En el reino del sur ocurrió un hecho que marcaría la vida de todos los ciudadanos y reinos del mundo entero cuando la heredera, la princesa de solo tres meses de nacida fuese raptada en su cuna mientras sus padres dormían.
La niña sería oculta y exp...
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A lo lejos miraba la casa de Baruc y se sintió tranquila.
Luego de lo que pasó se detuvo y también quemó su vestido, no podía dejar pruebas, no quería ser atrapada, ¿cómo se defendería?
Se sentía con un peso menos y sabia que estaba mal pero haber asesinado a esa mujer le liberó la tensión que tenía en los hombros, apaciguó las llamas de su ira.
Unos cuantos metros y llegó a su casa de color café oscuro, era un poco más grande que su casa del palacio, con muchas ventanas y en todas tenía plantas de distintos tipos.
Tenía mucho terreno y un bosque cercano a su casa donde se iba de caza durante varios días. Habían varios animales, patos, gallinas, cerdos, vacas y unos cuantos caballos, también tenía un perro que le ladraba todo el tiempo y cuando lo miraba fijamente se echaba para atrás guardando silencio.
Se acercó a la puerta y tocó tres veces, esperaba que estuviera en casa o sino lo buscaría en el bosque pero no podía irse sin saber las respuestas que estaba buscando.
La puerta se abrió después de unos segundos, Baruc lucía como siempre y ahora sabía que la mueca en su rostro era una sonrisa, una enorme sonrisa se asomaba en su rostro cuando la veía.
—¿¡Emma!?, Oh por Dios no pensé que te vería tan pronto —mencionó con entusiasmo sin poderse creer que tenía a la pequeña Emma en su casa.
—Hola Baruc, quería verte.
—Tambien me hiciste falta Emma, esperaba verte pronto pero no tanto de haberlo sabido te hubiera preparado un guiso de tus favoritos —suspiro y se asomó por la puerta—. Todavía es temprano, pasa adelante y acompañame que tenemos tiempo de asar la carne, ¿te irás hoy mismo? —asintió y pasó adelante.
La casa de Baruc siempre estaba limpia y olía a miel de abeja, le daba una cálida sensación y ganas de dormir en el suelo, le gustaba estar en casa de Baruc. Aquí no se sentía en peligro y sabía con seguridad que podía dormir tranquila sin nadie que la pudiera atacar.
Baruc le daba seguridad, la hacía sentirse segura y protegida.
Le acompaño al lado trasero de su casa donde tenía un horno de barro dónde adobo una carne de res fresca del día anterior para meterla al horno y cocinarla durante unas horas, lo acompaño con unas patatas, zanahorias, batatas y unas cuantas cebollas moradas.
—Mientras esperamos que nuestro almuerzo este listo dime, ¿a qué se debe la razón de tu visita? —preguntó mientras le servía una taza de té de manzanilla y lo endulzaba con miel.
Se tomó un par de minutos para saber cómo decirle del rey Magnus, ¿estaría bien preguntarle?
—¿Quién fue Magnus? —preguntó después de unos minutos para recibir de respuesta la estruendosa tos de Baruc que se encontraba tomando de su té y se ahogó con su pregunta repentina.
