Hacía tres días que Cristóbal por fin había vuelto a su hogar. Al arribar, su novia se habría colgado a su cuello y dejado besos por toda su cara diciéndole lo mucho que lo había extrañado y lo feliz que estaba de volver a verlo, pidiendo disculpas por su actitud controladora, y Cristóbal agradeció internamente, porque no tenía ánimo de querer discutir o cosas por el estilo.
Después de levantarse, buscaba algo de comer en lo que se desperezaba. La casa estaba silenciosa, al parecer ninguno de los chicos se había levantado todavía.
Era muy tarde y su estómago rugía de hambre.
-Joder... estos monos culiaos no tienen ni un puto huevo para hacer en el refri, ¿qué comen? ¿Aire?- Se quejó, cuestionando a la nada.
-¿Recién levantado y quejándote ya?- Una voz irrumpió en la cocina apoderándose del silencio. Cristóbal dio un pequeño salto. -Qué adorable que sos.
-Mierda- Exclamó sorprendido al ver a su amigo. -¡Me asustaste, Martín! Hasta que te dignas a venir a verme.
-Recién llegué anoche, igual no quise despertarte porque ya era muy tarde- Martín dijo. -Volví solo por ti, ¿y así es como me recibes? ¿Ni un abrazo?
Martín inmediatamente se agarró a él casi como un koala.
-Para, para, para, ¡mi espalda, idiota!- Se quejó de dolor Cristóbal.
-¿Qué hablas? Si vos podes con todo- Lo molestaba Martín. -Aunque te entiendo, me he puesto mastodonte últimamente, mírame.
-La única diferencia que noto es que estás más negro que de costumbre- Cristóbal bromeó aguantando la risa. -No es que sea racista, pero el sol de Miami...
-Siempre me echas para abajo, Shelao- Renegó el argentino. -Y yo que siempre te hago halagos, igual yo sé que me queda bien el bronceado.
-¿Para quién te pones así?- Cuestionó el chileno. -¿Ya coronaste o algo?
-No empieces otra vez- Martín rodó los ojos.
-En verdad me preocupas a veces- Le dijo el más alto mientras preparaba lo que parecía ser un pan con mantequilla y café.
-¿Café a esta hora?- Martín preguntó asqueado.
-Bueno, bueno, no intentes cambiarme el tema, joroba inmunda.
-Pues yo qué sé, es raro lo que me pasa- Soltó Martín. -Ya hemos hablado de eso, ¿recuerdas? Idiota.
-Sí claro, ¿no será que ya te truena la reversa y no me lo has contado? Ya es demasiado raro que las chicas te busquen y tú nada de nada- Expresó Cristóbal. -Sabes que yo te apoyaría, Marto. -Se colocó una de sus manos en su pecho, dramático.
-Pues yo no tendría problema- Dijo Martín sarcástico. -Pasa que mi vida social desciende cada vez más, y yo necesito un vínculo amoroso, Shelao. No puedo tener sexo así simplemente, yo necesito hacer el amor, pensar que me voy a casar, tener hijos y todas esas cosas- Dijo honesto. -Y pues... al parecer ninguna chica ha logrado enamorarme. Además, no soy un depravado como vos.
-¿Depravado? Si yo tengo a mi chica, además, solo lo hice con mis únicas tres relaciones, nunca fui un pico suelto, siempre fui de pololear- Lo contrarió enseguida, haciendo énfasis en lo último. -¿Aún la amas a la chilena, no es así?- Sonrió Cristóbal y la cara de Martín se contorsionó.
-No seas pelotudo Shelao, ¿cómo la voy a querer todavía?- Respondió frunciendo el ceño. -Me chupa un huevo lo que haga. Además, ¿por qué hablamos de esto?
Cristóbal se encogió de hombros, masticando su desayuno-almuerzo.
-¿Ya te enojaste?- Cristóbal soltó una carcajada. -Sabes que es broma. Anda quita esa cara, narigón- Le picó la nariz.