Final del Imperio

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En casa, la Señora Alba está disgustada por la decisión de Maritza.

—¿Por qué no te quedaste conmigo? — pregunta la Señora Alba, encogiéndose de hombros. — Siendo tu padre un abogado, jamás debiste separarte de mí, así como el nunca lo hizo; a pesar de nunca haberlo amenazado.

I

Iniciando con las penalidades del estudio de derecho; los días para un estudiante de abogacía son largos y difíciles. El trabajo nunca termina.
Páginas y páginas de libros para leer, notas que tomar, pruebas que aprobar y no hay tiempo suficiente para hacer todo lo que se necesita.

Maritza se abre paso entre la multitud de estudiantes de Derecho más mayores que ella. Sus cabellos negros y lisos se ven extraños entre los demás. Aún no había cumplido la mayoría de edad, pero su juventud no era un impedimento para su determinación. Su corazón late con fuerza mientras se acerca a las puertas de la institución.

Entre la multitud de nuevos estudiantes de Derecho, la recién huérfana se siente pequeña e incómoda, pero alza su cabeza con orgullo.

Al final de las audiciones, es aceptada en la escuela, pero no por sus logros personales. Cuando los oficiales ven el nombre de su padre Castillo Herrera, un eminente abogado, Maritza es aceptada instantáneamente. El prestigio de su apellido la acompaña en esta nueva etapa de su vida, pero sabe que tiene que demostrar que ella también tiene talento.

—Si mi padre era muy reconocido y sabía resolver cualquier caso, ¿Por qué nunca se divorció de Alba? — se preguntaba la joven aspirante a abogado — ¿Se sentía comprometido con su bienestar? ¿O se había enamorado de una belleza que Alba nunca tuvo?

El primer día de clases, Maritza se encuentra con el rector de la universidad, un hombre de pelo blanco y barba bien cuidada.

—¿Y tu madre Alba, cómo está? — pregunta el rector, con una sonrisa amistosa.

Maritza se pone algo tensa y responde:

—Mi madre está bien, gracias por preguntar.

Ella sabe que el rector conoce a su madre y siente una mezcla de humillación y furia por las cosas que la gente pueda decir sobre Alba. Antes de que por los pasillos se riegue el chisme de una madre abnegada y una hija desobediente; espera que pueda mostrar su talento y hacer que su fama se gane a sí misma, y que nadie piense en su madre.

El rector sonríe y dice:

—En realidad, tengo algo para tí, Maritza.

La Joven se sorprende y su corazón se acelera.

—¿Qué es? — pregunta.

El rector saca una carta de su cartera y se la entrega.

—Tu padre me pidió que te diera esto cuando crecieras.

—¿Solo esto? — Pregunta Maritza.

—En realidad hay algo más, pero no sé si quieras recibírmelo.

El rector saca también un retrato enmarcado de Alba y se lo entrega a Maritza.

Maritza mira la imagen de su madre con ojos recelosos. La fotografía está algo borrosa y la vuelta de la foto dice: Alba Castillo, 1986.

La Cueva De Los EncantadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora