Después de un devastador accidente que le provoca la pérdida de memoria, Erizo se encuentra atrapada en un mundo que ha cambiado drásticamente.
Ahora, su percepción de la realidad está alterada. En lugar de ver los ojos de las personas, solo distin...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
"La realidad es tan distinta, cuando la ves con otros ojos"
La oscuridad. Un vacío interminable. Eso es todo lo que Erizo había conocido durante lo que parecía una eternidad. Pero ahora, algo estaba cambiando. Lentamente, como si emergiera desde las profundidades de un sueño sin fin, comenzó a sentir.
Primero, fue el frío metal de una cama rígida bajo su piel. Luego, la suave presión de una manta, apenas tibia, sobre su cuerpo inmóvil. Sus sentidos volvían, uno por uno, junto con una creciente sensación de incomodidad.
Erizo abrió los ojos, pero en lugar de la claridad, todo se veía borroso, como si el mundo estuviera cubierto por una densa neblina. Parpadeó varias veces, intentando despejar su visión, pero la confusión permanecía. Su cabeza dolía, un dolor sordo que palpitaba en sus sienes. Lentamente, giró la vista alrededor, notando las formas vagamente reconocibles de una habitación hospitalaria.
Intentó moverse, pero su cuerpo apenas respondía. No recordaba cómo había llegado allí, ni siquiera quién era ella. Un vacío se había instalado en su mente, dejando solo preguntas sin respuestas. Con un esfuerzo doloroso, levantó su mano hacia su cuello, sintiendo el peso de un collar. Instintivamente, abrió el pequeño dije en forma de corazón. Dentro, una foto de un chico sonriente. No sabía quién era, pero algo en esa imagen la hacía sentir... incompleta.
Antes de que pudiera procesarlo, la puerta de la habitación se abrió con un chirrido, y una figura entró. Su rostro debería haber sido lo primero que notara, pero en su lugar, lo único que veía era un cartel negro flotando justo encima de donde debían estar sus ojos. La palabra "HIPÓCRITA" estaba grabada en letras blancas y frías.
Erizo sintió una punzada de miedo, su corazón acelerándose. ¿Qué estaba pasando? Intentó hablar, pero su voz era apenas un susurro. La figura se acercó, su expresión no visible, solo el cartel que permanecía firme, implacable.
"¿Cómo te sientes, querida?" preguntó la figura, con una amabilidad que sonaba vacía, hueca.
Erizo no respondió. Sus ojos no podían apartarse del cartel. Se suponía que debía ver un rostro, pero esa palabra oscura lo reemplazaba todo. "HIPÓCRITA". ¿Quién era esa persona? ¿Por qué esa palabra?
El miedo crecía en su interior. Algo andaba muy mal.
Erizo cerró los ojos por un momento, esperando que al volver a abrirlos, esa palabra horrible hubiera desaparecido. Pero cuando sus párpados se levantaron nuevamente, el cartel seguía allí, oscuro y omnipresente. Sintió una opresión en el pecho. Su respiración se volvió más rápida, entrecortada.
"Tranquila, estás a salvo" dijo la figura, acercándose aún más.
Erizo se encogió, sus dedos apretando el dije del collar con una fuerza desesperada. ¿Qué significaba a salvo cuando todo lo que podía ver era esa palabra aterradora? No había rostros, solo etiquetas. La confusión en su mente se mezclaba con una creciente sensación de peligro.