Después de que cada uno diera palabras de agradecimiento y felicitaciones, Cristóbal y Víctor se dirigieron a sus respectivos camerinos para dar paso al próximo combate de la noche. A medida que caminaban por los pasillos del estadio, la adrenalina de la pelea comenzaba a desaparecer.
Víctor celebraba con sus amigos la victoria, y, por otro lado, lejos de sentir pena por su derrota, a Cristóbal le daba gusto que Víctor hubiera ganado. Se lo merecía más que él, estaba convencido. Demostró haberse esforzado mucho más.
"La próxima vez"
"Hiciste lo mejor que pudiste"
"Fue una gran pelea"
Sus amigos seguían repitiendo palabras de aliento innecesarias que solo sonaban vacías, como si no tuvieran peso alguno, porque lo único que quería era verlo a él. A Víctor. No como el hombre que lo había vencido en el ring, sino como el Víctor que conocía, el que siempre estaba ahí, el que ocupaba un lugar importante en su vida, aunque sus dudas tontas no le hayan permitido admitirlo del todo. Cada segundo que pasaba, se hacía más insoportable la necesidad de enmendarse.
Sin decir una palabra, Cristóbal se alejó, sus pasos lo guiaban casi automáticamente. Tenía que verlo, tenía que hablar con él. No sabía qué iba a decirle exactamente, pero lo que sí sabía era que no podía dejar que esta pelea fuera lo último que quedara entre ellos.
-Shelao, ¿a dónde vas?- Cristóbal se detuvo en seco al escuchar la voz de Martín. Giró lentamente.
-Voy a ver a Víctor- Dijo sincero y directo, sin más ánimos de seguir ocultándose.
Cristóbal no se perdió su mirada extraña, y sin querer entenderlo en ese momento, siguió su camino, dejando a Martín destrozado en medio del pasillo.
A medida que Cristóbal se acercaba al camerino de Víctor, las risas y las celebraciones de sus amigos se hicieron más claras, y se detuvo a unos metros de distancia, asomándose por la puerta.
Observó cómo Víctor trataba de mostrar una sonrisa radiante, pero él lo conocía. Se sentían de la misma forma, como si todo lo que habían estado intentando reprimir finalmente estuviera a punto de desbordarse.
Víctor se percató de su presencia enseguida, y su expresión se suavizó. Se disculpó brevemente con los demás y caminó hacia Cristóbal, cerrando la puerta detrás. La tensión era palpable, algo que ambos sabían que ya no podían seguir ignorando.
-No pensé que vendrías tan pronto- Dijo Víctor con una sonrisa que achicaba sus ojos. -Te estaba esperando.
-Tenía que verte- Dijo Cristóbal, su voz más suave de lo que esperaba. Cristóbal dio un paso más cerca, sintiendo que el peso de la distancia emocional que habían mantenido durante los últimos días se esfumaba.
-Y-Yo...- Víctor inició, nervioso. Esta vez las palabras no salían con facilidad. -Siento haberte tirado de esa forma, ha sido innecesario... en serio, antes no he tenido el tiempo suficiente para disculparme correctamente... Tú, ¿por qué demonios no te has protegido?
-Tú te merecías ganar- Respondió Cristóbal en voz baja, casi interrumpiéndolo. -Siempre lo has merecido, más que yo...- Acarició su rostro, sintiendo la piel suave de su mejilla bajo la yema de sus dedos. -Pero no vine aquí por eso.
Víctor lo miró, su sonrisa suave, pero con una intensidad que lo decía todo, como si quisiera encontrar las palabras correctas, pero sin saber por dónde empezar, hasta que Cristóbal tomó su estrecha cintura para apegarlo más hacia él, mirando sus labios.
-Me gustas tanto, Víctor- Susurró, uniendo su frente con la del contrario. -Y no puedo esperar a intentarlo, porque no me importa nada más que estar contigo- Víctor lo miró, grabando cada palabra en su mente. -Dime por favor, si tú también lo quieres, házmelo saber...
-Lo quiero, lo necesito, Cristóbal- Dijo rápidamente. -Quiero estar contigo.
Esas palabras bastaron para que Cristóbal acortara completamente la distancia que los separaba, moviendo sus labios con desesperación sobre los de Víctor, quien correspondía gustoso en un beso desenfrenado.
-No tienes idea de cuánto he esperado esto- Dijo Cristóbal en un murmullo, su voz apenas audible y su respiración acelerada hablaban por él, retomando el beso que se volvió más profundo, más intenso. Era un momento de liberación, una conexión que ya no podían negar.
-Salgamos de aquí- Propuso Víctor, con la cara roja de la vergüenza. -S-Solo... tú y... yo.
Cristóbal lo miró a los ojos, sintiendo como si cientos de mariposas revolotearan en su estómago. Asintió. No dijo nada más, simplemente dejó que Víctor tomara la iniciativa. Ambos sabían que necesitaban estar a solas, sin interrupciones, sin la presión de los demás.
Víctor entrelazó sus dedos, llevándolo hacia una salida lateral del lugar, lejos de las miradas curiosas y las palabras vacías.