Después del beso, ambos se quedaron en silencio, mirándose fijamente, como si ese simple gesto pudiera revelar todo lo que las palabras no podían alcanzar. Las miradas lo decían todo. En los ojos de Juanjo, Martin podía ver la ternura, la confusión, pero también la determinación. Y en los ojos de Martin, Juanjo veía el miedo transformarse en algo más, esperanza.
Mirar a alguien; como ellos se miraban en ese instante, después de un beso es como abrir una ventana hacia su alma, una puerta que solo se cruza en los momentos más íntimos. Es la sensación de haber sido visto y aceptado tal y como eres, sin juzgar y sin ocultar nada. Es el reconocimiento mutuo de que algo ha cambiado para siempre. En esos ojos compartidos, podían leer la historia que habían empezado escribir juntos mucho antes de que sus vidas chocaran, ahora en esas páginas en blanco empezarían a escribir innumerables capítulos donde sus pasados dolorosos comenzaban a desvanecerse para dar paso a algo nuevo.
Martin rompió el silencio, su voz suave pero cargada de una verdad que lo envolvía todo.
— Ya está —dijo, tragando saliva, como si apenas pudiera creer lo que estaba diciendo. — No hay vuelta atrás.
Esas palabras flotaron en el aire entre ellos, como un susurro de aceptación, de rendición a lo inevitable. Martin sabía que el paso que acababan de dar los había llevado a un punto donde no podían volver a lo que eran antes. Pero también entendía que, aunque el camino que tenían por delante no sería fácil, no había nada más que deseara que estar ahí, con Juanjo, enfrentando lo que fuera, juntos.
Juanjo no dijo nada al principio, solo lo miró, su expresión suave, casi vulnerable. Y en ese silencio, una sonrisa ligera apareció en sus labios, como si estuviera asimilando lo que acababan de vivir, aceptando que no quería volver atrás tampoco.
— No pienso dar un paso atrás — dijo en un susurro, su voz cargada de sinceridad. — Vamos a dejar que todo fluya, que pase lo que tenga que pasar.
Martin lo escuchaba con el corazón acelerado, asimilando esas palabras como un bálsamo, sabiendo que, al menos por ahora, todo estaba bien entre ellos. Juanjo era la primera persona con la que se sentía así, libre y aceptado. Aún con todo lo que había salido a la luz esa noche, no había rastro de arrepentimiento en Juanjo. Y eso, por alguna razón, le daba a Martin un poco de esperanza, aunque el miedo seguía palpitando en su pecho.
— Es tarde ya —continuó Juanjo. — Deberíamos volver. Mañana es lunes y tienes clase.
Pero en cuanto mencionó la palabra "volver", Martin sintió como el miedo volvía a apoderarse de él, esta vez de una manera distinta. No se trataba de Pablo ni del pasado. Era la idea de regresar a casa, de cruzar ese umbral y tener que esconder todo lo que acababa de suceder entre ellos. Sabía que su actitud cambiaría inevitablemente, que no podría evitarlo. La forma en que lo miraba, la manera en que su corazón latía con fuerza cada vez que estaba cerca de él... ¿Cómo podría ocultar todo eso frente a su padre?
El pánico comenzó a instalarse de nuevo en su pecho, una oleada de ansiedad diferente pero igualmente potente. Su relación con Juanjo estaba a punto de convertirse en algo más profundo, y no sabía si podría manejarlo en el entorno familiar. La preocupación de cómo esconder lo que sentía, cómo fingir que nada había cambiado, lo abrumaba.
Notando la incomodidad que se instalaba en él, Martin bajó la mirada, mordiéndose el labio mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas. La idea de volver a casa lo asustaba más de lo que quería admitir.
— ¿Podemos quedarnos aquí un rato más? — pidió finalmente, con la voz temblorosa pero llena de necesidad. — Solo nosotros dos.
Juanjo lo miró un instante, dándose cuenta de que había algo más detrás de esa petición. Había algo en los ojos de Martin que hablaba de un miedo distinto, pero no lo presionó. Asintió con una sonrisa tranquila, cediendo al momento, a lo que Martin necesitaba.

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Amor Prohibido
RomanceLos Urrutia, una de las más ricas del país, dueña de Éclat d'Or una multinacional mundialmente conocida, su hijo Martín acaba de cumplir 18 años y necesitan un chófer para él, el problema es que él chico odia tenerlo. Juanjo, un chico humilde que ac...