Part. 2, Capítulo 2: Un mal día= Un mal recuerdo

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Ethan:

Grindr, esa aplicación parecida a Tinder pero en versión gay. Más que conocer a una pareja nueva, esta app es más usada por los chicos para juntarse a follar. ¿Y que tengo que ver yo en esto? Pues simple: Desde lo ocurrido hace tres años atrás quedé con depresión como dije anteriormente, y hay veces en las que usaba esta app para juntarme con algún hombre guapo y tener sexo y asi poder salir de la realidad algunas horas (sin compromiso, obviamente). Igual, esto es un secreto que ninguna de las personas cercanas a mi sabían.

Estuve como una hora buscando a algún chico, hasta que por fin lo hice: Jung, de 37 años. El me llevaba 13 años de diferencia, por lo cual era obvio que era un hombre bastante maduro. Por chat me comentó que su pene media un aproximado de 25 centímetros, ni tan grande ni tan pequeño, suficiente para satisfacerme.

Quedamos en vernos en dos horas más en un motel ubicado en el centro de la ciudad, así que rápidamente llamé a mi amiga de confianza para pedirle que si podía hacerse cargo de mi hijo por el día, a lo que ella me respondió con un si.

Me acerqué a Noe, quien dormía plácidamente en mi cama. Le di un besito en su cabeza y posteriormente salí de mi departamento. Al salir al exterior el aire de la primavera en octubre me golpeó en las narices, provocando que me empezara a picar debido a la alergia. Lo ignoré.

Finalmente, llegué al motel acordado con el vato de Grindr. Lo vi y me acerqué a el amistosamente.

—¡Hey, hola! Tú deber ser... Jung, ¿no?

—Así es, mi niño. —me afirmó con voz ronca.

«El solo hecho de escuchar su ronca voz me recuerda a...», paré cuanto antes mis pensamientos, ignorándolos.

—Ven, pasa. —me hizo un ademán con la mano y entré junto a él en la habitación del motel. —Supongo que tú eres Ethan.

Asentí.

Me ordenó que me acostara en la cama, así que lo hice, vi como se colocaba frente a mi mientras se quitaba su camisa de botones, dejándolo apreciar mejor: Al parecer su cabello estaba teñido de un intenso color negro como la noche, sus ojos eran una leve tonalidad verde, su cuerpo no era ni musculoso ni flaco; si no que era una contextura normal y por último, sus abdominales medio marcados con algo de vello qué estaba desde su ombligo y se extendia hasta su zona íntima.

—Ahora si, mi niño, vamos a empezar... —dijo.

Antes de hacer cualquier cosa, vi como caminaba hasta un cajón para abrirlo y sacar algo. Mirando bien, me di cuenta de lo que era.

—N-no, por favor, Jung. —empecé a pedir. —No uses esas correas para amarrarme.

—¿Por qué? Me parece que es algo que hace la experiencia más... excitante y, además, yo...

—¡Cállate! —lo interrumpí cuanto antes.

Esa correa para amarrar, ¡esa maldita correa! No saben cuanto la he odiado. De solo ver esa puta mierda unos horribles recuerdos llegaron a mi mente, haciendo aparecer imágenes de cuando fui el Sumiso de Alex y me follaba en el cuarto rojo.

—L-lo siento, Jung. Perdón. —sin decir nada más, me levanté de la cama y salí corriendo del motel.

Acababa de tener la peor experiencia en Grindr.

«Nunca más usaré esta mierda de aplicación. Todo tipo de fetiche sexual me recuerda a el...»

Las clases del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora