Te juro que no te haré daño
No a propósito, pensó ella. Nunca. Tenía tanto deseo. Sin embargo, ¿no se harían mutuamente daño si ella se entregaba a lo que quería, a lo que necesitaba de ella y le ocultase aquella parte de sí misma que la convertía en lo que era?
-Es un gran paso para mí, Faye
-Para mí también- con delicadeza, hizo que la mirara a los ojos – Nunca he tenido a nadie desde que Lux murió. En los últimos dos años me he acostado con una o dos mujeres, pero nada que significara algo más allá de llenar un vacío físico. Con ninguna de ellas deseé pasar mi tiempo, conversar, sencillamente estar a su lado. Me gustas mucho, Yoko- bajó los labios hacia los de ella, con todo el cuidado, lentamente –No sé cómo me has calado tan deprisa, pero ha sucedido. Espero que me creas.
Incluso sin un contacto verdadero, Yoko lo sintió. Y, de alguna forma, eso lo volvía todo más complicado.
-Creo en ti
-He estado pensando. Y desde que no duermo mucho, he tenido bastante tiempo para pensar- distraída, colocó un mechón detrás de su oreja –Aquella noche, fui demasiado deprisa y quizás te asusté
-No- entonces se soltó de Faye y se volvió hacia la encimera de la cocina, comenzando a colar uno de los brebajes en un frasco ya etiquetado –Sí, a decir verdad, creo que fuiste un poco deprisa.
-Si hubiera sabido que nunca has estado de esa forma con una mujer...
Con un suspiro, tapó el frasco.
-Esto es por elección, Faye. No necesitas sentirte incómoda por ello.
-Es que yo no pretendía...- exhaló un suspiro –Creo que lo estoy haciendo todo mal, ¿verdad?
Yoko escogió un embudo, otro frasco y retomó la tarea.
-Estás nerviosa
Con una pizca de frustración, Faye observó que las manos de ella estaban firmes, como roca, cuando cerró el siguiente frasco.
-Fui muy arisca contigo, y no debería haberlo sido. Por una serie de razones. El hecho de que no tengas experiencia es una de ellas.
-No fuiste arisca- ella continuó trabajando para esconder su propio nerviosismo, que era tan intenso como el de ella. Pero, siempre que pudiera concentrarse en lo que hacía, podría, al menos, fingir estar calmada y confiada –Eres una mujer pasional. No tienes que disculparte.
-Te pido disculpas por haberte presionado. Y por haber venido hoy con toda la intención de mantener las cosas ligeras y fáciles, y voy y te presiono de nuevo.
Yoko sonrió, mientras llevaba los cazos vacíos al fregadero.
-¿Es esto lo que estás haciendo?
-Me prometí a mí misma que no te iba a pedir que fueras conmigo a la cama, aunque te quisiera allí. En realidad, había planeado invitarte a pasar algún tiempo conmigo. Para cenar, o salir, o cualquier cosa que las personas hacen cuando se están conociendo mejor.
-Me gustaría cenar, o salir, o cualquier cosa
-Genial- no había sido tan difícil, concluyó – Quizás este fin de semana. El viernes por la noche. Conseguiré una niñera- se puso seria –alguien en que pueda confiar.
-Pensé que ibas a prepararnos la cena a Sam y a mí
Un peso fue quitado de la consciencia de Faye
-¿No te importaría?
-Todo lo contrario, me encantaría
-Entonces, está bien- Faye agarró su rostro entre las manos –Muy bien- el beso que se dieron fue leve y dulce –Viernes, entonces- repitió
No fue difícil sonreír, aunque Yoko sintiera que todo su cuerpo había sido sacudido por un pequeño terremoto.
-Llevaré el vino
-Perfecto- Faye quería besarla de nuevo, pero se contuvo –Nos vemos el viernes, entonces
-Malisorn - Yoko la hizo pararse antes de llegar a la puerta -¿No habías venido a pedir azúcar?
Faye sonrió
-Mentí
Yoko estrechó los ojos
-¿Quieres decir que no eres la madre de la clase de la semana y no vas a preparar bizcochos?
-No, esa parte es verdad. Pero tengo cinco kilos de azúcar en la despensa. Eh, no me mires así, ¡dio resultado!
Faye echó el aire hacia fuera cuando atravesó la puerta.

BELIEVE (FAYEYOKO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora