Habían pasado ya varios días desde el examen de estadística y aunque Martin todavía no había recibido la nota, se sentía mucho más confiado de lo que pensaba gracias a la ayuda de Juanjo. En la casa, la tensión que había existido entre ellos al principio había desaparecido casi por completo. Ahora todo fluía de forma natural, como si siempre hubieran compartido ese espacio. No habían vuelto a hablar de sus ex ni de los temas que los atormentaban, pero tampoco hacía falta. La vida cotidiana en la casa se había vuelto mucho más ligera, con pequeños momentos que hacían el día a día más llevadero y, a veces, incluso divertido.
Una noche, en la que María José estaba fuera, Juanjo propuso hacer una tortilla de patatas para cenar. La idea parecía sencilla, pero pronto se convirtió en un caos lleno de risas y bromas.
— Tú no sabes ni pelar patatas, Martin — bromeó Juanjo mientras le pasaba una patata cruda y lo observaba con una sonrisa socarrona.
— ¿Y tú? Apuesto a que las cortas en trozos gigantes y te sale un puré en vez de una tortilla — respondió Martin, haciéndose el ofendido, pero con una sonrisa maliciosa en los labios.
— Oye, que soy aragonés, aquí hacemos las cosas bien — respondió Juanjo, acercándose a él con una cucharada de huevo batido y amenazando con tirársela.
Martin se rió, retrocediendo con las manos en alto. — ¡Ni se te ocurra! — dijo, pero no podía parar de reír. Sus ojos brillaban con diversión, y en ese momento se sentía más relajado de lo que había estado en mucho tiempo.
La escena fue evolucionando en un juego de miradas y comentarios picantes. Entre bromas y choques accidentales —o no tan accidentales— de manos y brazos, la tensión que siempre estaba presente entre ellos volvía a surgir, esta vez más sutil, pero igualmente palpable.
Mientras Juanjo mezclaba los ingredientes en el bol, su brazo rozó el de Martin, y ambos se quedaron en silencio un segundo más de lo normal, mirándose a los ojos.
— ¿Vas a batir eso o vas a seguir mirándome como si te debiera algo? — dijo Martin, rompiendo el silencio con una sonrisa nerviosa.
— Solo me aseguraba de que no quemes la cocina — respondió Juanjo, sin apartar la mirada.
El juego continuó mientras intentaban dar la vuelta a la tortilla, lo cual resultó en un desastre total cuando parte de la mezcla se quedó pegada a la sartén. Ambos se miraron en estado de shock antes de soltar una carcajada simultánea.
— Vaya, esto sí que es un fracaso culinario — comentó Martin, tratando de salvar lo que quedaba de la tortilla con una espátula.
— Sí, pero ha sido divertido — dijo Juanjo, con esa mirada tranquila que Martin ya empezaba a reconocer como su favorita.
La cocina olía a tortilla medio quemada, y aunque el resultado no fue el mejor, el ambiente entre ellos era inmejorable. Entre risas y miradas cómplices, las bromas se entrelazaban con momentos más sutiles donde ambos parecían acercarse, solo para volver a mantener la distancia. Era un juego que ambos conocían bien, y aunque todavía no cruzaban ninguna línea, sabían que algo estaba cambiando entre ellos.
— ¿Pedimos algo mejor? — sugirió Martin, mirando lo poco que quedaba de la tortilla.
Juanjo asintió, sonriendo de medio lado. — Creo que será lo mejor.
Después del desastre con la tortilla, optaron por pedir una pizza, ambos riéndose todavía de su intento fallido en la cocina. Mientras esperaban la comida, Juanjo sugirió que podían aprovechar la sala de cine que tenía la casa para ver una película y relajarse un rato. Martin aceptó con una sonrisa, y juntos se pusieron a preparar todo para la noche de cine improvisada.
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Amor Prohibido
RomanceLos Urrutia, una de las más ricas del país, dueña de Éclat d'Or una multinacional mundialmente conocida, su hijo Martín acaba de cumplir 18 años y necesitan un chófer para él, el problema es que él chico odia tenerlo. Juanjo, un chico humilde que ac...