Como ya dije, su día solo podía ir de mal en peor, él solo quería irse a casa y dormir por horas, le daba igual cuantas fuesen, solo quería dormir. Pero hoy todo estaba en su contra.
— Me debes una copa. ¡Ah! Y una mesa — El bigotes volvió a hablar, intentó recordar su nombre. Por mera cortesía, aunque le hubiese tocado la moral, el siempre había sido respetuoso con todo el mundo.
— No te debo una mierda. — Menos con ese niñato malcriado claro — Una disculpa por tirarte la copa tal vez.
— Eres un cascarrabias.
— Y tú un malcriado. ¿Algo más? Tengo el coche en doble fila y la ley no espera a que un niño como tú se entretenga en darme por culo. - Quizás debió callarse y no mencionar que tenía coche, todo hubiese acabado aquí. ¿Pero él que iba a saber?
Al ver que aquel chico no dijo nada más, él mas alto tiró de sus amigas y las sacó de aquel antro donde ya había más personas borrachas que sobrias.
— ¡Eh! ¡Espera!
— Me cago en el puto crio del copón. - Sus chicas soltaron una risita al escucharlo y ver la cara de pocos amigos que puso al ver a Martin salir prácticamente corriendo detrás de ellos — ¿Qué coño quieres ahora?
— Como ya he dicho, me debes dos cosas, y como veo que no estás dispuesto a dármelas, me vas a llevar a mi casa.
Podría decir que la carcajada que soltó al escucharlo decir aquello la escucharon hasta en la casa real. Pero eso sería una exageración.
— ¿Si me he negado a darte una maldita mesa y una copa crees de verdad que te voy a llevar a tu casa? Tu flipas.
Decidió que lo mejor era ignorarlo. Con suerte el crio se cansaría de insistir y volvería dentro a seguir emborrachándose. Porque si, apestaba a alcohol. Pero Martin seguía disfrutando de poner al de metro ochenta y tantos de los nervios. Realmente lo estaba disfrutando, y él, siempre conseguía lo que quería. O casi, porque el hecho de no conseguir aquella mesa lo cabreó de sobre manera.
Así que cuando Juanjo emprendió camino hacia lo que suponía que sería su choche, lo siguió quedándose unos pasos por detrás. Pocos minutos después vio como las luces de un coche; algo descuidado para su gusto; parpadearon haciéndole saber que aquel sería el suyo.
— ¿Con qué en doble fila no? Por cierto, podrías llevarlo a que lo limpien.
— Por la virgen del Pilar, ¿Tú no te cansas? — Juanjo estaba ya al límite, "¿Si le pego me meterían en la cárcel?". No sabía como quitarse a ese chiquillo de encima y por supuesto, llevarle a su casa no entraba en sus planes.
— De hecho si, por eso mismo me vas a llevar a mi casa.
— Martin venga, estamos cansados, pídete un taxi si te quieres ir a casa.
— Exacto. — Acompañó lo que la rubia había dicho mientras se subía en el coche. "¿Espera qué? ¿De qué conoce Denna a este gilipollas?" Desde luego no le dio tiempo a preguntarle, ya estaba dentro del coche con Bea. Genial, una vez más se tenía que enfrentar solo a él.
— No tengo dinero para un taxi. ¿Venga que te cuesta llevarme a casa?
— No me cuesta nada, lo que pasa es que no me da la gana de hacerlo.
— Deja de hacerte de rogar. Empiezas a ser pesado.
— ¿Pesado yo? - rió incrédulo, ¿Todos los tontos tenían que tocarle a él? — Eres tú el niño mimado que se cree que tiene derecho a manejar a todos a su antojo.
El chiquillo iba ha hablar, claro que iba a hacerlo, nunca dejaría a nadie tener la última palabra, pero una lluvia intensa empezó a caer sobre ellos mojándolos por completo en cuestión de segundos. Genial, eso sería lo ideal para mejorar el malestar que Juanjo llevaba cargando todo el día.
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Amor Prohibido
RomanceLos Urrutia, una de las más ricas del país, dueña de Éclat d'Or una multinacional mundialmente conocida, su hijo Martín acaba de cumplir 18 años y necesitan un chófer para él, el problema es que él chico odia tenerlo. Juanjo, un chico humilde que ac...