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𝐂𝐎𝐍𝐓𝐄𝐍𝐓 𝐖𝐀𝐑𝐍𝐈𝐍𝐆𝐒: lectora femenina, frotamiento seco, burlas, juego con los pezones, edging, uso de apodos.
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Dejas escapar un bufido y entrecierras un poco los ojos mirando al cirujano jefe que está debajo de ti, haciendo el mejor puchero que puedes hacer en ese momento. "Si sigues moviéndote, te voy a cortar sin querer", le adviertes, sosteniendo su mandíbula una vez más mientras deslizas suavemente la navaja por su rostro, recogiendo un poco de crema de afeitar antes de sumergir la navaja en el pequeño recipiente con agua que tienes a tu lado. "¿Cómo vas a explicar un enorme corte en tu cara cuando vuelvas a trabajar?", lo reprendes para enfatizar aún más.
Zayne reprime el impulso de poner los ojos en blanco ante tu dramatismo, pero permanece inmóvil como le pediste, con las pestañas bajas mientras te observa con una mirada intensa. Los días libres para él eran raros y con el clima tormentoso afuera fue una bendición disfrazada cuando sugeriste quedarte adentro y relajarte. Te estás balanceando cuidadosamente sobre su cuerpo en el sillón reclinable, asegurándote de no presionarlo accidentalmente, afeitándote la barba del tercer día, cortesía de trabajar turnos consecutivos.
Cuando tomas una toalla húmeda detrás de su cabeza, sus manos suben y te acarician la cintura con ternura, para mantenerte firme en caso de que pierdas el equilibrio. Sus palmas están frías y las yemas de sus dedos heladas contra tu piel mucho más cálida, y el siseo que sale de tus labios le permite saber que estás al tanto de sus avances. Sus dedos juegan con el dobladillo de encaje de tu camisón y levantas una ceja con sospecha cuando recorre la curva de tu trasero.
"Compórtate", te quejas, acariciando su rostro con movimientos suaves, retirando los últimos restos de crema y asegurándote de que no te hayas olvidado de nada. Pero, mientras estabas tan concentrada en tu trabajo, Zayne tenía otras ideas en mente.
Con un suave gruñido y un movimiento brusco, Zayne empuja sus caderas hacia arriba y eso parece ser suficiente para hacerte perder el equilibrio. Tu mano suelta la toalla a favor de agarrar la curtida cabeza del sillón reclinable para mantener el equilibrio. Zayne nunca te dejaría caer y ambas manos trabajan a la vez para estabilizarte, una agarrando tu primera mano donde te agarras del sillón y la otra serpenteando alrededor de tu cintura. Nunca dejaba de sorprenderte. Si bien muchos pensaban que el doctor era estoico y retraído, los muros helados que levantaba no eran nada parecido a una fachada, los glaciares se derretían cada vez que estaba en tu compañía.
