Capítulo IV

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El olor de una colonia varonil inundó las fosas nasales de Juanjo en cuanto el menor entró en el coche, olía tanto que pensó que podría marearse.

— ¿Te has duchado con agua o con colonia? — habló mirándole a través del espejo retrovisor con su ceño ligeramente arrugado y arrancando el coche. No le incomodaba el olor, al contrario, lo que le incomodaba era hecho de que no lo hiciera, siempre les echaba la regañina a Denna o Bea por echarse medio frasco de colonia antes de salir.

— Si te molesta te aguantas — dijo mirando su movil consiguiendo que Juanjo rodase los ojos.

— ¿Puedes dejar de ser tan imbecil?

— No, tampoco es que quiera ser tu amigo.

— ¿Y quien ha dicho que yo lo quiera?

— ¿Entonces porque no dejas de hablar?

— Es de mala educación contestar con otra pregunta.

— Eres insufrible.

— Mira ya tenemos algo en común. — le divertía ser él, el que por un momento pusiese de los nervios al menor.

El resto del trayecto pasó en silencio, para Juanjo por alguna razón le era inevitable desviar la vista hacia aquel espejo que le permitía observar al chico que había en parte trasera.

— Hemos llegado Martin.

— Recógeme a las 10, seguramente salga de fiesta después.

— Creo que ya te quedó claro que con exigencias no íbamos a ningún lado.

— ¿Pero tú quién coño te crees? Trabajas para mi, tienes que hacer lo que yo te diga.

— Que trabaje para ti no significa que tenga que aguantar que me trates sin respeto.

— Deberías estar agradecido de que te haya sacado de ese bar roñoso.

— Sal del coche antes de que te lleve de vuelta a casa — apretó el volante tensando su mandíbula.

— Oh vaya, parece que he dado en el clavo.

— Sal del puto coche.

— Te espero aquí a las 10, no tardes.

Martin no comprendía lo que era ganarse la vida con esfuerzo. Para él, el trabajo de Juanjo parecía insignificante y risible, pero para Juanjo, era un símbolo de su orgullo y de su carácter. Las burlas de Martin representaban la arrogancia de alguien que nunca había tenido que luchar por nada, que no entendía el valor del sacrificio y del trabajo duro. Por eso, esas risas tocaban una fibra sensible en Juanjo, alimentando su deseo de demostrar que, a pesar de sus diferencias, no iba a dejar que lo pisotearan ni que despreciaran su esfuerzo.

Aprovechó ese rato que tenía para quedar con sus amigos, durante aquellos meses en el bar, sus largas horas de trabajo le habían impedido mantener el contacto con sus amigos como solía hacerlo. Juanjo siempre había valorado profundamente sus relaciones de amistad, considerándolas un pilar esencial en su vida. Ahora, con una rutina menos exigente, decidió aprovechar la oportunidad para reencontrarse con ellos. Sabía que era el momento de retomar esas conexiones que tanto significaban para él y que había descuidado, no por falta de interés, sino por la exigencia de un trabajo que lo consumía casi por completo.

— Dichosos los ojos. — dijo una sus amigas a la que llevaba meses sin ver, pero que, cuando estaban en la universidad la mayoría del tiempo la pasaban juntos.

— Estas guapísima. — dijo Juanjo riendo y dándole un abrazo para después saludar a todos los presentes. Denna también estaba con ellos, no pensaba perderse la oportunidad de estar con él ni por todo el dinero del mundo.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora