1. Red

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Red había escuchado a muchas personas proclamar que tenían la dolorosa enfermedad de un corazón roto, incluso su propia madre, la Reina de Corazones. Debido a esto, muchas veces intentó imaginar las razones por las cuales los corazones se podrían romper; tal vez se rasgaban tras una caída o como consecuencia de una enfermedad. Afortunadamente, su respuesta no tardó en llegar, cuando en una tarde de lluvia inversa de invierano, en una de las tantas ocasiones en que se cuestionaba cómo era posible que las personas siguieran respirando si sus corazones estaban rotos, el Sombrerero le explicó:

-¿Recuerdas cuando te enojaste con el Jabberwocky porque rompió tu juguete favorito y no jugaste con él durante una semana? -dijo el Sombrerero, mientras la pequeña Red asentía-. Bueno, cuando discutimos o dañamos a las personas que queremos, lastimamos una parte de su corazón. Y, aunque no deja ninguna marca o rastro de dolor físico, aun así nos hiere por dentro. Por eso, cuanto más queremos y nos acercamos a una persona, más nos duele cuando la perdemos o somo dañados por esta.

-¿Mamá quiso mucho a alguien? -preguntó la pequeña Red.

-Efectivamente, tu mamá quiso con todo su corazón a las personas equivocadas, y eso resultó en una herida dolorosa para ella -respondió con tristeza su amigo.

-En ese caso, ya no quiero querer a nadie más -declaró la princesa de Corazones-. Cuidaré mi corazón y no dejaré que nadie lo tenga para no terminar como mamá.

-¿No me quieres a mí? -exclamó el Sombrerero, fingiendo estar ofendido-. ¡Qué mal, porque no puedo jugar a la hora del té con niñas que no me quieren! Eso sin duda dañaría mi corazón.

La niña pensó un poco más en su declaración, frunció el ceño y miró al suelo.

-Está bien, puedo quererte a ti -soltó después de unos minutos-. Pero solo si prometes que nunca jamás romperás mi corazón, sino tendré que cortarte la cabeza.

-No puedes cortar la cabeza de todos los que te rompan el corazón, o serás igual a tu madre -le respondió el Sombrerero. Nuevamente, la niña se tomó un tiempo para meditar.

-¿Qué debo hacer entonces? -inquirió la Princesa de Corazones.

-Debes confiar y amar con todo tu corazón. En las relaciones siempre hay malentendidos, equivocaciones y desacuerdos, pero justamente esos desafíos son los que unen a las personas -explicó el Sombrerero, mientras tomaba a la niña en brazos para llevarla al castillo-. Arriesgate, Red. Asi conoceras a personas maravillosas que no solo van a lastimar tu corazón, sino que lo protegerán y animarán en los momentos en que todo parezca oscuro y sin salida. Por eso, lo importante es que lo intentes.
En el presente, mientras pintaba las calles de su ciudad y huía de los guardias, aquella pequeña anécdota vino a su mente. Tal vez fue por eso que se encerró a sí misma en un callejón sin salida. Se dió cuenta muy tarde, cuando ya podía sentir la cercanía de los guardias, que comenzaban a reducir sus oportunidades de escape. Maldición, se imaginaba cómo, tras su arresto, su madre proclamaría a los cuatro vientos cuánta deshonra y vergüenza representaba su mera existencia para el País de las Maravillas, junto con muchos otros comentarios que le recordaban a Red cuánto desencajaba en su propio reino. Sin embargo, para su grata sorpresa, los guardias nunca llegaron a atraparla, ya que una pinza metálica la condujo hasta la habitación de su gran confidente, el Sombrerero Loco.

-Esos guardias podrían haberte encerrado, Red -soltó el Sombrerero tras su llegada, mientras Red solo exhalaba un suspiro, recuperando el aire-. ¿¡Qué rayos estabas pensando?!

-En que le vendría bien un retoque al relato de mamá -soltó Red despreocupada.

-Estoy muy preocupado por ti, Red -en respuesta, la chica solo lo ignoró, con una sonrisa traviesa como una niña que había sido pillada pintando la pared de su madre con marcadores. Aunque eso no estaba muy lejos de la realidad; solo que, en vez de lápices y colores, había utilizado globos rojos que serían casi imposibles de quitar.

-Espero que le guste -dijo divertida la Princesa de Corazones.

-Si sigues por este camino, no estaré siempre para salvarte, y lo sabes.

-Maddox, Sombrerero, no puedes salvarme -respondió-. Soy una prisionera del País de las Maravillas; soy una causa perdida.

-Tú no eres una causa perdida. Como tutor, estoy encargado de prepararte para el futuro, y como amigo, quiero que tengas un futuro -comenzó su sermón Maddox, aunque fue interrumpido abruptamente por Red.

-¿Qué futuro, Max? No hay nadie en el mundo con una mamá más controladora. No dejará que me vaya del País de las Maravillas -exclamó resignada la pelirroja. Hace años había aceptado un destino en el que su madre no la dejaría ser feliz lejos de ella y de sus estúpidas reglas.

-Sé que no ha sido fácil crecer con una madre tan... - tardó unos segundos en encontrar las palabras adecuadas - particular. Pero ella no siempre fue así, es cierto. Somos producto de nuestro pasado, y el de tu madre fue muy desafortunado.

-Solo quiere convertirme en una reina malvada igual que ella, y yo... No quiero ser reina, solo quiero poder controlar mi propia vida. Pero lo que yo quiero no le importa.

-Ay, Red, no iba a mostrarte esto hasta que fueras mayor de edad, pero ya lo terminé -dijo con una sonrisa mientras buscaba un objeto y lo exponía frente a ella-. Mi máquina del tiempo. Te lleva al momento en el tiempo que puede llevarte a lo que tu corazón más desea. Si quieres una vida diferente, Red, quiero que tengas esa opción. Pero te advierto que cuando alteras la trama del tiempo puede haber consecuencias impredecibles.

-Creo que puedo con eso -respondió segura la princesa, al mismo tiempo que intentaba arrebatarle el artefacto.

-Todo puede cambiar -dijo Maddox, alejando el reloj de Red-. Podrías perder a tu mamá... De hecho, es demasiado peligroso. Cuando seas más madura... sabes que intento cuidarte, yo te quiero mucho -el Sombrerero volvió en sí mismo, mientras negaba arrepentido. No debería haberte puesto en tal aprieto -exclamó frustrado, sin embargo, su dilema no pareció ofender a Red, pues lo abrazó conmovida.

-Gracias, Max -dijo mientras lo rodeaba con sus brazos. El Sombrerero soltó un suspiro, tranquilizándose. Estaba aliviado de que la princesa hubiera sido tan comprensiva. Aunque lo que no sabía nuestro despistado amigo es que la pelirroja había aprovechado para robar el reloj de sus bolsillos mientras él seguía en su remolino de pensamientos. Cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde; solo pudo limitarse a suspirar y resignarse.

-Esta niña... bribona como su padre y rápida como su madre. Definitivamente, no podríamos tener una mezcla más peligrosa de ellos dos -exclamó perdido en sus pensamientos, mientras vagos recuerdos nublaban su alocada mente.

¿Comó se rompe un corazón?- Bridget×HookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora