Las clases del Alfa

Part. 2, capítulo 3: No puede ser cierto...

Ethan:

La feria de halloween es algo que se hace todos los 31 de octubre a partir de las tres de la tarde hasta las diez de la noche. Es una feria que, como dije, está centrada en halloween. Es algo entretenido para la gente de todas las edades, puesto hay diversas actividades y puestos de comida.

Siendo totalmente honesto nunca me ha llamado la atención eso de pedir dulces ni de niño ni de adolescente, pero cuando fue que se inauguró esa feria por primera vez fue cuando empecé a sentir algo de interés (y aparte que a Noe le encantaba.)

Siempre que se celebra mi única amiga, mi hijo y yo salimos a ver que hay de nuevo este año. Así que un rato más tarde nos reunimos afuera de mi edificio, con mi hijo a mi lado.

—¡Anna, hola! —al verla nos acercamos y nos dimos un abrazo amistoso.

—Hola, Ethan, ¿cómo estás tú?

—Bien, dentro de lo poco. —respondí. —¿Y tú?

—Excelente, como siempre. —Anna miró hacia abajo y se agachó para estar a la altura de mi hijo. —Y tú, Noe, ¿cómo estás?

Mi hijo, aunque tímido como siempre, respondió con un Bien en voz baja. Anna, mi mejor amiga y quien a la vez le había dado el puesto de tía cuando nació mi hijo, ha estado a mi lado desde hace harto tiempo. Tanto como yo sé sobre ella, ella sabe sobre mi y mi hijo (incluso mi historia con Alex)

—¿Y que quieres hacer primero, Noe? —le pregunté a mi hijo con una sonrisa en mis labios.

—¡Quiero ir a donde haya algodón de azúcar! —solté una pequeña risita al oír el enorme entusiasmo en su voz. —Porfa, papi.

—Ok, cariño. Pero recuerda agarrarte bien fuerte de mi mano, ¿ya? Aquí hay mucha gente y no quiero que te pierdas.

—¡Shi!

Anna, Noe y yo comenzamos a caminar por la feria, observando los stands de venta y los carritos de comida. Mi hijo señaló un puesto en donde vendían algodón de azúcar, así que fuimos hasta allí.

—¿Cuál quieres, Noe? —le pregunté.

—¡El rosa!

Sonreí y le compré el dulce a mi hijo. Posteriormente los tres seguimos caminando para buscar algo con lo que mi hijo pudiese entretenerse. Todo estaba bien, todo era felicidad hasta que... algo pasó: Entre la multitud de la gente y los niños disfrazados, a lo lejos pude divisar a una persona; una persona alta, musculosa, con el cabello castaño y muy parecida a el.

Alex.

Me puse a un más nervioso cuando su mirada se encontró con la mía y prodecia a acercarse a mi, así que rápidamente tomé a mi hijo en brazo para irnos hacia el apartamento. Me costaba creerlo y el solo de verlo después de tanto tiempo me hacía sentir... mierda, no sé. Habían pasado tres años, ¡tres putos años! Y fue ahí cuando sentí como estaba a punto de darme otro ataque de ansiedad.

Antes de poder irme, Anna me detuvo.

—Hey, ¿a donde vas?

—No puedo decirte ahora. ¿Te quedas o vienes conmigo? —respondí, con desesperación en mi voz.

—No sé a te refieres, pero voy contigo.