La Reina de Corazones se dirigía con paso decidido hacia el reino de Auradon. Esa mañana había llegado al reino una invitación para su hija. Al principio, pensó en negarse, pero luego creyó que, si soltaba un poco a Red, tal vez al conocer por sí misma la crueldad del mundo exterior, entendería que su madre no era tan mala como ella creía. Su Alteza no era tonta; sabía muy bien que su hija era la responsable de las manchas rojas en su retrato y de las flores cortadas. ¿Quién no se daría cuenta de su vida nocturna si no cambiaba sus ropas y dormía hasta el mediodía? Claramente, había heredado el ingenio de su padre. Volviendo al tema, habían decidido asistir a la ceremonia, por lo cual debía revisar que todo estuviera en orden una vez más. Sin embargo, al ver a su hija, su corazón se oprimió. Sus vestimentas le recordaban tanto a su padre.
Siempre maldecía internamente cada vez que lograba identificar en Red aquellos rasgos de su padre que tanto deseaba eliminar de su mente. Usualmente, aunque quisiera ocultarlo, ante la sola idea de ese pirata desgraciado, su piel se erizaba y su corazón se estrujaba. Sabía con certeza que nunca podría odiar a su hija por esto; más bien, estos detalles hacían que la amara con locura y recordara una y otra vez sus errores del pasado. A sus ojos, Red representaba todo lo que ella había perdido tiempo atrás: esperanza, deseo y amor. Estaba tan aterrada de que tuviera el mismo final que ella, que preferiría destrozar todo el mundo y cortar la cabeza hasta al último habitante antes que permitir que su hija fuera dañada.
—Te dije que te pusieras algo decente —exclamó con molestia. Siempre se preguntaba por qué su hija no podía usar vestimentas que la diferenciaran de ese maldito pirata. Si alguien reconocía siquiera un pequeño rasgo de su hija en él... Bueno, solo podía pensar que el resultado sería catastrófico. ¿Qué tal si el hijo de Uliana decidía incluirla en su tripulación por el historial de su padre? O peor, ¿si Uliana tenía un plan para vengarse de ella a través de él?— Red.
Su hija la miró inquisitiva, esperando que continuara con lo que iba a decir.
—Solo quiero que tengas algo en mente: el amor no sirve, no te dará ningún placer, solo dolor. Métetelo en la cabeza, el miedo es mucho más efectivo, sobre todo si vas a gobernar durante siglos —soltó tras unos segundos. La sola idea de que su hija fuera tratada como ella le revolvía el estómago. ¿Cómo podía hacerle entender a su propia hija que el amor solo hacía daño? Que los amigos se iban y que los chicos aprovechaban hasta la más mínima ventaja para jugar con tu corazón...
—¿Podría ser ella? —inquirió uno.
—Espero que no, dicen que nadie es tan cruel como la Reina —exclamó otro con temor.
—Dicen que no hay nadie más malvada que ella —susurraron entre ellos los guardias que abrían las puertas.
—Ten cuidado con lo que haces o dices, o te cortará la cabeza —escuchó una nueva voz.
Si tan solo supieran esos tontos campesinos que sus murmullos habian despertado todos esos miedos que alguna vez la Reina había sepultado. Recordó aquellos tiempos cuando había tenido que soportar cómo todo el mundo hablaba a sus espaldas. ¿Temían por ella en base a unos cuantos rumores? Pues bien, ese fue su límite. Si tanto querían temerle, ahora ella se encargaría de hacer todos sus miedos realidad. No permitiría que su hija pasara por lo mismo que ella, ya no más. Si bien, en un principio no planeaba realizar un golpe de estado en Auradon, se dio cuenta de que las cosas no habían cambiado y debía mantenerse firme en el plan que años atrás había trazado: tomaría Auradon a como dé lugar.
—Maletas, por favor —exclamó. Cuando terminó, quiso golpearse a sí misma por esa última palabra que había salido de su boca. ¿Quién rayos decía las cosas con "por favor"? Ciertamente, las tiranas no lo hacían.
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¿Comó se rompe un corazón?- Bridget×Hook
Hayran KurguRed había escuchado a muchas personas asegurar que tenían el corazón roto, incluso a su madre, la Reina de Corazones. Debido a esto, muchas veces intentó imaginar las razones por las cuales los corazones se rompen; tal vez se rasgaban tras una caída...