Después de un devastador accidente que le provoca la pérdida de memoria, Erizo se encuentra atrapada en un mundo que ha cambiado drásticamente.
Ahora, su percepción de la realidad está alterada. En lugar de ver los ojos de las personas, solo distin...
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"Un horror se arrastra por mis entrañas... no es solo asco. Es una repulsión abominable que devora mi ser..."
Minutos después
Erizo, con el corazón aún agitado, logró salir de aquella maldita aula sin ser vista. El aire fresco del pasillo la envolvió, pero el asqueroso olor de los fluidos aún permanecía en su mente, un recordatorio vívido del horror que había presenciado. Corrió hacia los baños, la necesidad de alejarse de aquella escena la impulsaba.
Al llegar, se encontró con la chica de su clase, la misma que había visto en la sala. Su cartel no mostraba nada negativo, solo palabras que indicaban bondad y esperanza. La joven la saludó con una sonrisa que Erizo no pudo evitar notar que era forzada, como si llevara un peso sobre sus hombros que nadie más podía ver.
"Hola, Erizo, ¿verdad?" la chica preguntó, su voz amable contrastando con la frialdad de la situación.
Erizo la miró con desconfianza, sintiendo que algo estaba muy mal. "Sí... soy yo" respondió, su voz apenas un susurro. La confusión la envolvía; no podía entender cómo esa chica podía actuar normalmente después de lo que había sucedido.
"¿Vas a la clase de historia ahora? Se dice que el profesor es realmente bueno" dijo la chica, mientras su sonrisa se mantenía, pero sus ojos, ocultos tras el cartel, no podían engañar a Erizo. La joven sentía que detrás de esa fachada de amabilidad había una historia oculta, una que la chica no se atrevía a contar.
Erizo no pudo evitar sentirse intrigada y, al mismo tiempo, aterrorizada. La sensación de que todos estaban escondiendo secretos oscuros la abrumaba. Miró a su alrededor, el baño estaba casi vacío, y la luz parpadeante le daba un aire sombrío. Decidió no entrar en detalles, no podía permitirse abrirse. "Sólo necesito un momento. Gracias" dijo, sintiéndose repentinamente pequeña e impotente.
A medida que la chica se alejaba, Erizo sintió una oleada de soledad y desesperación. La pesadilla no parecía tener fin; cada rincón de la escuela se había vuelto un laberinto de secretos y mentiras. Esa sonrisa falsa, esos ojos ocultos detrás de un cartel, representaban la lucha interna de muchos que también llevaban cargas invisibles.
Erizo se lavó las manos, tratando de borrar la sensación de asco que la invadía. Al mirarse en el espejo, vio más que su reflejo. Era como si las sombras que la rodeaban se alargaran, absorbiendo la luz y la esperanza. El eco de la voz masculina del bosque resonó en su mente: "Debes cumplir ese deseo de tus yo del pasado"
¿Qué significaba eso? ¿Qué deseos ocultos estaba obligada a enfrentar? Con cada día que pasaba, la escuela se convertía en un lugar más aterrador, donde las apariencias eran solo eso, máscaras que ocultaban la verdad. Al salir del baño, sintió que la presión aumentaba, como si cada paso que daba la acercará más a descubrir lo que realmente se escondía detrás de esos carteles y esas sonrisas forzadas.