Capitulo 9

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-Respira. ¡Venga, mi amor, respira!
-Estoy respirando- pronunció Ize entre respiraciones jadeantes, y apenas consiguió mandarle una mirada fulminante a Marissa-¿Qué coño crees que estoy haciendo sino respirar?
Ize llegó a la conclusión de que ya había ultrapasado sus propios límites. Ize ya la había insultado con todos los insultos que conocía, y hasta algunos que se había inventado. Yoko había dicho que ya estaban casi al final, y Marissa se agarraba a eso tan desesperadamente como Ize le agarraba la mano. Así que, se limitó a sonreír a la esposa y humedecerle la cabeza con un paño.
-Estás rezongando, gritando y amenazando- le besó ligeramente los labios, aliviada al ver que no la había mordido –No me vas a transformar en un insecto ni en una cabra de dos cabezas, ¿verdad?
Ize  rió, gimió y dejó escapar el último soplo de aire
-Puedo pensar en algo más creativo que eso. Tengo que sentarme. ¿Yoo?
-Marissa, ponte detrás de ella. Agárrale la espalda. Será rápido ahora- arqueando su propia espalda, sintiendo los ecos de los dolores de Ize , Yoko comprobó una última vez para ver que todo estaba a punto.
Había cobertores calentados al fuego, agua caliente, los instrumentos quirúrgicos y las tijeras ya estaban esterilizados, los cristales brillando en todo su poder.
Amelia permanecía al lado de la hija, los ojos iluminados por la comprensión y la preocupación. Imágenes de sus propias horas de parto, en aquella misma cama, surgieron rápidamente en su memoria. Aquella misma cama, pensó mientras apartaba las lágrimas de sus ojos, donde su hija ahora luchaba a través de los últimos momentos, de los últimos dolores.
-No empujes hasta que yo te lo diga. Sopla, sopla- Yoko repetía mientras sentía la contracción crecer dentro de ella misma, un dolor terrible que provocó una capa de sudor en su piel. Ize se quedó rígida, luchó contra la necesidad de tensarse, y luchó por hacer lo que Yoko le ordenaba –Bien, bien. Estás casi al final, querida, te lo prometo. ¿Ya escogisteis los nombres?
-Me gustan Homer y Moe- dijo Marissa , acompañando la respiración de la esposa hasta que ella pudo darle un codazo –Está bien, entonces Lisa y Bart, pero solo si tenemos la parejita.
-No me hagas reír ahora, idiota- pero rió, y el dolor se alivió un poco –Quiero empujar. Necesito empujar
-Si son dos niñas- Marissa continuó, en un tono que rozaba el desespero –quiero se sean Lucy y Malwee- presionó el rostro de su esposa
-Son dos niños, y serán Alex y George- la risa de Ize adquirió un tono ligeramente histérico mientras extendía los brazos para agarrarse al cuello de Marissa  –Dios mío, Yooo, necesito...
-Aguantar un poco más- Yoko completó la frase –Ahora, Ize , venga. Empuja
Entre risas y lágrimas, Ize luchó por traer la vida a aquel cuarto.
-¡Ah, Dios!- allá fuera, un relámpago cortó el cielo sin nubes y un trueno resonó en su pista celestial
-Está bien, amor- Marissa comenzó, pero de repente no podía pensar en nada más -¡Mira! ¡Ay, Dios mío! ¡Mira eso!
A los pies de la cama, Yoko giraba la cabeza del bebé, con delicadeza y competencia.
-Aguante firme ahora. Sé que es difícil, pero aguante solo un minuto más. Sopla. Eso, así. La próxima vez será más fácil.
-¡Tiene pelo!- exclamó Marissa en un hilo de voz. Su rostro estaba mojado de sudor y lágrimas como el de Ize–Mira eso...¿Qué es?
-Aún no he llegado a esa parte- Yoko envió una sonrisa a la prima –Muy bien, llegó la hora del gran premio. Aguante un poco más, querida, y veremos quién está aquí, si Lisa o Bart.
Riendo y gritando, Ize dio a luz al bebé, mientras Yoko lo acogía en sus manos. Cuando el primer grito agudo e indignado resonó por la habitación, Marissa hundió el rostro en los cabellos de la esposa.
-Ize . Dios mío, Ize ...nuestro bebé
-Nuestro- ya olvidada del dolor, con los ojos iluminados, Ize extendió las manos para que Yoko depositara allí el pequeño volumen que se removía. En el idioma de su sangre, murmuró algo a la criatura, mientras las manos la acariciaban dándole la bienvenida.
-¿Qué es?- con mano trémula, Marissa tocó la minúscula cabeza –Olvidé mirar
-Tienen un niño- anunció Yoko.

Al sonido del primer llanto, la conversación en la sala se interrumpió súbitamente. Todas las miradas se giraron hacia las escaleras. Había silencio, inmovilidad. Emocionada, Faye miró a su propio hijo, que dormía pacíficamente en el sofá, con la cabeza recostada en el confortable regazo de Patrick.
De repente, ella sintió un temblor bajo sus pies, vio el vino moverse en la copa. Antes de poder hablar, Damien estaba quitándose su sombrero y dando una sonora palmada en la espalda de Matthew.
-Un nuevo Apasra- dijo, y cogió la copa para brindar –Un nuevo legado
Con los ojos inundados de lágrimas, Camilla se acercó para darle un beso a su cuñado.
-Bendito sea.
Faye estaba a punto de dar sus felicitaciones cuando Becky atravesó la sala. Encendió una vela blanca, después una dorada. Cogió una nueva botella de vino, abrió el lacre y sirvió el dorado líquido en un cáliz de plata labrada.
-Una estrella amanece en la noche. Vida por vida, sangre a través de la sangre para generar su luz. A través del amor ha sido dado el regalo del nacimiento, y desde el primero hasta el último soplo, caminará por la tierra. El otro regalo viene a través de la sangre y de la carne, y a él corresponderá aceptarlo y poseerlo. Encantamientos de la luna, poderes del sol. Sin jamás olvidar que ningún mal será hecho.
Becky pasó el cáliz a Matthew, que fue el primero en beber. Fascinada, Faye vio cómo los Apasra se pasaban el cáliz de vino de uno a otro. ¿Sería una tradición?, se preguntó.
Cuando el cáliz le fue dado a ella, se sintió honrada y lisonjeada. En el instante que comenzó a beber, otro sonido de llanto se escuchó, anunciando la llegada de una vida más.
-Dos estrellas- dijo Matthew, en un tono enronquecido de orgullo –Dos regalos.
Entonces la solemne atmosfera fue rota cuando Patrick hizo aparecer una lluvia de confeti y serpentinas. Mientras lanzaba un silbido de conmemoración, Aine estallaba en una risa de alegría.
-¡Viva!-Dijo ella señalando el reloj que acababa de dar medianoche –Este es el mejor Halloween que hemos tenido desde que Patrick hizo volar a aquellos cerdos –ella sonrió a Faye –Es un niño incorregible.
-Cerdos...- Faye comenzó a hablar, pero el grupo se reunió junto a Amelia que acababa de entrar en la sala.
Ella fue derecha al marido, que la abrazó con fuerza.
-Están bien- Amelia se secó las lágrimas de felicidad –Están todos bien, y hermosos. Tenemos un nieto y una nieta, mi amor. Y nuestra hija nos invita a todos a subir para darles la bienvenida.
Sin querer entrometerse, Faye quedó atrás cuando el grupo se amontó para salir de la sala. Becky se paró en el umbral y arqueó una ceja en dirección a ella.
-¿No vienes?
-Creo que la familia...
-Has sido aceptada- dijo Becky en tono breve, sin estar muy segura de si estaba de acuerdo con el resto de los Apasra. Ella no se había olvidado lo herida que Yoko había estado ya una vez.
-Una manera extraña de arreglar las cosas- Faye mantuvo un tono calmo para controlar la súbita irritación que la invadió –Sobre todo teniendo en cuenta que tú no te sientes así
-No importa- Becky inclinó la cabeza, en un gesto que Faye interpretó como desafío o aviso. Sin embargo, cuando miró hacia el sofá, la expresión de Becky  se suavizó –Imagino que Sam se sentirá decepcionada si no lo despiertas y lo llevas a ver a los bebés.
-Pero preferirías que no lo hiciera
-Yoko prefiere que tú lo hagas- Becky replicó –Y eso es lo que importa-se encaminó de nuevo hacia la puerta, y se paró –Le harás daño, Faye. Yoko no es de derramar lágrimas, pero las derramará por ti. Y porque amo a mi prima, tendré que perdonarte por eso.
-No veo...
-No- Becky la interrumpió –Pero yo sí lo veo. Trae al chico, Malisorn , y júntate a nosotros. Esta es una noche de bondad y pequeños milagros.
Sin saber por qué las palabras de Becky la dejaba tan irritada, Faye se quedó mirando hacia el umbral vacío. No tenía que probarle nada a esa prima superprotector e insolente. Cuando Sam se removió en el sofá y abrió y cerró sus ojitos somnolientos, ella arrancó a Becky de su mente.
-¿Mamá?
-Estoy aquí, amor-Faye se inclinó y lo cogió en brazos –Adivina
Sam se restregó los ojos
-Tengo sueño
-Ya nos vamos a casa, pero creo que primero hay algo que te gustaría ver- mientras él bostezaba y recostaba la cabeza en su hombro, ella lo subió escaleras arriba.
Los parientes de Yoko estaban todos reunidos alrededor de la cama, haciendo más ruido de lo que Faye pensaba que fuera normal, incluso tratándose de un parto en casa. Marissa estaba sentada en el borde de la cama, al lado de Ize , agarrando a un bebé en sus brazos y sonriendo como una boba.
-Se parece a mí, ¿no creen?- preguntaba a nadie en particular –La nariz. Tiene mi nariz.
-Esta es Alycia- informó Ize, rozando la carita de la bebé con su rostro –James está conmigo.
-Claro. Bueno, entonces ella tiene mi nariz- Marissa miró a su hijo –él tiene mi barbilla
-Tiene la barbilla de los Apasra- corrigió Damien –Firme como una lanza
-¡Bah!- exclamó Aine en tono de desprecio –Los dos han heredado todo de los Lertprasert, de arriba abajo. Nuestro lado de la familia siempre ha tenido los genes más fuertes.
Mientras todos estaban dando sus opiniones en la discusión, Sam emergió del sueño y estiró la cabeza.
-¿Estos son los bebés? ¿Han nacido? ¿Puedo ver?
-Dejen pasar al niño- Patrick le dio un codazo al hermano, abriendo paso –Quiere mirar
Sam mantuvo el brazo alrededor del cuello de su madre, mientras se inclinaba hacia delante.
-¡Ah!- sus ojillos cansados se iluminaron cuando Yoko cogió a un bebé en cada brazo y los levantó para que Sam los viera –Son tan pequeñitos- con mucho cuidado pasó su dedito por el rostro primero de uno, y después del otro.
-Un príncipe de las hadas y una princesa de las hadas- Patrick se pronunció
-Pero no tienen alas- dijo Sam, riendo
-Algunas hadas no necesitan alas- Patrick guiñó a la hija –Porque ellas tienen alas en sus corazones
-Y estas haditas de aquí necesitan ahora descansar y silencio- Yoko se giró y puso los bebés en los brazos de Ize– Y la mamá de ellos también
-Me siento bien
-Aun así...- la mirada de aviso que Yoko les mandó por encima del hombro hizo que los Apasra comenzaran a salir del cuarto, aunque reluctantes.
-Faye- Ize la llamó -¿Puedes esperar un poco y llevar a Yoo a casa? Está exhausta.
-Estoy perfectamente bien. Ella tiene que...
-Claro que sí- interrumpió Faye. Colocó mejor a Sam en sus brazos, mientras él bostezaba –A tu ritmo, te espero abajo
Yoko necesitó quince minutos más antes de comprobar que Marissa había entendido las instrucciones. Ize ya comenzaba a adormecerse, cuando cerró la puerta y dejó a la nueva familia a solas.
Realmente estaba exhausta, y los poderes de sus cristales casi agotados. Durante casi doce horas había enfrentado los dolores del parto con su prima, tan cercanamente conectadas como le había sido posible. Su cuerpo estaba pesado de cansancio, su mente embotada por la fatiga. Era el resultado normal de una fuerte conexión empática.
Vaciló un poco cuando comenzó a descender las escaleras, pero se enderezó y agarró el amuleto de hematites, para captar lo que quedaba de sus fuerzas.
Cuando llegó a la sala, ya se sentía un poco más firme. Y allí estaba Faye, medio dormida en un sillón junto al fuego, con Sam enroscado en su regazo. La rubia abrió los ojos. Y sonrió.
-Tengo que admitir que todo este escenario ha sido un poco loco, pero has hecho un gran trabajo allí arriba.
-Siempre es una maravilla ayudar a traer vida a este mundo. Pero no tenías que quedarte aquí todo el tiempo.
-Quise quedarme- Faye besó la cabeza de Sam –Y él también. Será el suceso de la clase, el lunes, cuando cuente la historia.
-Ha sido una larga noche para él, y será inolvidable- Yoko  se restregó los ojos, casi como Sam hizo antes de volver a dormirse -¿Dónde están todos?
-En la cocina, atacando la comida y bebiendo. Yo decidí parar, pues he bebido más vino de lo que debería- Faye le ofreció una sonrisa pícara –Momentos atrás, podría jurar que sentí la casa estremecerse, así que creí mejor comenzar a tomar café- hizo un gesto señalando la taza en la mesa de al lado
-Y ahora te quedarás despierta el resto de la noche. Voy a despedirme de ellos rápidamente y, si quieres, puedes ir llevando a Sam al coche.
Fuera, la rubia inspiró profundamente el aire frío de la noche. Yoko tenía razón, estaba completamente despierta. Tendría que ponerse a trabajar, al menos, dos horas, hasta que el efecto del café pasara, y era muy probable que pagase el precio al día siguiente. Pero había valido la pena. Miró por encima del hombro, hacia la ventana iluminada del cuarto de Ize . Había valido la pena cada minuto.
Le quitó las gafas a Sam y lo recostó en el asiento trasero.
-¡Qué noche hermosa!- murmuró Yoko acercándose –Creo que todas las estrellas están iluminadas
-Dos nuevas estrellas- intrigada, Faye abrió la puerta para Yoko–Fue lo que Matthew dijo. Fue realmente hermoso y emocionante. Becky hizo un brindis, hablando sobre la vida, dones y estrellas, y todos bebieron de un cáliz de vino. ¿Es una tradición de tu familia?
-De cierta forma- Yoko recostó la cabeza en el asiento, en cuanto Faye arrancó el motor. Segundos después, estaba durmiendo.

Cuando Faye paró frente a su casa, se preguntó cómo iba a conseguir llevar a los dos a la cama. Salió, abrió la puerta con cuidado, pero Yoko ya estaba despertándose.
-Espera que lo lleve adentro, y después puedo acompañarte
-No, estoy bien- somnolienta, Yoko salió del coche –Te ayudo con él- rió, al juntar todos los animales de peluche –Papá siempre exagera. Espero que no te importe.
-¿Estás de broma? Estuvo genial con Sam . Vamos, chico- Faye lo cogió en brazos y, con esas maneras de los niños, él siguió totalmente relajado –Le encantó también tu madre, y todos los demás. Pero tu padre, sin duda, fue el héroe de la noche. Imagino que ahora me atormentará para que vayamos a Irlanda a visitarlo en su castillo.
-A él le encantaría- agarrando los peluches, Yoko los siguió adentro.
-Puedes dejarlos todos ahí mismo. ¿Quieres un coñac?
-No, gracias- ella dejó los peluches en el sofá, después se tocó los hombros doloridos –Me gustaría un té. Puedo prepararlo mientras metes a Sam en la cama.
-Genial. No tardo.
Un quejido emergió de debajo de la cama de Sam cuando Faye lo recostó.
-¡Qué lindo perro guardián! Somos nosotros, tonto.
Bastante aliviado, Sunny se deslizó hacia fuera, moviendo la cola. Esperó que Faye  le quitase los zapatos y el disfraz a Sam , después saltó a la cama.
-Como vayas a despertarme a las seis de la mañana, juro que te grapo esos hocicos de cachorro. Sunny bajó la cola y cerró los ojos.
-No sé por qué no escogimos un perro más listo, ya que teníamos que comprar uno- decía Faye cuando entraba en la cocina –Habría sido bien...- se calló de repente
El hervidor estaba pitando en el fuego. Las tazas habían sido colocadas en la mesa, y la tetera estaba a la espera. Y Yoko estaba sentada, con la cabeza apoyada en los brazos sobre la mesa, durmiendo profundamente.
Bajo la fuerte luz, los parpados de Yoko  lanzaban sombras en su rostro. Faye esperaba que fuera la frialdad de la luz la que la hacía parecer tan pálida y delicada. Los cabellos cayendo por sus hombros. Los labios suaves estaban ligeramente abiertos.
Mirándola, Faye  pensó en la joven princesa que quedaba dormida bajo el encantamiento de un hada, y dormiría hasta que un beso de amor la despertara.
-Eres tan hermosa- Faye le tocó los cabellos, cediendo al impulso. Nunca la había visto dormir y sintió una urgencia súbita de cogerla en brazos y llevarla a su cama, poder abrir los ojos a la mañana siguiente y verla despertar a su lado -¿Qué hago?
Suspirando, se apartó de ella y fue a apagar el fuego. Con la misma delicadeza que había usado con Sam , la cogió en brazos y, como Sam , Yoko siguió inerte y relajada.
Apretando los dientes ante los nudos que se contraían en su estómago, Faye la subió y la acostó en su cama.
-No sabes cuánto he deseado tenerte aquí conmigo- dijo en un susurro, mientras le quitaba los zapatos –En mi cama...la noche entera- la tapó, y yoko suspiró, moviéndose en el sueño y acurrucándose en las almohadas de la rubia.
Los nudos en su estómago se desanudaron cuando Faye se reclinó para besarla ligeramente en los labios.
-Buenas noches, pequeña.

Llevando un pijama de Batman, Sam entró en el cuarto de su madre antes del amanecer. Había tenido un sueño, una pesadilla sobre la casa del terror de la escuela, y quería el consuelo y el calor de su madre.
Ella siempre hacía que los monstruos se marcharan.
Se arrastró hasta la cama y subió, encogiéndose junto a ella. Y solo entonces se dio cuenta de que no era ella quien estaba ahí, sino Yoko .
Fascinado, Sam se enroscó. Deditos curiosos juguetearon con los cabellos de Yoko . En su sueño, Yoko murmuró y acurrucó a Sam en sus brazos, abrazándolo con cariño. Extrañas sensaciones invadieron al pequeño. Aromas diferentes, texturas diferentes y, aún así, se sintió amado y seguro, de la misma manera que se sentía cuando estaba con su madre. Recostó la cabeza en el pecho de Yoko y, confiado, se durmió.

Cuando despertó, Yoko sintió brazos alrededor de ella, brazos pequeños y relajados. Desorientada, miró a Sam y, después, barrió el cuarto.
No era su habitación, dedujo. Ni la de Sam. Era la de Faye.
Mantuvo al pequeño junto a ella, mientras intentaba recordar lo que había pasado.
Lo último que recordaba era haberse sentado después de poner el agua a hervir. Cansada, estaba tan cansada. Había apoyado la cabeza por un instante y...y, obviamente se había quedado dormida.
Entonces, ¿dónde estaba Faye?
Giró la cabeza con todo cuidado, sin saber si estaba aliviada o decepcionada al ver que el otro lado de la cama estaba vacío. No habría sido muy sensato, dadas las circunstancias, pero sería tan maravilloso si pudiera acurrucarse con la rubia de la misma forma en que Sam lo hacía con ella.
Cuando se giró, vio que los ojos del pequeño estaban abiertos, mirándola.
-Tuve una pesadilla- el pequeño contó, en un murmullo matinal apresado –Con el caballero sin cabeza. Él se estaba riendo, riendo y corriendo tras de mí.
Yoko se inclinó para besar la cabeza del pequeño
-Apuesto a que no te alcanzó
-No. Me desperté y vine a llamar a mamá. Ella siempre manda los monstruos fuera. Los que están en el armario, debajo de la cama, en la ventana, y en todos los lugares. Pero tú estabas aquí y, no tuve miedo de ti. ¿Vas a dormir siempre en la cama de mamá ahora?
-No- Yoko pasó la mano por los cabellos del pequeño –Creo que los dos nos quedamos dormidos y tu madre tuvo que llevarnos a la cama.
-Pero es una cama grande- Sam añadió –Hay bastante espacio. Ahora yo tengo a Sunny que duerme conmigo, pero mamá está sola todas las noches. ¿Quigley duerme contigo?
-A veces- Yoko respondió, aliviada ante el cambio de tema –Él debe estar pensando en dónde estaré
-Creo que él lo sabe- dijo Faye desde la puerta. Estaba solo con una camiseta tipo top y un short de algodón, tenía los ojos hinchados de sueño y los cabellos presos en un moño deshecho. El gato se enroscaba en sus piernas –Estuvo maullando y arañando la puerta de atrás hasta que lo dejé entrar.
-Ah...- Yoko apartó los cabellos de su rostro y se sentó –Perdóname. Parece que se ha despertado.
-Acertaste de pleno
Faye entrelazó los dedos tras la espalda, mientras el gato saltaba a la cama y comenzaba a maullar y a quejarse a su dueña. Los nudos en su estómago habían vuelto, duplicados. ¿Cómo podía explicar lo que sentía viendo a Yoko allí en su cama, abrazada a su hijo?
-Chico, ¿qué haces aquí?
-Tuve un sueño malo- recostó la cabeza en el brazos de Faye y se quedó acariciando el pelo del gato –Vine a tu cama, pero Yoo estaba aquí. Ella mandó los monstruos fuera como haces tú- Quigley maulló en un lamento, y él rió –Tiene hambre. Pobre gatito...¿Puedo bajar y darle de comer?
-Claro, si quieres...
Antes de que Yoko acabara la frase, Sam ya saltaba de la cama, llamando al gato para que lo siguiera.
-Disculpa si Sam te despertó- Faye vaciló, pero fue a sentarse al borde de la cama
-No me despertó. Por lo que parece, subió a la cama y se quedó dormido. Soy yo quien tiene que disculparse por causarte tanto trastorno. Deberías haberme despertado y mandado a casa.
-Estabas exhausta- Faye extendió la mano y tocó su barbilla –Increíblemente linda y totalmente exhausta.
-Ayudar a nacer a bebés es un trabajo agotador- Yoko sonrió -¿Dónde dormiste?
-En el cuarto de invitados- Faye se masajeó el cuello y puso cara de dolor –Cosa que hace que la compra de una cama decente sea mi principal prioridad.
Automáticamente, Yoko presionó las manos en la nuca y comenzó a masajear.
-Podrías haberme metido en ese cuarto. Creo que no hubiera sabido distinguir entre una cama y una tabla de madera.
-Quería verte en mi cama- Faye la miró profundamente –Quería de verdad que estuvieras en mi cama- atrajo su rostro, acercándola lentamente –Y aún quiero.
Los labios de la rubia estaban sobre los suyos, no muy pacientes, ni muy delicados. Yoko sintió un rápido estremecimiento de excitación y alarma cuando Faye la recostó sobre las almohadas.
-Mali...
-Solo un minuto- pidió en un tono de casi desespero –Necesito un minuto contigo.
Tomó su pecho en sus manos, acariciándolo sobre el fino tejido de la blusa arrugada. Mientras deslizaba las manos por todo el cuerpo moreno, los labios trababan una lucha, y a veces soltaban gemidos. Su cuerpo ardía de deseo, queriendo presionarse contra el de ella, queriendo poseerla en silencio, y hasta con violencia.
-Yoko...- Faye besó su cuello, antes de abrazarla con fuerza, manteniéndola junto a ella. Después, se apartó para mirar a la morena -¿Cuánto tiempo se tarda en dar de comer a un gato?
-No el suficiente- riendo, Yoko posó la mano en el hombro de Faye –No lo bastante
-Era lo que me temía- Faye se sentó en la cama y la agarró por los brazos, ayudándola a levantarse –Sam viene atormentándome con que lo deje dormir una noche en casa de Mark. Si consigo organizarlo todo, ¿vendrías a quedarte aquí conmigo?
-Sí- Yoko llevó la mano de la rubia a sus labios y la besó –Cuando quieras.
-Esta noche- Faye se obligó a soltarla y apartarse –Esta noche- repitió –Voy a llamar a la madre de Mark. Implorar, si fuera necesario- se puso derecha, un poco más calmada –Le prometí a Sam que lo llevaría a tomar un helado, y quizás a almorzar al Burguer King. ¿Te gustaría venir con nosotros? Si todo sale bien, podemos dejarlo en casa de Mark y después ir a cenar.
Yoko se deslizó fuera de la cama, estirando inultamente la blusa y la falda.
-Me encantaría
-Entonces, hecho. Siento mucho lo de tu ropa. Pero no hubiera sido lo suficiente fuerte para aguantar desvestirte.
Yoko sintió un frío en la espina al pensar en la rubia quitándole la blusa. Lenta, bien lentamente, los dedos pacientes, los ojos ardientes. Carraspeó.
-No pasa nada. Tengo que ir a cambiarme y pasarme por casa de Ize para ver cómo están ella y los gemelos.
-Puedo llevarte
-No es necesario. Quedé con papá para que me viniera a buscar, y así puedo coger mi coche que se quedó allí. ¿A qué hora quieres salir?
-Alrededor del mediodía, dentro de dos horas
-Perfecto. Los veo aquí
Faye la agarró antes de que llegara a la puerta, y la besó otra vez, un beso largo y ávido.
-Quizás podamos comprar algo y venir a comer aquí mismo
-Me parece genial- murmuró Yoko, devolviéndole el beso –O podemos pedir una pizza por teléfono, cuando tengamos hambre
-Mejor, mucho mejor.

A las cuatro de la tarde, Sam estaba en la puerta de la casa de Mark, despidiéndose alegremente de la madre. La mochila llena de una variedad increíble de cosas que un niño de seis años necesita para una noche fuera de casa. Lo que volvía todo perfecto, a los ojos de él, era el hecho de que Sunny fue incluido en la invitación para la "fiesta del pijama"
-Dime algo que no me haga sentir culpable- pidió Faye lanzando una última mirada por el retrovisor
-¿Por qué?
-Por querer a mi hijo fuera de casa esta noche
-Mali...- adorándola, Yoko se inclinó para darle un beso en la mejilla –Sabes perfectamente que Sam apenas podía esperar para que lo dejáramos en casa de Mark para poder comenzar su pequeña aventura.
-Sí, pero...No es el hecho de dejarlo dormir en casa de un amigo lo que me incomoda, sino haberlo hecho con segundas intenciones
Sabiendo qué intenciones eran esas, Yoko sintió un ligero nudo en el estómago.
-Sam no va a divertirse menos por eso, sobre todo después de que le prometieras que podía hacer la "fiesta del pijama" en tu casa dentro de algunos días. Si aún te sientes culpable, imagina cómo será aguantar el ruido y el desorden de cinco o seis pequeños la noche entera.
La rubia le lanzó una rápida mirada.
-Bueno, pensé que me podrías ayudar con los niños...ya que también tienes segundas intenciones
-¿De verdad?- Yoko se sintió feliz por haberla incluido en sus planes –Quizás vaya- posó la mano sobre la de ella –Para ser una madre paranoia, estás haciendo un excelente trabajo.
-Continúa. Ya me siento mejor.
-Demasiados elogios acaban malcriando
-Si es así, entonces no te diré cuántos tipos tuvieron tortícolis cuando se giraron para verte mientras paseábamos esta tarde por el parque
-¿Ah?- Yoko se estiró los cabellos hacia atrás -¿Tantos fueron?
-Depende de los que consideres "tantos". Además, demasiados piropos malcrían. Pero creo que puedo decir que no sé cómo puedes estar tan hermosa después de la cansada noche de ayer
-Es porque dormí como una marmota- Yoko se estiró –Pero la recuperación de Ize es impresionante. Cuando llegué hoy temprano, estaba amamantando a los dos bebés y parecía que acababa de volver de una semana en un spa.
-¿Los bebés están bien?
-Están genial. Saludables y radiantes. Marissa ya está aprendiendo a cambiar pañales. Y jura que los dos le han sonreído.
Faye ya había pasado por eso, y se dio cuenta de cuánto lo echaba de menos.
-Es una buena persona
-Sí, Marissa es muy especial.
-Tengo que admitir que me asombré al saber que se había casado. Marissa siempre fue del tipo "cada uno por su lado"
-El amor es capaz de cambiarlo todo- Yoko murmuró y, con cuidado, ocultó la esperanza en su voz –Tía Amy dice que es la forma más pura de magia.
-Una buena descripción. Una vez que el amor te ha tocado, se comienza a pensar que nada es imposible. ¿Ya has amado a alguien?
-Una vez- Yoko desvió la mirada, observando el movimiento en la calle –Pero acabé dándome cuenta de que la magia no era lo bastante fuerte. Después, descubrí que mi vida no acababa por eso y que podía estar muy bien estando sola. Así que, me compré la casa cerca del mar- dijo sonriendo –Planté mi jardín y comencé todo de nuevo.
-Creo que conmigo fue más o menos lo mismo- Faye quedó pensativa por un instante –¿Ser feliz sola significa que no crees que puedes ser feliz con alguien?
La incertidumbre y la esperanza corrían juntas dentro de Yoko.
-Creo que significa que puedo ser feliz como estoy ahora hasta encontrar a alguien que no solo me traiga magia sino también que la comprenda.
Faye giró el coche hacia la entrada del garaje y apagó el motor.
-Tenemos algo juntas, Yoko
-Lo sé
-Nunca pensé que sentiría algo tan fuerte de nuevo. Es diferente de lo que tuve antes, y no estoy segura de lo que esto significa. Y no sé si quiero saberlo.
-Eso no tiene importancia- Yoko le tomó la mano –A veces tenemos que aceptar que el momento presente es lo que basta.
-No, no basta- Faye la encaró con sus ojos ardientes, profundos –No contigo
Yoko respiró profundo, despacio.
-No soy lo que piensas que soy, o lo que te gustaría que fuese. Faye, yo...
-Eres exactamente lo que quiero- las manos de la rubia la agarraron con fuerza.
El leve protesto de Yoko fue ahogado cuando Faye la besó, ávida y apresurada

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