Tercera Parte: Capítulo XVIII

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10 años después... 

Su mente era un maldito agujero negro, sin recuerdos, sin seres queridos. No era nadie, y eso le carcomía por dentro.

— Wolverine. —leyó Rogue en su pulsera— ¿Ese es tu nombre?

— No. —respondió secamente. 

Miró a la adolescente de reojo. Le dio lástima y la subió a su coche, pero ahora se arrepentía al entender que ya no iba a volver a encontrarse en silencio. Pero el invierno en Canadá era duro, y no iba a dejarla en la carretera.

— Logan. —dijo, siendo una de las pocas memorias que conservaba— Así me llamo.

De vez en cuando y, sobre todo, en sueños, oía aquel nombre ser susurrado por una mujer. No sabía quién era, pero gracias a aquello tenía al menos una forma de nombrarse así mismo. Todo cuanto tenía era un nombre en sueños, y otro tallado en una pulsera alrededor de su muñeca. A veces también notaba vivamente la caricia de aquella mujer en su rostro, en sus manos y, cuando estaba despierto, todavía las sentía como si fueran un fantasma sobre su piel.

— Vaya. —murmuró Rogue mirando el interior de la caravana, era espantoso— De pronto mi vida no parece tan mala. 

— Oye, si prefieres andar...

— No, no. —se apresuró a disculparse— Está genial, es acogedor. 

Logan sabía que mentía descaradamente, su hogar, o su intento horrible de ello en la caravana, era un completo caos. Tenía ropa y cachivaches por todos lados. Nada con un valor importante, nada que despertara en él una memoria. Si se lo proponía, podía incluso empacar toda su vida en el bolsillo interior de su chaqueta. Al pensar en ello, se percató de que únicamente había una cosa que deseara conservar, y ya la tenía encima. Todo en ese vehículo podía irse a la mierda mientras él conservara la pulsera. No sabía de dónde provenía, ni quién la había hecho, pero la atesoraba de una forma casi irracional. Inconscientemente, movió una de sus manos en el volante para rozar las letras talladas de "Wolverine". 

Rogue le dio conversación por un par de minutos y, sorprendentemente, se encontró que era una adolescente agradable. O, al menos, lo fue hasta que le ordenó ponerse el cinturón. Le pareció absurdo teniendo en cuenta que no podía morir, pero no fue nada gracioso cuando un árbol cayó sobre el capó. El vehículo se detuvo en seco, sacándolo a él bruscamente por el cristal delantero.

HER SWEET KISS ⎯⎯ ᴡᴏʟᴠᴇʀɪɴᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora