Capitulo 10

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Un relámpago de atónita excitación atravesó el cuerpo de Yoko en el instante en que Faye le soltó el cinto de seguridad y la atrajo hacia su regazo. Las manos de la rubia la apretaban, los labios exigían. No era la misma Faye que la había amado con tanta delicadeza, llevándola a aquel dulce placer con manos pacientes y promesas susurradas. Su amante de mañanas silenciosas y tardes perezosas se había vuelto sombría, algo peligrosa, de una manera a la que Yoko era incapaz de resistirse.
Yoko  podía sentir la sangre bullendo bajo la piel cuando Faye  la tocaba con las rudas e impacientes manos. Era la impetuosidad que había probado aquella primera vez, en el jardín iluminado por la luna, con el perfume de las flores maduras y excitantes. Una explosión de deseos urgentes era lo que la rubia sugería bajo toda aquella paciencia y control.
En un consentimiento inconsciente, Yoko se pegó a Faye, deseando, ansiosa y lista, pisar cualquier camino que Faye escogiera.
Su cuerpo se estremecía violentamente con los toques de Faye, parecía que las manos de la rubia se habían multiplicado. Faye escuchó su gemido ahogado contra los ávidos labios, sintió la intensidad del placer cuando Yoko hundió sus dedos desesperadamente en sus cabellos, tirándose más hacia ella. El loco pensamiento que cruzó su mente fue que podría poseerla allí mismo, en el coche, antes de que la razón las hiciera frenar.
Faye le rasgó parte de la blusa, ansiando el sabor de la piel de la morena. El sonido de la tela rasgándose fue ignorado cuando Yoko jadeó al sentir a la rubia distribuyendo besos y lamidas por su cuello y hombro. Bajo los hambrientos labios, el pulso latía errático. El sabor de Yoko era caliente y dulzón por el placer.
Con un violento gemido, Faye abrió la puerta y sacó a Yoko . Sin preocuparse por cerrarla, mitad cargándola, mirad empujándola llevó a la morena a través del césped.
-Faye ...- Yoko intentó mantenerse en pie y perdió uno de sus zapatos –Faye , el coche. Dejaste las llaves...
Faye la agarró por el pelo, tirándose hacia atrás su cabeza. Los ojos de la rubia, ah, aquellos ojos, Yoko pensó, temblando por algo más profundo que el miedo. El ardor que veía en ellos la penetró hasta el alma.
-¡Al infierno el coche!- Faye la besó, hasta sentirse mareada, aturdida y luchando por respirar -¿Sabes lo que haces conmigo?- susurró Faye, en una pausa para respirar –Cada vez que te veo, Yoko ...- la llevó al porche sin dejar de tocarla –Tan hermosa, suave y serena, con algo ardiendo en el fondo de esa mirada
Empujó a la morena contra la pared, presionándola, besando los carnosos labios con mucha hambre. Había algo más en los ojos de Yoko ahora. Faye podía ver que estaba extremadamente excitada. Era como si las dos tuvieran consciencia de que todo el deseo absurdamente insano que la rubia había mantenido atrapado dentro de ella durante esas semanas se estaba liberando de repente.
Con la respiración jadeante escapando de los labios, Faye  le agarró el rostro entre sus manos.
-Dime, Yoko , dime que me deseas. Ahora. A mí manera.
Yoko temía no ser capaz de hablar, pues sentía la garganta seca y aquella necesidad tan loca.
-Te deseo- el tono ronco de su voz hizo que las llamas de deseo crecieran aún más dentro de Faye  –Ahora, de cualquier manera
Faye prendió los dedos en lo que había sobrado de la blusa de Yoko y vio sus ojos nublarse cuando la rompió aún más. Abrió la puerta con una patada, la morena osciló hacia atrás, pero enseguida fue agarrada en un tórrido abrazo. Como su blusa, el control de Yoko estaba hecho pedazos. Las manos de Faye  la agarraban por la cintura, después la levantaron haciendo que sus piernas rodearon la cintura de la rubia. Faye llevó su boca a sus pechos aún por encima del sujetador. Tan enloquecida como Faye , Yoko arqueó el cuerpo hacia atrás, las manos agarrando los rubios cabellos.
-Faye ...por favor- la súplica escapó de sus labios, pidiendo más
Malisorn la bajó, solo para poder capturar sus labios una vez más. Los dientes raspaban eróticamente en sus labios hinchados, la lengua se hundía hasta el fondo. Entonces, la rubia sintió que podría estallar, en el instante en que Yoko comenzó a quitarle la ropa frenéticamente.
Caminaron, a tropezones, en dirección a las escaleras, tirando y arrancando las ropas. Los botones de la camisa de Faye se esparcieron por el suelo. Las manos ávidas de la rubia apretaban el cuerpo moreno, marcando y arañando, mientras llegaban al pie de las escaleras.
-Aquí- Faye la empujó hacia el suelo, y bajó con ella –Aquí mismo
La rubia pudo entonces saciar su hambre, recorriendo con su boca toda la piel de Yoko , explorando sin piedad cada parte de aquel maravilloso cuerpo, le tomó su intimidad desesperadamente, chupando, lamiendo, besando, Faye se estaba dando un banquete tras todo el hambre y el deseo que sentía, llevando a Yoko sin ninguna pausa a donde deseaba. No había ninguna paciencia, ningún rígido control. La morena que gemía alto, ora agarraba con fuerza los cabellos rubios,  le arañaba los hombros mientras se movía hacia la boca de la rubia.
Cuando Faye subió para tomarle los labios, Yoko le correspondió con pasión, tirando de Faye  con tanto ahínco y ansiedad probando su propio sabor. Yoko se sentía invencible, inmortal, absolutamente libre. Su cuerpo estaba vivo, nunca había estado tan vivo, con el corazón disparándosele locamente en el pecho. El mundo giraba a su alrededor, en una mezcla de colores, luces, dando vueltas más y más, hasta que se vio obligada a agarrarse al pilar de las escaleras para evitar caer en los límites del universo.
Sus dedos emblanquecieron aferrados al pilar de madera cuando Faye se colocó sobre ella, pegando aún más sus cuerpos, las bocas ansiosas, frenéticas, experimentándose, saboreándose una a otra. Yoko contuvo un grito cuando la rubia intercaló sus piernas juntando sus vaginas haciéndola volar a un espacio infinito y caliente.
Los gemidos que ambas emitían mostraban que estaban más allá de los límites de lo sano y racional. Se movían locamente sin dejar de besarse hasta que fueron tomadas por el ápice, estremeciéndose, con las respiraciones entrecortadas y los brazos buscando a la otra mientras alcanzaban un mundo nuevo.
Las manos de Yoko deslizaban suavemente por la espalda sudada de Faye. La morena estaba demasiado embotada para sentir la dureza del suelo de madera bajo su cuerpo. Quería abrazarla, pero todas sus fuerzas habían desaparecido. No era posible focalizar la mente en lo que acababa de suceder. Todo lo que recordaba venía en flashes de sensaciones, en explosiones de emociones.
Aquel era el lado más oscuro y denso del amor, y nada podría haberla preparado para eso. Si aquella necesidad terrible era lo que vivía dentro de Faye , Yoko no podía comprender cómo la rubia había podido contenerlo por tanto tiempo.
Yoko giro el rostro bañado de sudor y le besó su blanco cuello.
Debajo del cuerpo de la rubia, que aún temblaba, Yoko estaba inmóvil como las aguas de un lago. Faye se esforzó para volver a la realidad. Tenía que moverse. Después de todo lo que le había hecho a Yoko , debía estar aplastándola. Pero cuando comenzó a darse la vuelta, Yoko emitió un pequeño sonido de desagrado, que alivió su consciencia.
-Ven, pequeña, déjame ayudarte
Faye se levantó y cogió un pedazo de la blusa rasgada, en un intento de cubrirla. Conteniendo una palabrota, lo tiró lejos de nuevo. Yoko se había girado un poco hacia un lado, obviamente buscado algo de comodidad.
Por el amor de Dios, pensó Malisorn con disgusto, la había poseído como si fuera una maníaca.
-Yoo...- Faye  encontró lo que quedaba de su camisa e intentó pasarla por sus hombros –Yoko , no sé cómo explicarlo
-¿Explicar?- la voz ronca era casi inaudible. Y Yoko sentía la boca seca
-No hay ninguna explicación posible...Déjame ayudarte- el cuerpo de la morena resbalaba como cera entre los brazos de Faye  –Voy a coger algo para que te pongas, o...
-Creo que no puedo levantarme- Yoko se humedeció los labios, sintiendo el gusto de la rubia –Al menos por uno o dos días. Pero está todo bien. Me quedo aquí mismo.
Frunciendo el ceño, Faye intentó interpretar lo que había escuchado en su voz. No era rabia. Ni tampoco angustia. Parecía que...estaba muy satisfecha.
-¿No estás enfadada?
-¿Hummm? ¿Debería estarlo?
-Bueno, yo...Prácticamente te he atacado. Realmente te ataqué, casi te poseo en el asiento del coche, rasgué tu ropa, te arrastré hasta aquí y devoré lo que quedaba de ti a los pies de las escaleras.
Con los ojos cerrados, Yoko respiró hondo y después suspiró, con una ligera sonrisa.
-Sí, es verdad. Y ha sido la primera vez que alguien me ha devorado. Creo que nunca más pasaré por unas escaleras sin recodar esto.
Delicadamente, Faye le tocó el rostro hasta que la morena abrió los ojos.
-Es que al menos pretendía haber llegado al cuarto
-Creo que, de una forma u otra, acabaremos llegando allí- reconociendo la preocupación en los ojos , Yoko le agarró la muñeca –Faye , ¿crees que me enfadaría por el hecho de que me desees de esta manera?
-Pensé que te enfadarías porque esta no es la manera a la que estás acostumbrada
La morena se sentó con algún esfuerzo, haciendo una mueca al sentir los dolores que se transformarían en manchas violáceas en poco tiempo.
-No estoy hecha de cristal. Y cualquier forma de amor es correcta. Pero...- pasó los brazos por el cuello de la rubia y sonrió, maliciosa –En las circunstancias dadas, estoy contenta de que al menos hayamos conseguido esperar hasta entrar en casa.
Faye deslizó las manos por las caderas de la morena, por el placer de atraer su cuerpo contra ella.
-Mi vecina es bastante liberal
-No es la primera vez que me lo dicen- Yoko le mordisqueó ligeramente el labio. Recordando el placer que Faye le había proporcionado con ellos, comenzó un lento camino por el cuello de la rubia –Felizmente, mi vecina entiende bien de pasiones. Dudo que pueda hacer algo que la asombre. Incluso aunque le diga que siempre invento fantasías con ella durante la noche, cuando estoy sola en la cama.
Era imposible, pero Faye se sintió estremecer pegada a ella. El deseo profundo, ardiente, comenzó a surgir otra vez.
-¿Ah sí? ¿Qué tipo de fantasías?
-De verla viniendo hacia mí- la respiración de Faye  se aceleró cuando Yoko comenzó a besarla en los hombros –viniendo a mi cama cuando la tempestad estalla en el aire. Puedo ver sus ojos bajo el brillo de los relámpagos, y sé que ella me desea de una manera en que nunca nadie me ha deseado ni me deseará.
Sabiendo muy bien que si no tomaba una actitud, acabarían tiradas de nuevo en las escaleras, Faye  se levantó y la ayudó a hacer lo mismo.
-Únicamente no puedo darte los relámpagos
Yoko sonrió, mientras Faye la cargaba hacia el cuarto.
-Ya me los has dado Malisorn.

BELIEVE (FAYEYOKO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora