La Fuente De Los Deseos

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I

¡Ah, sí! En una remota calle del centro de una ciudad mediterránea, oculta de la vista de los turistas y los vecinos, se esconde una antigua fuente. Esta fuente, con su marmóreo alivio envejecido por los años, tiene una peculiaridad: todas las noches, la luna llena se alza sobre su árbol de metales oxidados y golpea suavemente su superficie, despertando a sus poderes mágicos. Alcanzado con su mano, cualquiera puede desear cualquier cosa y la fuente, en un arrebato de generosidad, se la concederá. ¡Pero, como toda magia, este proceso tiene su costo! Con cada deseo concedido, una parte del ser que ha hecho el deseo es extraída y expulsada en el interior de la fuente.

La fuente es una fuente de poder, sí, pero también es un abismo insaciable, una fuerza arrogante que más tarde o más temprano, consume a quienes se permiten disfrutar de su hechizo. ¡Pero, aún con el riesgo que representa, la fuente sigue siendo una aventura irresistible y una prueba de la voluntad humana!

La fuente de los deseos a veces está hacinada de idioteces, son tantos los deseos estupidos que nunca son concedidos... Es así como miles de niños malcriados lloran al pie de la fuente, mientras sus lágrimas se mezclan con el agua cristalina. Los dulces que pedían nunca llegaron, los juguetes caros nunca aparecieron debajo del árbol de navidad y las maldades deseadas a otros niños pobretones nunca se hicieron realidad.

—¿Pero que ha pasado con la fuente?

La fuente permanece, silenciosa pero activa, oculta y casi olvidada, pero cada luna llena atrae a un par de nuevos visitantes, dando así inicio a un nuevo ciclo. Con el paso del tiempo, se ha formado una tradición para los residentes de la ciudad: aquellos que quieren probar su suerte y elegir entre un gran deseo y un gran riesgo se reúnen cerca de la fuente durante la noche de luna llena. Cada año, la ciudad anuncia oficialmente la noche de la fuente de los deseos, y miles de personas llegan desde todo el país para participar.

Los sucesos suelen ser teatrales, donde los enamorados expresan su amor, los jóvenes se reúnen para desearse mutuamente años de buena suerte y éxitos profesionales, y aquellos con ganas de aventura se permiten ser llevados por sus deseos más profundos. Pero, de vez en cuando, los más temerarios de entre los visitantes, quienes no temen el riesgo o la perdición, quieren apoderarse de la fuente y extraer todo su poder para sí mismos.

—¿Esa susodicha fuente está muy vieja?

Sí, la fuente es ciertamente vieja. No sabemos exactamente cuántos siglos ha estado allí, ya que su origen se ha perdido en el tiempo. Algunos dicen que la fuente era un regalo de los dioses antiguos a la gente de la ciudad, mientras que otros dicen que fue forjada por los esfuerzos de un mago solitario. Lo único que se sabe con certeza es que la fuente es más antigua que cualquier edificio o arquitectura de la ciudad, y ha visto a millas de residentes y visitantes venir e ir con sus deseos. ¡La magia de la fuente es tan profunda y antigua que nadie sabe con certeza cómo funciona o cómo llegó allí! Esto ha convertido la fuente en un misterio.

Maraima se volvió viejo. Con cada año, se hizo más lento y más débil, y su respiración se volvió más pesada y agotadora. Poco a poco, su cuerpo cayó bajo el peso de la enfermedad. Tuvo un ataque de tos persistente, y su sangre se volvió más espesa y oscura. ¡Su piel se tornó blanca, y su cuerpo se volvió cada vez más frágil! Aunque sus hijos y nietos se esforzaron por darle todo el cuidado posible, era inútil. Maraima tenía tuberculosis, y cada vez más su vida se empezaba a apagar como una vela. Al final, Maraima murió rodeado por su familia. Fue una muerte tranquila y digna.

Mi abuelita nunca le pidió un deseo a la fuente de que su amado regresase del más allá, sabía que su trabajo a su lado había culminado.

II

Liz estaba en su cuarto, y la noche era cálida y húmeda como un beso.

Cuando ella se disponía a dormir, oyó un golpe suave en su puerta, y al abrirla, el sargento Leal estaba allí, su rostro no tan enojado como siempre, se veía tierno y cálido.

Liz estaba limpiando su armamento, sentada en el rincón de su cuartel, sus miradas se encontraron en la oscuridad, y la cadete podía ver el brillo de su amor en los ojos del Sargento.

—Estoy preocupado por tí — dijo Leal, su voz apenas audible. — Lo hemos estado ignorando, pero es hora de que lo reconozcamos.

Liz se acercó en silencio, sintiéndo el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

—Debemos protegernos — continuó — Pero quiero que sepas que te deseo como a mi compañera del alma.

La voz de Liz le tembló al responder:

—Tengo miedo, Leal. Esto podría destruirnos a los dos.

Él la miró con tristeza y le susurró:

—Lo sé, pero siento que estoy aquí con un propósito. Y parte de ese propósito es protegerte.

—Leal, no puedo arriesgarme a perder mi posición aquí. No sólo pienso en mí, sino también en usted. Usted es un gran oficial, y yo no quiero causarle daño.

Leal avanzó lentamente.

—Comprendo, Liz. Lo único que sé es que me has tocado el alma.

Liz no lo hubiera dejado entrar, cerrando la puerta rápidamente detrás de ella, Pero sabía que no podía ignorar al único que le había dado una oportunidad en la academia.

Él estaba tan cerca de ella que podía sentir su respiración en su cuello, y su energía parecía encender el aire de la lámpara de gas de la esquina.

—Liz — dijo, susurrando su nombre como una oración. Luego se inclinó y sus labios se unieron, tiernos y suaves como pétalos de flores.

En la habitación, sólo se escuchaba el sonido de sus respiraciones y el latido de sus corazones, y ellos se sentían transportados a otro mundo, donde el amor era su único imperativo.

Con cada beso, el deseo crecía entre ellos, hasta que Liz no pudo soportarlo más y salió corriendo de allí.

Quería escapar de algo que ya estaba escrito en el pergamino de su abuelo el Cacique Maraima.

Aunque Liz sintiera que cada tacto de Leal era como una plegaria y cada uno de sus suspiros era como una promesa, no podía entregarse asi a alguien que solo conocía de miradas; no sería nuevamente el hazmerreir de los días aciagos, ni la ilusa que busca hombres mayores; solo quería ser una persona feliz, y no lo era.

Liz siempre había sido una mujer de carácter fuerte y decisión firme. Cuando decidió unirse al ejército, lo hizo con la convicción de que estaba tomando la mejor decisión para su futuro. La vida en el décimo cuartel de la compañía no fue fácil al principio: madrugones, entrenamientos agotadores y una jerarquía que debía respetar. Sin embargo, pronto encontró su ritmo y se ganó el respeto de sus compañeros y superiores.

Fue en uno de esos entrenamientos agotadores donde Liz conoció al Sargento Leal. Un hombre de pocas palabras, con una mirada intensa y una sonrisa que, aunque rara, iluminaba el lugar. Era conocido por su disciplina férrea y su lealtad inquebrantable hacia sus soldados. Desde el primer momento, sintió una conexión especial, aunque le costó entender exactamente qué era aquello que la atraía tanto de él.

Solo deseaba que eso nunca hubiera ocurrido, ni que su compañero de habitación los hubiera presentado.

La Cueva De Los EncantadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora