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"Lentamente, la conciencia regresó a mí

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"Lentamente, la conciencia regresó a mí... ¿De verdad estuve al borde de ponerle fin a todo? ¿De la manera más simple, más tentadoramente fácil?"

El silencio en la casa era abrumador, casi asfixiante. Erizo permanecía inmóvil en el sofá, tumbada boca arriba, con la mirada fija en el techo. No había energía en su cuerpo, solo una profunda sensación de vacío que la mantenía atrapada en ese momento, incapaz de moverse o de pensar en nada más allá de esa soledad que la envolvía.

De repente, algo rozó su piel entre sus prendas. Con una sensación de incomodidad, Erizo recordó lo que tenía guardado. Sacó el papel arrugado que había escrito durante uno de sus momentos más oscuros. Aquella nota de suicidio. La sostuvo entre sus manos temblorosas, observando las palabras desordenadas, la caligrafía apresurada, casi ilegible en algunas partes, pero aún lo suficientemente clara como para recordarle cada uno de los pensamientos que había tenido en ese instante de desesperación.

La rabia que la había consumido el día anterior volvió a su mente como una ola arrolladora. Recordó cómo todo se había desmoronado a su alrededor, como el dolor, la frustración, la injusticia la habían consumido. Cómo había dejado que su ira se convirtiera en odio puro, dirigido no solo a los demás, sino también hacia ella misma. El profesor, ese monstruo que la había atormentado, había sido el detonante de todo (o eso ella creía). Había escrito pasos, un plan para asegurarse de que ese bastardo pagara por lo que había hecho, para que fuera encerrado y no pudiera lastimar a nadie más. Esos sentimientos de odio y venganza aún vibraban en las palabras que tenía frente a ella.

Recordó claramente el grito que había soltado, un grito lleno de odio, de dolor, tan fuerte que parecía haber desgarrado su garganta. Un grito que parecía haber salido de lo más profundo de su ser, como si todo su sufrimiento y frustración se hubieran materializado en ese sonido. Y luego, el cuchillo.

La fría sensación del metal en su piel era algo que nunca olvidaría. El cuchillo lo había tenido tan cerca de su cuello, tan cerca de terminar con todo... solo un movimiento más, un solo empujón, y todo habría acabado. Pero algo la detuvo, algo que no supo identificar en ese momento. Tal vez el miedo, tal vez un recuerdo lejano, o tal vez una pequeña chispa de esperanza que aún se aferraba a su interior.

Ahora, mientras miraba la nota en sus manos, se sentía diferente, pero no menos confusa. La ira seguía ahí, latente, pero también había una mezcla de cansancio y desolación. Sentía como si hubiera pasado una eternidad desde ese momento, y sin embargo, los sentimientos seguían tan frescos como el día en que los había escrito.

Erizo soltó un suspiro profundo, uno que parecía llevarse con él un poco de todo ese peso que había estado cargando. Miró la carta por un momento más, sintiendo una mezcla de rechazo y tristeza, antes de que, con manos temblorosas, empezara a destrozarla. El sonido del papel desgarrándose resonó en el silencio de la casa. Cada pedazo que arrancaba era como si estuviera arrancando una parte de sí misma, de ese pasado reciente lleno de oscuridad, confusión y desesperanza.

UnknownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora