El Poeta Perdido / Capitulo 6

24 9 0
                                    


[CHOQUE DE COPAS]

- Por fin, primo, celebrando, ya nos hacía falta. Dice Caín.

- Hermano la verdad es que sí, los extrañé. Digo.

- Yo también bro ¿Por qué te pierdes tanto? Pregunta Joel.

- No es eso, simplemente he estado ocupado. Respondo.

- Eso sí es verdad, primo, nosotros hemos estado trabajando duro. Dice Caín.

- Bueno que se note. Mientras coloca música.

[SUENA TENGO DERECHO A SER FELIZ]

- ¡ESO! Dice Caín.

- Hay tres nenas esperando bailar. Dice Joel.

- Casualmente somos tres también. Respondo sarcásticamente.

Nos disponemos a crear un ambiente épico dirigiéndonos donde ellas, ya enfrente de aquellas chicas, cada uno respectivamente saca a bailar a una. Estamos en la pista de baile, dándolo todo, pasándola genial, cada vez había más emoción, así mismo, pedíamos más elixir de la vida. Las chicas se encariñaron con nuestro estilo, tanto así que hablamos toda la noche y formamos un vínculo de peda. Agarro el celular, veo la hora, se nos fue la noche rápidamente y ya mi mamá estaba llamando a mi teléfono. Nos despedimos de las nenas y nos dirigimos a casa. Ya en el camino.

- Mira quien me escribió. Dice Caín.

- Su amiga quedó en escribirme. Dice Joel.

- Yo tengo su número aquí. Digo.

- ¿Qué esperas primo? Pregunta Joel.

- No le escribas enseguida. Dice Caín.

- Ese tipo si sabe. Añado.

[FRENA BRUSCAMENTE UNA MOTO CON DOS SUJETOS ARMADOS]

- Tranquilo hermano, tome. Dice Caín.

- Ya, ya. Dice Joel mientras le entrega el celular.

- Toma. Le digo seriamente mientras le entrego el celular.

A uno de los sujetos no le gustó de a mucho mi tono, es por ello, que hace uso de su cuchillo clavándolo en mi pierna. En ese preciso momento, mi sangre hierve a niveles elevados, tengo mucha ira acumulada, tenía la idea que mi sangre era negra interpretando aquellos desechos tóxicos y radioactivos que forjan mi oscura y tétrica personalidad.

- ¿ESTÁS BIEN? Pregunta Joel aterrorizado.

- ¡PRIMO! Grita Caín asustado.

- Tranquilos, estoy bien. Respondo, aunque me mataba el dolor, intenté tranquilizarlos.

- VAMOS PARA URGENCIAS. Dice Caín.

- SÍ, ESTÁS SANGRANDO DEMASIADO.

Nos detuvimos en la esquina y ningún transporte pasaba, la noche totalmente oscura y solitaria. Me siento y Caín hace presión para frenar la sangre, luego de unos largos minutos, la herida dejó de sangrar y ahí donde a Joel se le ocurre la idea de echarme alcohol que veníamos tomando en la herida. En ese instante, fui al infierno y regresé en cuestión de segundos, los segundos más intensos de mi vida.

Ya en la clínica, solicitaron los datos respectivos para el ingreso, les dijimos que fue un atraco y la sangre que es escandalosa nos manchó toda la ropa. En el transcurso de esperar al médico, entramos en pánico en sincronía, pues ¿Qué le íbamos a decir a Margaret? Asustados por la herida y el posterior eterno regaño, llega el médico, así mismo me cose la herida sin anestesia alguna y con cara de pocos amigos. El camino a casa fue eterno, no queríamos llegar, alargamos lo más posible el camino.

En casa, sale mi mamá enojadísima a regañarme, pero al ver la ropa ensangrentada y la dificultad para caminar, se asusta y entra en pánico. Empieza a preguntar y a decir cosas.

- ¿QUÉ TE PASÓ? ¿POR QUÉ ESTÁS CUBIERTO DE SANGRE? HABLA, DIME QUÉ PASÓ ¡PERO HABLA! Grita enojada Margaret.

- Primero que todo, no la agarres con ellos, fue algo que pasó y nadie tiene la culpa.

- ¿QUÉ PASÓ? Pregunta aún más alterada.

- Nos atracaron. Dice Caín atemorizado.

- Sí tía, y lo apuñalaron. Añade Joel.

- ¿USTEDES ESTÁN BIEN? ¿LES PASÓ ALGO? Pregunta Margaret alterada.

- Estamos bien tía. Responde Joel.

- Por desgracia solo fue Mario el herido. Dice Caín.

- No te alteres ma, estamos todos bien.

Ya cuando se despidió de mis primos, comienza el verdadero regaño, eterno y entendible, además. Me dice que ella lo sabía, que lo presentía, tal cual como ella me había dicho pasó, que ella siempre tiene la razón y demás cosas, sin mencionar que me castigó, sin salir, solo a la universidad.

Totalmente resignado y sin defender nada, me dirijo al cuarto y con dificultad me coloco el pijama, intentando poder dormir algo. Sabiendo que mañana, pasado y todos los días siguientes voy a ser regañado una y otra vez. Sin comunicación alguna con mis amigos, no pude avisarles que no responderé sus mensajes por un largo tiempo.

La herida duele cada vez más y ninguna posición resulta calmar el dolor. Completamente enojado por la situación y pensando mucho en mis días en casa, es decir, me encanta estar en casa, pero en estas circunstancias permanecer en aquel lugar, era una batalla con mi enfermo subconsciente.

Me atrapa aquel dolor de cabeza que ha vuelto completamente recurrente, no encuentro calma alguna, mi piel se eriza y empiezo a sudar frío, la herida tiene corazón propio porque palpita más o al mismo tiempo que mi corazón, aquellos sentimientos radioactivos bombean por todo mi ser, así mismo, comienzo a escuchar las mismas voces que no logro entender.

-Tu puedes.

-No subas tanto el...Voces inentendibles.

Mientras en mi mente solo se reproducen recuerdos, pero no son míos, son inexistentes y no encuentro el protagonista, no soy yo, solo observo a una niña y a su abuelo, la niña no está para nada contenta y en sus ojos se refleja la tristeza y el vacío de la existencia, corren lágrimas por sus mejillas mientras el abuelo, la lleva bruscamente diciéndole que no haga ruido porque en casa será peor. No tiene sentido alguno, esa niña se parece a.  

El poeta perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora