Juanjo soltó un suspiro, uno que estaba cargado de todo lo que había estado reprimiendo.
Cansancio, frustración, pero sobre todo, una mezcla de deseo insatisfecho y miedo. Ambos estaban atrapados en ese tira y afloja que ya se había vuelto casi insoportable. Habían estado jugando con el fuego durante semanas, acercándose más y más cada día, y ahora que el momento de verdad estaba tan cerca, Martin, una vez más, se echaba atrás.
— Lo siento, pero no puedo... — susurró Martin, incapaz de sostener la mirada durante mucho tiempo. Pero cuando sus ojos regresaron a los de Juanjo, esos iris verdes que solían ser tan brillantes ahora estaban oscuros, cargados de deseo y confusión.
Juanjo mantuvo la frente apoyada en la de él, su piel rozando la de Martin, como si ese contacto mínimo fuera lo único que evitaba que la distancia entre ambos se convirtiera en un abismo. Respiró hondo, intentando mantener la calma, aunque el deseo de cerrar el espacio entre ellos, de simplemente dejarse llevar, lo consumía lentamente.
— Está bien... — dijo finalmente, con voz suave, aunque cargada de resignación. Separó apenas sus frentes, pero no lo suficiente como para romper el contacto visual. — Pero no entiendo tu actitud, Martin. Llevamos dos semanas así, tonteando, acercándonos cada vez más... Y cuando llega el momento de dar el paso, te echas atrás. ¿Qué te pasa?
Juanjo dio un pequeño paso atrás, dejándole espacio, el suficiente para que Martin pudiera pensar, para que el chico tuviera algo de aire. Pero mientras lo hacía, no pudo evitar fijarse en él de nuevo, en todo lo que lo atraía como un imán imposible de resistir. El cuerpo de Martin, aunque menudo, desprendía una sensualidad que lo volvía loco; sus labios carnosos, esos que se humedecía inconscientemente con la lengua cada vez que estaba nervioso. Los ojos de Martin lo hipnotizaban, pero también lo llenaban de incertidumbre, de deseo no resuelto. Cada vez que los miraba, parecía que todo lo que Juanjo había intentado mantener bajo control se desmoronaba.
Martin se llevó una mano al cabello, como si intentara ordenar sus pensamientos. Se sentía culpable, incapaz de dejarse llevar del todo, de liberar esas ganas que tenía reprimidas. Deseaba tanto besar a Juanjo, quería cerrar de una vez por todas ese ciclo interminable de tensión. Pero siempre se detenía, se bloqueaba justo en el último segundo. No era solo el beso en sí lo que le asustaba. Sabía que detrás de ese beso vendrían muchos más, y eso era lo que realmente le daba pánico.
Lo miró a los ojos, buscando las palabras, aunque su mente estaba hecha un caos.
— No... no es tu culpa. Es solo que... — se detuvo, mordiendo su labio inferior, su mirada volviendo a caer en los labios de Juanjo, y ahí estaba de nuevo: el deseo incontrolable, la necesidad que le recorría cada fibra de su cuerpo. Pero detrás de todo eso, el miedo. Miedo a lo que podría suceder si se dejaba llevar, si no contaba la verdad antes. ¿Cómo podía besarle sin decirle primero lo que pasaba con Pablo? Todo lo que sucedía en su vida, lo que aún tenía atrapado dentro, no le dejaba avanzar. — No puedo.
Juanjo frunció el ceño, pero en su mirada había más confusión que enojo. Entendía que había algo más, algo que Martin no estaba diciendo, pero no podía adivinarlo todo. No sabía si era solo miedo o si había algo más profundo que lo mantenía en ese limbo.
— Bien — dijo Juanjo, finalmente, su voz baja, casi un susurro, aunque cargada de tensión contenida. Dio un paso más atrás, pero no rompió el contacto visual. — Entonces vete.Martin lo miró, desconcertado, sorprendido por el tono firme de Juanjo.
— ¿Qué? — murmuró, sin entender de inmediato a qué se refería.
— Si sigues ahí parado — Juanjo dijo, en un tono bajo pero decidido, — no voy a aguantar mucho más sin besarte.
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Amor Prohibido
RomansaLos Urrutia, una de las más ricas del país, dueña de Éclat d'Or una multinacional mundialmente conocida, su hijo Martín acaba de cumplir 18 años y necesitan un chófer para él, el problema es que él chico odia tenerlo. Juanjo, un chico humilde que ac...