Capítulo 9: ¿Aceptas o no, pequeñín?

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Cuenta Ethan:

—¿BDSM? —repetí asombrado.

Alex asintió.

—N-no, no, no, no lo sé. —empecé a tartamudear, y al parecer mi profesor estaba disfrutando de ello.

—Relájate, pequeñín.

Le hice caso: Inhalé, exhalé, inhalé y exhalé.

—¿Pero que me estas contando, Alex? —siempre había pensado que todo el tema del BDSM o lo del Amo y Sumiso era cosa de las películas... pero al parecer me equivoqué.

Mi profesor, con la mirada más sexual del mundo, me sonrió de lado y dijo:

—No entiendo por qué reaccionas así, pequeñín, solo te estoy invitando a participar en mi juego.

—¿Juego? ¿Es en serió? —elevé un poco mi voz. —¿Qué clase de juego es ese, Alex?

Mi profesor abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiese hacerlo el camarero llegó con los platos de comida y los colocó sobre la mesa. Luego, hubo un silencio incómodo durante unos segundos.

Alex esperó a que el camarero se alejara antes de continuar con la conversación. Sus hermanos ojos café oscuros hicieron contacto directo con los míos y eso provocó que mis mejillas se pusieran rojas como la sangre.

—Pequeñín, lo que te estoy proponiendo no es solo un juego. —dijo, con su voz natural la cual era ronca pero a la vez muy sexy. —Es una forma de vida, en donde ambos podemos explorar nuestros límites y deseos más íntimos.

Un escalofrío invadió mi cuerpo casi al instante. Las palabras de Alex resonaban en mi mente y me eran difíciles de procesar. ¿Cómo era posible verlo tan calmado al hablarme de ese tema? ¡Joder! Como se notaba que ya tenía experiencia en ese tema.

—Alex, no sé si pueda... —intenté hablar, pero las palabras no me salían.

El soltó una pequeña risa, pero no era una burlona, si no una risa la cual reflejaba comprensión.

—No te estoy pidiendo una respuesta ahora, Ethan. Solo quiero que lo pienses, ¿si? No hay apuro. Quiero que aceptes si realmente lo deseas, no por obligación.

—Pero... ¿que implicaba exactamente?

—Implica confianza, entrega y respeto total hacia mi.

Mis pensamientos se empezaron a alborotar. No podía negar que la idea de experimentar algo tan intenso con mi profesor me intrigaba, pero también me aterraba.

—¿Y que pasa si digo que no? —pregunté, nervioso.

Alex suspiró.

—Bueno, en el caso de que digas que no, simplemente no diré nada. Tienes todo el derecho a hacerlo.

—¿Qué?

—Así es. —dijo. —Pero, en el caso de que esa sea tu respuesta, habrá una consecuencia.

—¿Y cual seria?

—Tú y yo no nos volveríamos a ver nunca más.

Tomé un profundo respiro, intentando calmarme. La carpeta con el contrato seguía allí, sobre la mesa, intacto.

Finalmente, después de unos largos segundos, dije:

—Lo pensaré.

Mi profesor sonrió.

—Eso es todo lo que te pido, pequeñín. —se inclinó un poco para acercar su mano a mi mejilla y acariciarmela. —Tomate el tiempo que quieras.

Nos quedamos mirando el uno al otro durante un rato. La comida que habíamos pedido estaba 100% intacta y ninguno de los dos la había tocado.

Luego de un larguísimo rato, Alex se levantó de la mesa.

—No quiero presionarte más por hoy. —dijo, volviendo a ser el profesor amable y dulce que era. —Disfruta tu comida y cuando estés listo, sabes donde encontrarme.

Lo vi alejarse, dejado el contrato sobre la mesa. Me quedé allí, viendo por la ventana como se alejaba y se subia a su auto. No sabia como mierda sentirme en esos momentos: Sí asustado, excitado... o ambos.

Las clases del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora