𝗹𝗼𝗴𝗮𝗻 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻
¿Qué pasaría si los Centinelas jamás hubieran existido? Si se pudiera retornar al pasado y deshacer todo el mal... Logan tiene una misión, y depende de él que los mutantes sobrevivan o no a ese futuro incierto. Lo que...
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— Están cerca, puedo sentirlos. —murmuró Anya, oculta a conciencia tras una de las columnas, en el interior de la Estatua de la Libertad.
— ¿Y tienen miedo? —preguntó Mystique con una pequeña sonrisa. Anya negó, contagiándose un instante con su gesto despreocupado— Lo tendrán.
El estruendo de una alarma las alertó a ambas, definitivamente los X-Men habían llegado. Mystique le dirigió un asentimiento rápido antes de deslizarse sigilosamente por los pasillos. Anya la siguió, esperando terminar cuanto antes con el inconveniente de aquel grupo. Tenía mejores cosas que hacer, preguntas que resolver de su propia existencia, órdenes que acatar de su jefe. Con desconcierto se detuvo tras Mystique, que acababa de adquirir la apariencia de Logan.
— Ocúpate de él, yo puedo con el resto. —le guiñó un ojo, y con el aspecto de aquel hombre fue un gesto extraño.
La vio alejarse hacia donde provenían las voces del resto de los X-Men, Toad estaría allí también para auxiliarla en el combate. Anya se volvió sobre sí misma, encontrando la figura del hombre del que Mystique se había apropiado para generar confusión. Logan olfateó el aire, encontrando fácilmente aquel nuevo aroma. Se volvió bruscamente al sentir la presencia a su espalda, pero no pudo moverse más tras aquello.
Anya bajó la vista a las garras de Logan, peligrosamente cerca de su abdomen. Cuando alzó de nuevo la vista a él, no reflejó ningún miedo en su rostro. Lo tenía controlado, no había nada que pudiera hacerle.
— Te conozco. —dijo Logan, perdiendo el aliento con la última palabra.
Anya se equivocó al pensar que sus palabras no podían afectarla, que quien demonios fuera aquel hombre, no podía desmoronarle los pensamientos con su sola presencia.
— ¿Me reconoces? —Anya dio un paso atrás ante su pregunta, ejerciendo todavía su control en él— ¿Sabes quién soy?
Anya negó, y por como el miedo y la ansiedad creció en él, entendía que tampoco se conocía a sí mismo.
— ¿Sabes quién soy yo? —se atrevió a preguntarle, a expresar la duda que la llevaba carcomiendo una década.
¿Quién era? ¿Por qué sentía un vacío tan inmenso en su pecho?
