Capítulo 13

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Sangre y Deseo

La noche caía sobre la mansión como un manto pesado, trayendo consigo una sensación de inminente peligro. Stefano estaba en su oficina revisando unos documentos importantes cuando su teléfono sonó. La llamada no duró más de unos segundos, pero la tensión en su rostro aumentó de inmediato. Sin decir palabra, se levantó de su asiento y salió de la habitación, dejando a sus guardias alertados y preparados para cualquier eventualidad.

Aurora, que estaba en su habitación, sintió la inquietud en el aire. Algo estaba mal. Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana, mirando la oscuridad que envolvía los terrenos de la mansión. Los guardias parecían más activos de lo habitual, y aunque no entendía exactamente qué estaba ocurriendo, su corazón comenzó a latir con fuerza en su pecho.

Stefano se dirigió hacia el garaje donde lo esperaba Luca. Había recibido información de que un grupo rival había enviado a alguien a infiltrarse en su territorio. No era la primera vez que enfrentaba este tipo de amenazas, pero algo en el aire esa noche lo hacía estar más alerta de lo habitual.

—¿Qué tenemos? —preguntó, su voz firme y controlada.

—Uno de los nuestros vio movimientos sospechosos cerca del perímetro —respondió Luca, con la misma calma—. No parece ser un ataque directo, pero mejor estar preparados.

Stefano asintió y se subió a uno de los vehículos blindados que lo esperaban. Luca tomó el volante, y ambos salieron de la mansión, seguidos de varios autos llenos de hombres armados. El plan era simple: interceptar y eliminar la amenaza antes de que llegara a ser un problema mayor.

Sin embargo, las cosas no salieron como esperaban. Mientras se acercaban al lugar donde se había detectado la actividad sospechosa, una ráfaga de disparos resonó en la noche. Los hombres de Stefano respondieron de inmediato, pero en medio del caos, uno de los disparos logró atravesar la defensa del vehículo y alcanzó a Stefano en el brazo izquierdo.

El dolor fue intenso, pero Stefano lo soportó con la frialdad que lo caracterizaba. Sostuvo el brazo herido con la mano contraria y le indicó a Luca que siguiera adelante. No podían detenerse, no cuando estaban tan cerca de eliminar a la amenaza. Finalmente, tras unos minutos de intercambio de fuego, los hombres de Stefano lograron someter a los intrusos. El área quedó asegurada, y la situación bajo control.

Luca miró a Stefano con preocupación.

—Debemos volver. Necesitas atención médica.

Stefano lo miró con los ojos entrecerrados, claramente irritado por la herida, pero asintió con la cabeza. Sabía que era necesario, aunque odiaba mostrarse vulnerable. Luca condujo de regreso a la mansión a toda velocidad, mientras Stefano presionaba la herida para contener la sangre.

Cuando llegaron a la mansión, Aurora ya estaba al tanto de lo sucedido. Había escuchado a los guardias murmurar sobre el tiroteo y la herida de Stefano, y aunque una parte de ella estaba llena de miedo, otra parte estaba impulsada por una preocupación genuina. A pesar de todo lo que había pasado, no podía ignorar los sentimientos contradictorios que comenzaban a crecer dentro de ella.

Cuando Stefano entró a la mansión, rodeado de sus hombres, Aurora corrió hacia él. Su rostro estaba pálido, y sus ojos revelaban el dolor que intentaba ocultar.

—Stefano… —murmuró, extendiendo la mano hacia él.

Stefano la miró, su expresión suavizándose ligeramente al ver la preocupación en sus ojos. Sin decir una palabra, la dejó guiarlo hacia su habitación, donde un médico de confianza ya lo esperaba para atender la herida.

El proceso fue doloroso, pero Stefano apenas hizo una mueca mientras el médico limpiaba y vendaba la herida. Aurora se mantuvo a su lado en silencio, observando cómo la sangre manchaba el vendaje. La idea de perderlo, aunque fuera remotamente posible, la llenaba de una angustia inesperada.

Cuando el médico terminó y salió de la habitación, dejando a Stefano y Aurora solos, el silencio se hizo pesado. Stefano se recostó en la cama, exhausto por la tensión y el dolor, mientras Aurora lo observaba desde el otro lado de la habitación.

—¿Por qué te pones en peligro de esa manera? —preguntó finalmente, con la voz quebrada por la emoción.

Stefano abrió los ojos lentamente y la miró. Había algo diferente en su mirada esa noche, algo más vulnerable, pero al mismo tiempo más intenso.

—Es mi mundo, Aurora —respondió en voz baja—. Y todo lo que hago es para proteger lo que es mío. Para protegerte a ti.

Aurora sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Stefano, aunque dominantes, estaban llenas de una verdad cruda que no podía ignorar. Él haría cualquier cosa para protegerla, incluso si eso significaba arriesgar su propia vida. Y aunque había odiado su posesividad en el pasado, ahora esa misma posesividad la hacía sentir segura, de una manera retorcida y peligrosa.

Stefano alargó la mano hacia ella, y Aurora se acercó lentamente, hasta que sus dedos se entrelazaron con los de él. La conexión entre ambos era innegable, y en ese momento, la tensión que había estado acumulándose entre ellos finalmente alcanzó su punto de ebullición.

Aurora se inclinó hacia él, y antes de que pudiera detenerse, Stefano la atrajo hacia su pecho. Sus labios se encontraron en un beso hambriento, cargado de todo lo que no se habían dicho en semanas. El dolor en el brazo de Stefano parecía desvanecerse bajo la intensidad del momento, y lo único que importaba era el calor del cuerpo de Aurora contra el suyo.

La atracción que ambos habían estado reprimiendo estalló en una tormenta de deseo. Aurora se dejó llevar por las emociones, olvidando por un momento todo el caos que los rodeaba. Esa noche, en la oscuridad de la habitación, se entregaron el uno al otro sin reservas, sin promesas de futuro, solo con la certeza de que en ese instante, ambos se necesitaban de una manera que ninguno de los dos podía negar.

Cuando la mañana llegó, Aurora se despertó acurrucada junto a Stefano. Sus cuerpos aún estaban entrelazados, y por primera vez en mucho tiempo, Aurora sintió una paz inesperada. Aunque sabía que sus sentimientos por Stefano seguían siendo complejos y contradictorios, esa noche había demostrado que, de alguna manera retorcida, él se había convertido en una parte fundamental de su vida.

Stefano la miró mientras despertaba, y aunque no dijo nada, la suavidad en sus ojos fue suficiente para hacerle entender que, al menos por ahora, las sombras que los rodeaban habían dado paso a un respiro de luz.

ENREDADOS EN LA OSCURIDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora