Capítulo 8

9 2 0
                                    

El Precio del Corazón

Los días en la mansión pasaban con una exasperante lentitud para Aurora. Cada mañana despertaba con el mismo sentimiento de confusión que la había acompañado desde que Stefano la había traído allí. A pesar de la opulencia y las comodidades que la rodeaban, sentía que la prisión de oro en la que vivía la asfixiaba más con cada segundo que pasaba. Sin embargo, algo más comenzaba a despertar en su interior, algo que la llenaba de miedo y confusión: una atracción creciente hacia el hombre que la había secuestrado.

Stefano, por su parte, notaba el cambio en Aurora. Era un hombre paciente, acostumbrado a obtener lo que quería sin importar cuánto tiempo tomara. Pero esta vez era diferente. La necesitaba de una manera que nunca antes había necesitado a nadie. Y no se trataba solo de posesión. Había algo en ella que lo atraía más allá de la simple obsesión, algo que empezaba a parecerse peligrosamente al amor.

Una tarde, mientras Aurora estaba sentada en la biblioteca, Stefano entró con su andar firme y seguro. Ella levantó la vista del libro que intentaba leer, pero no pudo evitar que su corazón se acelerara al verlo. Su presencia la afectaba de maneras que no quería admitir.

—Aurora —dijo, su voz grave llenando la habitación.

Ella lo miró en silencio, esperando a que continuara.

—Nos casaremos en dos días —anunció, sin rodeos.

Las palabras golpearon a Aurora como una tormenta repentina. Su cuerpo se tensó, y el libro que sostenía cayó al suelo con un golpe seco. Intentó procesar lo que acababa de escuchar, pero todo lo que sintió fue un miedo paralizante.

—¿Dos días? —susurró, su voz temblando—. Stefano… no puedo…

Antes de que pudiera terminar, él la interrumpió. Se acercó rápidamente, tomando su rostro entre sus manos con una firmeza que no le dejaba espacio para escapar. Sus ojos grises la miraban con una intensidad que la dejaba sin aliento.

—Aurora, esto no es una petición —dijo con voz baja y peligrosa—. Eres mía. Siempre lo has sido, y siempre lo serás. No hay escapatoria. Te casarás conmigo en dos días, y no importa cuánto lo resistas, porque no tienes otra opción.

Ella intentó apartarse, pero Stefano no la dejó. Sus labios se encontraron con los de ella en un beso que fue tanto posesivo como desesperado. Aurora no pudo evitar que las lágrimas llenaran sus ojos. Su cuerpo se tensó bajo el peso de la emoción, pero no correspondió al beso. Solo sintió la invasión de su voluntad mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

Stefano se retiró lentamente, sus ojos fríos observándola con una mezcla de frustración y deseo. Cuando vio las lágrimas de Aurora, su expresión cambió, pero no se suavizó. Le limpió una lágrima de la mejilla con el pulgar, su mandíbula apretada en un intento de controlar su temperamento.

—No llores, mariposa —murmuró—. Esto es lo mejor para ambos. Y lo entenderás con el tiempo. Serás mi esposa, y no permitiré que nadie te haga daño… ni siquiera tú misma.

Aurora lo miró, sintiendo que la confusión dentro de ella crecía aún más. ¿Cómo podía odiarlo y, al mismo tiempo, sentirse atraída por él? El peso de la situación la aplastaba, y la idea de casarse con Stefano en tan poco tiempo la aterrorizaba.

—¿Por qué haces esto? —logró preguntar con la voz rota—. ¿Por qué yo?

Stefano la soltó lentamente, como si le costara separarse de ella. Sus ojos grises se suavizaron por un momento, pero luego volvió a ser el hombre dominante y posesivo que había aprendido a temer.

—Porque no puedo perderte —respondió con una sinceridad que la sorprendió—. Te necesito, Aurora. No tienes idea de cuánto.

Sin darle más explicaciones, se alejó de ella y salió de la biblioteca, dejándola sola con su mente llena de preguntas sin respuesta. Aurora se quedó quieta, temblando por la intensidad del momento. Su corazón latía desbocado, y la idea de casarse con Stefano en dos días era más de lo que podía soportar.

Pero algo dentro de ella, una pequeña y débil voz, no estaba tan segura de querer escapar. ¿Qué estaba sucediendo en su interior? ¿Por qué la idea de ser suya la aterraba tanto, pero al mismo tiempo la atraía de manera inexplicable?

Esa noche, mientras yacía en la cama que ahora compartía con Stefano, intentó en vano encontrar la calma. Pero la confusión era su única compañía. El miedo seguía allí, pero junto con él, algo más crecía. Algo que la aterraba aún más que el propio Stefano: la posibilidad de que, después de todo, pudiera llegar a amarlo.....

ENREDADOS EN LA OSCURIDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora