El Juego de la Desesperación
Los días pasaron con una lentitud que solo la tensión podía provocar. Lizeth continuaba con su juego, y aunque Aurora intentaba ignorarla, la constante presencia de la joven morena comenzaba a desgastarla. Lizeth no perdía oportunidad para recordarle que no estaba sola en la mansión, que había otros ojos vigilando cada uno de sus movimientos. Y no solo eran los de Stefano.
Lizeth comenzó a aparecer cada vez más cerca de Stefano, buscando momentos a solas con él, esperando captar su atención, su interés. Pero para su frustración, Stefano permanecía indiferente, tratándola siempre con la frialdad de un patrón hacia la hija de una empleada. A pesar de eso, Lizeth no se daba por vencida. En su mente, Stefano era su billete de salida de la pobreza, su oportunidad de cambiar de vida, y no iba a dejar que una niña asustadiza como Aurora se interpusiera en su camino.
Una tarde, Aurora se encontraba en la biblioteca, tratando de escapar de la creciente ansiedad que sentía en su propia casa. Los libros, con sus historias de mundos lejanos y vidas ajenas, le ofrecían una escapatoria temporal, pero la realidad siempre encontraba la manera de arrastrarla de vuelta. Fue entonces cuando Lizeth entró, sin molestarse en tocar la puerta.
—Ah, aquí estás —dijo con su tono característico de burla—. Siempre escondida entre libros, como si pudieran salvarte de la realidad.
Aurora alzó la mirada con cansancio, preguntándose qué más podría decirle esta vez. Lizeth se acercó, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—No creas que no sé lo que estás haciendo —dijo Lizeth, inclinándose hacia ella—. Piensas que si te mantienes en silencio y lejos de él, todo esto pasará. Pero no es así. No voy a desaparecer solo porque lo desees. Stefano es mío, lo será, y tú solo eres un obstáculo temporal.
Aurora cerró el libro con un suave golpe, tratando de controlar su respiración. Sabía que no debía caer en el juego de Lizeth, pero las constantes provocaciones comenzaban a afectarla.
—No quiero discutir contigo, Lizeth —dijo Aurora en voz baja, esforzándose por mantener la calma—. Pero Stefano me eligió a mí, y eso no va a cambiar.
Lizeth soltó una carcajada amarga.
—¿Elegirte? —repitió con sarcasmo—. No te eligió, Aurora. Te atrapó. Hay una gran diferencia. Y tarde o temprano, se dará cuenta de que necesita algo más, alguien más. Alguien como yo.
Aurora sintió un nudo en el estómago. Sabía que las palabras de Lizeth estaban diseñadas para hacerla dudar, para sembrar la inseguridad en su mente. Pero no podía evitar que alguna parte de ellas resonara en sus propios miedos. ¿Y si Lizeth tenía razón? ¿Y si Stefano se cansaba de ella, de su resistencia?
Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió y Nicol entró, trayendo consigo una bocanada de aire fresco y energía. Al ver la tensión en la sala, frunció el ceño.
—¿Interrumpo algo? —preguntó con una sonrisa, pero con una mirada que dejaba claro que no estaba dispuesta a dejar que Lizeth intimidara a su amiga.
Lizeth se enderezó, su expresión cambiando a una de falsa inocencia.
—Oh, solo estábamos charlando —dijo antes de salir de la habitación, pero no sin antes lanzar una última mirada desafiante a Aurora.
Mientras Lizeth continuaba con su juego de manipulación, algo más estaba ocurriendo en la mansión. La presencia de Nicol no había pasado desapercibida para Luca, el primo de Stefano. Desde el momento en que la había conocido, no había podido apartar los ojos de ella. Nicol era todo lo que él no había visto en mucho tiempo: fresca, alegre y llena de vida. En contraste con el ambiente oscuro y opresivo de la mansión Moretti, Nicol era un rayo de luz, y Luca se encontró irresistiblemente atraído hacia ella.
Nicol, por su parte, notaba la atención de Luca y, aunque se sentía halagada, también era cautelosa. Sabía que involucrarse con alguien de la familia Moretti no era una decisión que se tomara a la ligera. Pero cada vez que Luca estaba cerca, su encanto natural y su sonrisa despreocupada la hacían olvidar momentáneamente las advertencias de Aurora.
Una tarde, mientras paseaban por el jardín, Nicol decidió enfrentar la situación.
—Luca, ¿por qué insistes en estar tan cerca de mí? —preguntó, deteniéndose junto a una fuente.
Luca la miró con una sonrisa ladeada.
—¿Por qué no? Eres interesante, Nicol. Diferente a todo lo que estoy acostumbrado. Y en esta familia, lo diferente siempre es... refrescante.
Nicol rió suavemente, aunque no pudo evitar sentir una ligera tensión.
—¿Y crees que es seguro para mí? Ser diferente en este lugar...
Luca la observó con intensidad por un momento antes de responder.
—No sé si es seguro, pero sé que valdría la pena.
El Plan de Lizeth
Mientras tanto, Lizeth estaba lejos de rendirse. Si Stefano no la veía como algo más que la hija de una empleada, tendría que encontrar una manera de demostrarle lo contrario. Estaba dispuesta a todo para lograrlo. Sabía que no podía competir con Aurora en términos de elegancia o estatus, pero tenía algo que Aurora no tenía: la audacia para hacer lo que fuera necesario.
Lizeth comenzó a tramar un plan, uno que la colocaría en una posición en la que Stefano no podría ignorarla. Estaba segura de que si lograba demostrarle que podía ser útil, indispensable, él la vería de manera diferente. Y si eso significaba hacerle la vida imposible a Aurora, entonces que así fuera.
Mientras la tensión crecía entre Aurora y Lizeth, Stefano observaba desde la distancia, permitiendo que las cosas se desarrollaran. Sabía que Lizeth estaba jugando con fuego, pero también sabía que ese fuego acabaría por consumirla. Por ahora, permitía que el juego continuara, sabiendo que al final, él sería quien decidiría el destino de todos en la mansión.
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ENREDADOS EN LA OSCURIDAD
Teen FictionAurora nunca imaginó que su tranquila vida cambiaría de manera tan abrupta. A los 19 años, marcada por la tragedia de haber perdido a sus padres a una edad temprana, se había refugiado en la sencillez y la rutina, confiando únicamente en su mejor am...