Capítulo IX

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El trayecto de vuelta a casa transcurría en silencio, solo interrumpido por el suave murmullo de la música que sonaba en la radio. Martin miraba por la ventana, con la cabeza apoyada en el asiento y el leve dolor de cabeza causado por el alcohol golpeando suavemente sus sienes. No era un dolor insoportable, pero lo suficiente como para mantenerlo pensativo, absorto en lo que había pasado esa noche, en lo que estaba a punto de pasar.

¿Qué habría pasado si se hubieran besado?

El pensamiento le golpeaba una y otra vez, como una oleada que no podía ignorar. Casi había ocurrido. Se había sentido tan cerca que la tensión entre ellos era palpable, como si el mundo alrededor se hubiese detenido por completo, centrado solo en aquel momento, en el roce de sus labios, en el calor de los cuerpos que buscaban un poco más de contacto. Pero no había pasado. Se había detenido, y Martin sabía por qué. Sabía que todavía no estaba listo para dar ese paso.

Con Juanjo no sería solo un lío más. Esa era la realidad que pesaba en su mente. No era como aquellas veces en las que simplemente había dejado que las cosas fluyeran sin pensar en las consecuencias. Con Juanjo... todo se sentía diferente. Había algo más profundo, más significativo, y eso le asustaba. Sabía que no estaba preparado para enfrentarse a lo que significaba estar con él, no de la manera en que se había imaginado al principio.

A pesar de haber aclarado lo de Pablo, todavía quedaba un resquicio de rechazo en su interior, una pequeña barrera que no se había derrumbado del todo. Había pasado todo un año odiando a Juanjo por algo que, al final, no había sido como él creía. Pero el resentimiento, aunque en menor medida, seguía ahí, impidiéndole entregarse por completo, cerrándolo de nuevo.

Se mordió el labio, perdiéndose en sus pensamientos, en la incertidumbre de lo que vendría ahora. Juanjo no era alguien con quien pudiera jugar o mantener algo superficial, y eso le daba más miedo que cualquier otra cosa. No podía arriesgarse a perder lo que tenían, y no estaba seguro de estar listo para más.

Juanjo, concentrado en la carretera, respetaba el silencio de Martin. Sabía que algo rondaba en su mente, pero no lo forzaría a hablar. Ambos estaban procesando lo ocurrido a su manera, y aunque no habían cruzado ese límite físico, el cambio en su relación era innegable.

Mientras las luces de la ciudad pasaban junto al coche, Martin se hundía un poco más en sus pensamientos, cerrándose en banda de nuevo con todo lo que respectaba a sus sentimientos. No era que no quisiera algo con Juanjo, no del todo. Pero no estaba listo para lo que eso significaba, y esa incertidumbre lo mantenía atrapado, entre lo que deseaba y lo que le asustaba.

Sabía que con Juanjo nada sería simple. Y eso, más que nada, era lo que le daba vértigo.

Juanjo seguía conduciendo en silencio, con la mente vagando en todo lo que había sucedido aquella noche. Sentía un ligero vértigo al recordar cómo se habían quedado tan cerca, al borde de cruzar una línea que había estado presente desde hacía semanas, pero que ninguno de los dos se había atrevido a traspasar del todo. La burbuja en la que se habían envuelto durante esas horas, esa tensión creciente, había sido casi perfecta, pero salir de ella lo había dejado con una mezcla de miedo y deseo.

Era extraño, porque tanto él como Martin habían pasado el último año enredados en historias fugaces, encuentros sin compromiso, y eso había estado bien. Se habían acostado con chicos, habían disfrutado de la noche, y al día siguiente, todo se desvanecía, sin necesidad de darle más vueltas. Pero con Martin... no sería así. Juanjo lo sabía. Lo había sabido desde que la tensión entre ellos empezó a crecer, desde que las bromas tontas comenzaron a sentirse más pesadas, más llenas de significado.

No era solo tonteo, y ese era el problema.

Más de una vez, se había encontrado a sí mismo pensando en cómo sería besar los labios carnosos de Martin. Había noches en las que, sin querer, se sorprendía imaginando cómo se sentiría ese primer contacto, cómo esos labios se humedecían cuando Martin se pasaba la lengua por ellos, y sabía que, si alguna vez los probaba, no habría vuelta atrás. Y, por más que lo deseaba, aún no estaba seguro de querer arriesgarse a dar ese paso.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora