Isolda caminaba por los pasillos del palacio con una mezcla de nerviosismo y determinación. Apenas llevaba unas semanas en la corte, y ya se encontraba ante una de las situaciones más desafiantes desde su llegada. Había recibido una nota breve del príncipe León, citándola a una audiencia con la reina. Aunque no sabía qué esperar, su corazón latía con fuerza, consciente de la importancia de este encuentro.
Cuando llegó a la sala indicada, Isolda sintió que su respiración se detenía por un instante. Allí, sentada en una majestuosa silla alta, estaba la reina, la figura más imponente de todo el reino. Isolda había oído innumerables historias sobre su severidad y sabiduría, pero nada la había preparado para la presencia magnética que ahora tenía frente a ella.
La reina era una mujer de mediana edad, con un porte elegante y una expresión que transmitía autoridad incuestionable. Su cabello oscuro estaba recogido en un peinado intrincado, y vestía un atuendo regio que acentuaba su estatus. A su lado, el príncipe León se mantenía en pie, observando a Isolda con una expresión que no lograba descifrar.
—Lady Isolda —la voz de la reina rompió el silencio, resonando en la sala con una mezcla de frialdad y control—, es un placer finalmente conocerla. He escuchado algunas cosas interesantes sobre usted.
Isolda se inclinó en una reverencia respetuosa, aunque sentía cómo sus manos temblaban ligeramente.
—Mi reina, es un honor estar en su presencia —respondió Isolda con una voz que, aunque suave, trató de mantener firme.
La reina la miró con ojos penetrantes, como si pudiera leer cada uno de los pensamientos que cruzaban por la mente de Isolda. Había una tensión palpable en el aire, y por un momento, Isolda se sintió diminuta bajo esa mirada escrutadora.
—Me han llegado informes sobre el té de ayer —continuó la reina, sin apartar la vista de Isolda—. Parece que tuvo un encuentro... interesante con algunas de las damas de la corte.
Isolda sintió que su corazón se aceleraba. Sabía que la reina se refería al momento en que había intervenido para defender al príncipe León de los comentarios mordaces de las damas, pero no estaba segura de si su intervención había sido bien recibida o no. Ahora, frente a la reina, cada palabra parecía crucial.
—Mi reina, solo intenté aclarar ciertos malentendidos —dijo Isolda, eligiendo sus palabras con cuidado—. No era mi intención causar inconvenientes.
La reina mantuvo su mirada fija en Isolda por unos segundos más antes de hablar, y el silencio que precedió a sus palabras se sintió interminable.
—Interesante —dijo finalmente la reina, sus labios curvándose en una sonrisa apenas perceptible—. En la corte, Lady Isolda, cada acción tiene consecuencias. Es importante saber cuándo hablar y cuándo guardar silencio.
Isolda asintió, consciente de que la reina estaba evaluando su capacidad para moverse dentro de las complejidades de la vida en la corte. El silencio de León, que hasta ahora no había dicho una palabra, solo aumentaba su incomodidad. Había esperado que él interviniera o al menos le ofreciera algún tipo de apoyo, pero en cambio, parecía distante, como si estuviera observando una prueba en la que Isolda debía demostrar su valía por sí misma.
—Por ahora —continuó la reina—, le sugiero que mantenga un perfil bajo. La corte puede ser un lugar peligroso para aquellos que no entienden sus sutilezas.
Las palabras de la reina, aunque pronunciadas con suavidad, llevaban una advertencia implícita. Isolda entendió que estaba siendo puesta a prueba, y que cualquier error podría tener consecuencias graves.
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Destinos entrelazados
RomanceEn un reino donde las tradiciones y el deber son ley, Isolda y León se encuentran atrapados en un destino que no eligieron. Isolda, criada bajo la estricta mirada de su madre para ser la reina perfecta, enfrenta la soledad y la frialdad de un nuevo...