La mañana de la boda se acercaba rápidamente, y el palacio estaba envuelto en un torbellino de actividad. Los preparativos para la unión entre el príncipe León e Isolda, la prometida proveniente de un poderoso país vecino, habían alcanzado su apogeo. Los corredores del palacio estaban decorados con ricos tapices y arreglos florales, y cada rincón reflejaba la magnificencia de la ocasión. El bullicio de los criados y la llegada de distinguidos invitados de toda la región añadían un aire de excitación a la atmósfera.
A pesar del vibrante entorno que la rodeaba, Isolda se encontraba sola en sus aposentos, sumida en sus pensamientos. La vista desde su ventana mostraba los jardines del palacio, ahora llenos de flores recién plantadas y adornos de boda. A través de los cristales, el sol brillaba con fuerza, pero la luz no podía disipar la sombra de sus inquietudes.
Isolda se sentó frente a un espejo grande, observando su reflejo. El vestido de boda que llevaba era de un blanco inmaculado, adornado con bordados intrincados y perlas que reflejaban la luz con un brillo delicado. A pesar de la belleza del vestido, Isolda se sentía incómoda. La vestimenta, aunque espléndida, era un recordatorio tangible del papel que estaba a punto de asumir en la corte.
Las recientes interacciones con el príncipe León y su misteriosa compañera en el bosque habían dejado una marca en su mente. Aunque no sentía amor romántico por León, sabía que su unión representaba una alianza estratégica crucial para ambas familias. La boda no solo simbolizaba un compromiso personal, sino también una consolidación de poder y una jugada estratégica en el tablero de alianzas diplomáticas.
A medida que los pensamientos de Isolda se volvían más oscuros, un leve golpe en la puerta la sacó de su trance. Era una de sus doncellas, que entró con una expresión de preocupación en el rostro.
—Lady Isolda, la princesa Helena desea verla. Dice que es urgente —anunció la doncella.
Isolda se levantó de inmediato, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Las palabras de Helena en su última conversación aún resonaban en su mente, y ahora, con la boda tan cerca, cualquier nuevo desarrollo parecía particularmente significativo.
La doncella la condujo a través de los elegantes pasillos del palacio hacia la habitación de la princesa Helena. Los muros estaban adornados con tapices de colores ricos y los suelos brillaban con el pulido de la madera. La atmósfera, normalmente viva y vibrante, parecía más solemne en ese momento.
Al llegar a la habitación de Helena, la doncella tocó suavemente la puerta antes de abrirla. Helena estaba sentada en un elegante sofá, con un aire de tranquilidad que contrarrestaba la preocupación evidente en su rostro. Cuando vio a Isolda, se levantó y la saludó con una inclinación de cabeza.
—Lady Isolda, me alegra verte. Por favor, siéntate —dijo Helena, señalando un asiento frente a ella.
Isolda se acomodó en el sofá, sintiendo el peso de la tensión en el aire. Helena se sentó frente a ella, su expresión era grave, pero sus ojos reflejaban una sinceridad que Isolda apreciaba.
—¿Qué sucede, princesa Helena? —preguntó Isolda, intentando mantener la calma mientras el corazón le latía con fuerza.
Helena tomó una profunda respiración antes de hablar.
—He recibido información que puede ser de tu interés. Parece que algunos de los nobles del reino están inquietos por la boda y el poder militar que tu familia representa. Los rumores están comenzando a circular, y algunos en la corte podrían estar considerando maneras de socavar la alianza —dijo Helena con un tono serio.
Isolda sintió un nudo en el estómago. No había considerado que su presencia en la corte pudiera ser una fuente de discordia.
—¿Qué significa esto para mí? —preguntó Isolda, su voz temblando ligeramente.
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Destinos entrelazados
RomanceEn un reino donde las tradiciones y el deber son ley, Isolda y León se encuentran atrapados en un destino que no eligieron. Isolda, criada bajo la estricta mirada de su madre para ser la reina perfecta, enfrenta la soledad y la frialdad de un nuevo...