Mew
Estoy de pie frente a unos cristales inmaculados, contemplando el inconfundible horizonte de Nueva York, cuando Alex llama. La mujer desnuda que yace en las sábanas de seda se agita, pero no se despierta.
Entro en el salón anexo de la suite del hotel, llevándome el teléfono y el vaso vacío.
―¿Sí? ―Contesto al teléfono y lo meto entre la oreja y el hombro para echar más bourbon en el vaso de cristal.
―Estás despierto. ―Alex parece disgustado por ese hecho.
―¿Esperabas despertarme?
―Pensé que lo haría. Es medianoche allí.
Bebo un sorbo antes de hablar, saboreando el humo antes de tumbarme en el sofá.
―Estoy en Nueva York. Mecci está revolviendo alguna mierda que tuve que manejar en persona.
―¿Qué?
Me río entre dientes.
―Nada que no pueda manejar. Pero Pavel está presionando para hacer oficiales las cosas con Anastasia. No podré salir del país una vez que haya firmado el acuerdo.
Silencio.
Silencio total y absoluto.
La inquietud me recorre la espalda como un cubito de hielo que se derrite.
―¿Alexei? ―escucho el cambio en mi voz, de amigo a superior.
―Tengo que decirte algo.
Algo que no quiere decirme, basándome en su tono.
Mi mente da vueltas con posibilidades. Está en Filadelfia haciendo una residencia en Urgencias. Una residencia que me convenció de que valdría la pena: podrá salvar a hombres que de otro modo no podría, aprendiendo técnicas que no podría aprender en ningún otro sitio. ¿Qué carajo pudo haber salido mal? Nadie más sabe que está allí.
―Entonces, cuéntame.
Alex inhala, el sonido crujiendo a través de la conexión del teléfono.
―El todavía vive aquí. Y... ahora tiene un hijo.
Me concentro en respirar, nada más. Inhalar y exhalar. Me bebo el resto de la copa. El pronombre él podría aplicarse a millones de personas y, sin embargo, sé exactamente a quién se refiere. Solo hay un él cuyo nombre no se pronuncia entre nosotros porque hace mucho tiempo que cerré ese tema.
―No deberías haber vuelto allí.
Es todo lo que se me ocurre decir. Juré cuando dejé Filadelfia que nunca miraría atrás. Que nunca volvería. Dejar volver a Alex no rompió esa promesa, pero abrió posibilidades -esta posibilidad- que yo podría haber evitado.
Alex guarda silencio.
Lucho contra la curiosidad y pierdo.
―¿Dónde lo viste?
―Vino a Urgencias el fin de semana pasado.
Creía que hacía tiempo que había conseguido acallar las respuestas emocionales ñoñas. Pero mi corazón se acelera y aprieto los puños.
―¿Murió? ―Hago fuerza para que salga la pregunta.
―¿Qué? No, está bien.
Exhalo con alivio y luego con fastidio.
―No hagas que suene como si no lo estuviera. Y si está bien, ¿de qué demonios estamos hablando? ¿Murió el bebé?
―Joder, no, el bebé no... ―Hay una pausa, luego algún murmullo en ruso que no capto―. No hay ningún bebé. Gulf apareció en Urgencias el sábado por la noche. Se hizo un corte en la mano y vinieron a darle puntos. No había decidido si decírtelo o no. Entonces, él vino aquí de nuevo esta mañana. Supuse que era por ti, que tenía preguntas. Las cerré lo mejor que pude, pero entonces me dijo que tenía un hijo de ocho años. Conseguí su dirección de los formularios que rellenó y fui a su casa en cuanto terminé mi turno. Vive en un apartamento en East Falls. Y el niño... no estaba mintiendo. Él... bueno, no hay duda.
―¿No hay duda sobre qué? ―Mi mente se siente como si se moviera por lodo, abrumada y poco preparada.
―Tiene ocho años, Mewlavj. No hay duda sobre la paternidad. El chico no podría parecerse más a ti si fuera clonado. Es una puta locura.
Soy padre.
Tengo un hijo.
Tengo un hijo de ocho años con Gulf Kanawut.
Descubrir que mi padre y mis hermanos habían sido asesinados a sangre fría y que yo heredaba un puesto que no deseaba no fue tan impactante. La vida en la mafia es peligrosa e impredecible. Siempre hay una gran posibilidad de que alguien intente matarte. Es una vida más primitiva, casi darwiniana. Sólo sobreviven los más fuertes.
Hace tiempo que encerré cualquier emoción más suave. Esta revelación sacude la jaula por primera vez. Me vienen a la mente recuerdos que hacía tiempo que no me permitía evocar. Todos protagonizados por un moreno de sonrisa tímida.
Intento imaginármelo: un niño con una mezcla de nuestros rasgos. Aunque, basándome en lo que acaba de decir Alex, se parece más a mí que a él. Ha habido una versión en miniatura de mí paseándose por el mundo, y no tenía ni puta idea.
―Gulf no sabe nada, Mew. Nada. Él piensa que sólo eres un imbécil que se separó de él. Sólo quería saber si te importaría tener un hijo...
Le cuelgo. Dejo caer el teléfono al suelo y tiro el vaso contra la pared. Se rompe y salpica cristales astillados y bourbon por todas partes.
Una sombra aparece en la puerta antes de que la rubia de mi cama entre tambaleándose. No recuerdo su nombre. Es posible que nunca se lo preguntara.
Parpadea soñolienta, observando mi pecho agitado y el desorden en el suelo.
―¿Qué está pasando?
―Fuera ―le digo.
―Pero yo...
―Fuera.
La rubia se escabulle. Es una modelo que recogí durante la cena. No tiene ni idea de quién soy realmente ni de a qué me dedico, pero basta con que levante la voz para que salga corriendo como un ratón asustado.
La gente se siente intimidada por mí. Su instinto les dice que soy peligroso, que se alejen de mí, incluso cuando su mente no ha conjurado una buena razón para el miedo.
Gulf nunca me miró como si fuera un monstruo. Mi lista de pecados era mucho más corta por aquel entonces, pero mis manos no estaban ni mucho menos limpias.
Alrededor de él, me ablandé. No quería asustarlo.
Quería fingir que tenía opciones. Quería fingir que estar en la lista de espera de una asignatura o no ser la primera en elegir las prácticas de verano eran las mayores de mis preocupaciones.
No preví lo difícil que sería alejarme de ese atisbo de normalidad. De él.
Resulta que me alejé de más de lo que pensaba. Y ahora tengo que decidir qué hacer al respecto.
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SECRETOS PELIGROSOS
FanfictionHISTORIA INDIVIDUAL 🤍 Contenido 🔞 🤍 Escenas Explícitas Adaptación sin fines de lucro. Esta historio NO nos pertenece, todos los créditos para el autor de la misma. Agradecimientos a los traductores de la historia.