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No se supone que debas ceder; ese es tu primer error. Confesarte con un hombre que es conocido por sus tratos solo te va a perjudicar. Pero tenerlo entre tus muslos, arruinándote, te hace olvidar la naturaleza de Sylus .
ARRUINADA , eso es lo que estás. En el momento en que le revelaste tu amor a Sylus, él no pudo evitar agarrarte y reformarte sexualmente. Cuando una confesión huyó de tus labios, su comportamiento, por lo general estoico, vaciló. Vaciló con una arrogancia que sabías que sería tu perdición.
¿Tal vez por eso estás aquí ahora mismo? ¿Pulverizada, rellena inmensamente con su polla colosal? Las lágrimas brotaron de tus ojos vacilantes, obligándote a jadear, gemir y retorcerte mientras él embiste inhumanamente dentro de ti. Todas las formas de coherencia huyeron de ti, dejándote hecha un desastre tembloroso y sacudido, blando por la precisa polla de Sylus arruinando.
Tus paredes gomosas lo envuelven, completamente abrumadas y dominadas. Las lágrimas corren por tus mejillas mientras Sylus te mira a los ojos con expresión sombría, tomándote en la posición del misionero. Para él, tenía que memorizarte en tu forma más cruda. La forma más cruda mientras tus grandes pechos rebotan, tus labios fruncidos tartamudean locamente y tu garganta burbujea con su nombre.
—¡Sylus! ¡Ah! —gimes vagamente, apenas capaz de sujetar su escultural espalda, intentando con pereza agarrar las crestas de los abdominales de Sylus.
—¡Joder! Di que me amas, cariño —suplica con autoridad, los ojos carmesí de Sylus admiran tu ser prisionero, alimentado por adrenalina lujuriosa.
—¡Ngh! Yo... yo... te amo, Sy' —gimes, gimotees obedientemente, te arqueas anormalmente, completamente conquistada por la polla de Sylus empujando lo más profundo dentro de ti.
—Otra vez —te ordena con voz turbia, Sylus aumenta su ritmo extremadamente rápido, enamorado del calor adictivo que fluye de tu necesitado coño.
—¡Sí! Yo... ¡Ah! Te... amo —Nerviosa, apenas puedes hablar, mentalmente consumida por los gruñidos de Sylus en tu oído.
