Capítulo 7

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Semillas de una Atracción

El sol entraba a través de las enormes ventanas del comedor, iluminando el espacio con una calidez que contrastaba con el frío de la mansión. Aurora estaba sentada frente a una taza de café, con la mirada perdida en la nada. Todo a su alrededor parecía irreal, desde el lujo opulento que la rodeaba hasta la inquebrantable vigilancia de Stefano, quien nunca la dejaba sola.

Sin embargo, algo dentro de ella había comenzado a cambiar. No sabía exactamente cuándo empezó, pero ya no sentía el mismo miedo paralizante cada vez que Stefano estaba cerca. No, en su lugar había una sensación nueva, extraña y peligrosa. Una parte de ella comenzaba a suavizarse ante su presencia, y aunque se negaba a admitirlo, no podía ignorarlo.

Stefano entró en el comedor, sus pasos resonando firmes contra el suelo de mármol. Aurora levantó la vista y lo encontró mirándola con esos ojos grises que siempre la habían intimidado, pero que ahora la intrigaban de alguna manera.

—Buenos días, mariposa —dijo él con una leve sonrisa, acercándose para besarla en la frente, un gesto que antes la habría hecho estremecer, pero que ahora solo la dejó pensativa.

Aurora no respondió. Siguió mirando su taza, luchando con sus propios pensamientos. ¿Cómo podía sentirse atraída por el hombre que la había secuestrado? Era absurdo, y sin embargo, aquí estaba, enredada en una confusión de emociones que no lograba descifrar.

—He arreglado para que Nicol venga a visitarte hoy —anunció Stefano mientras se sentaba frente a ella, observando cada una de sus reacciones.

Aurora levantó la vista de inmediato, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y alivio. Nicol, su amiga, su ancla a la realidad. No la había visto desde aquella noche en que todo cambió. El simple hecho de saber que estaría cerca de ella hacía que una parte del peso que llevaba en el pecho se aligerara.

—¿De verdad? —preguntó Aurora, sin poder ocultar la emoción en su voz.

Stefano asintió, pero sus ojos seguían fijos en ella, como si estuviera esperando algo más. Aurora se dio cuenta de que él esperaba una reacción más allá de la gratitud, algo que demostrara que estaba comenzando a aceptarlo. Y, aunque le costaba admitirlo, una parte de ella lo estaba haciendo.

La tarde llegó rápidamente, y Aurora no podía dejar de mirar por la ventana, esperando ver el rostro familiar de Nicol. Finalmente, un coche negro apareció en la entrada, y su corazón comenzó a latir con fuerza. Cuando Nicol bajó del coche, con su andar seguro y su sonrisa brillante, Aurora sintió una oleada de emociones que casi la abrumaron.

Corrió hacia la entrada antes de que pudiera detenerse a pensar. Al abrir la puerta, Nicol la envolvió en un abrazo fuerte, casi desesperado. Las dos amigas se quedaron así, en silencio, dejando que la cercanía hablara por ellas.

—Estás bien, gracias a Dios —susurró Nicol, apartándose solo lo suficiente para mirarla a los ojos.

Aurora asintió, aunque no pudo evitar notar que todo parecía más complicado de lo que su amiga podría imaginar.

—Estoy… sobreviviendo —respondió con una sonrisa forzada, tratando de no mostrar la tormenta de emociones que la consumía.

Stefano observaba desde la distancia, sin intervenir. Nicol lo miró de reojo, y aunque no dijo nada, Aurora sintió la tensión entre las dos personas más importantes de su vida. Su amiga no confiaba en él, y era lógico. Pero Aurora, a pesar de todo, comenzaba a verlo de manera diferente.

El resto del día lo pasaron juntas, conversando sobre trivialidades y riendo como solían hacer antes. Sin embargo, Nicol no dejó de lanzar miradas a Stefano, como si intentara descifrar sus verdaderas intenciones.

Cuando la tarde se desvaneció en la noche, Nicol se despidió con un abrazo fuerte, prometiéndole a Aurora que estarían en contacto. Pero antes de irse, se volvió hacia Stefano y lo miró fijamente.

—Cuídala —fue todo lo que dijo antes de marcharse.

Stefano la observó irse sin decir nada, pero una vez que la puerta se cerró, se volvió hacia Aurora y la encontró mirándolo con una expresión que él no había visto antes. No era miedo, ni desafío. Era algo más profundo, más complejo.

Sin decir una palabra, Stefano se acercó a ella, su presencia llenando el espacio entre ambos. Aurora no se movió, ni siquiera cuando él levantó una mano y acarició suavemente su mejilla. Algo en ese gesto hizo que su corazón latiera más rápido, aunque se odiara por ello.

Y entonces, lo supo. Lo que sentía no era solo miedo o resignación. Estaba empezando a enamorarse del hombre que había hecho que su mundo se derrumbara. Y eso, en el fondo, era lo más aterrador de todo.

Stefano la miró a los ojos, y aunque no dijo nada, ambos sabían que las cosas estaban cambiando. Aurora no podía retroceder. Ya no......

ENREDADOS EN LA OSCURIDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora