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"No sé por dónde comenzar, no sé cómo moverme

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"No sé por dónde comenzar, no sé cómo moverme... pero juro que ese miserable pronto enfrentará su destino... en la oscuridad de una celda"

La primera clase se deslizó como un río estancado, sin rumbo y sin emoción. Erizo se encontraba apoyada contra sus manos, la cabeza inclinada hacia adelante, mientras su mirada se perdía en el rostro de la maestra. La voz de la mujer se convertía en un murmullo distante, un ruido de fondo que apenas lograba penetrar en la niebla de pensamientos oscuros que la envolvían.

"¿Por dónde empiezo?" se preguntaba, girando la idea de inculpar a ese bastardo en su mente. La rabia y la impotencia ardían en su interior, pero no tenía un plan claro, solo un deseo voraz de que la verdad saliera a la luz.

Mientras la maestra pasaba la tiza sobre la pizarra, su mirada se desvió brevemente hacia el cartel que adornaba la pared del aula, el típico recordatorio de que todos deberían ser "respetuosos" y "amables". Un susurro oscuro resonó en su cabeza "¿Acaso eso aplica para ese bastardo?"

No quería perder más tiempo con esas insignias vacías, así que volvió a centrar su atención en la maestra. Pero sus ojos vagaron nuevamente hacia Clara, que se encontraba en la primera fila, concentrada en lo que decía la profesora. Sin embargo, notó que Clara la miraba de reojo, una ceja levantada en señal de preocupación.

"Erizo, ¿estás bien?" le susurró Clara, manteniendo la voz baja para no interrumpir la clase. Había una mezcla de inquietud y amistad en su tono, un intento de alcanzar a la Erizo que se estaba perdiendo en sus propios pensamientos.

"Sí, solo... estoy pensando" respondió Erizo, pero las palabras se sintieron huecas, como una máscara que no podía sostenerse por mucho tiempo.

Clara inclinó la cabeza, sin estar convencida. "Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? No tienes que estar siempre sola"

Una risa amarga escapó de los labios de Erizo, como si esas palabras fueran una broma cruel. "Claro... porque todos aquí son tan solidarios" murmuró, lo suficientemente bajo para que solo Clara lo escuchara. "Solo ven lo que quieren ver... y eso no soy yo"

A medida que las palabras se deslizaban de su boca, un escalofrío recorrió su espalda. Era verdad; en esta clase, como en el resto del mundo, se sentía como una sombra, invisible y olvidada. La mente de Erizo se ahogaba en pensamientos de venganza, en imágenes de un futuro donde pudiera enfrentar a ese bastardo y hacerlo pagar por todo lo que había sufrido.

"No sé si puedo hacerlo" pensó, sintiendo la presión de la soledad. Su mirada se desvió nuevamente hacia la pizarra, donde la maestra continuaba hablando, ajena al caos interno que consumía a su alumna.

"Quizá no necesito ayuda" reflexionó, en un susurro casi inaudible. "Tal vez lo que deba hacer sea actuar sola. Al fin y al cabo, nadie más se atrevería a enfrentar la oscura verdad"

UnknownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora