I
Todos los días al despertar camino con mis amigos a ver clases, mi madre me ha conseguido a duras penas una beca en una escuela que no se encuentra ubicada tan lejos de mi casa, así que a pesar de tener mi patología anemica, puedo llevar una vida normal a pesar del fuerte dolor en los huesos.
La escuela estaba junto a la mansión de la señora Alba y era un lugar de misterio y curiosidad para mí y mis compañeros. La torre de la escuela se elevaba por encima de los árboles, casi tan alta como la mansión y, en algún momento de nuestro día a día, nos sentíamos atraídos hacia allí, fascinados por la antigüedad y el glamour.
Los muchachos nos apretujábamos contra los viejos muros de ladrillo y señalábamos los detalles del edificio, tratando de imaginar lo que podía haber dentro. También nos decíamos historias de fantasmas y tesoros escondidos, riendo al pensar en lo absurdo de todo.
Un día, sin embargo, cuando los ruidos de la escuela se calmaron y el sol se puso, una sensación pesada se cernió sobre nosotros.
Fue en ese momento cuando vi por primera vez a la señora Alba salir de la mansión.
La señora Alba era como una criatura perteneciente a la noche, y caminaba hacia nosotros con el ceño fruncido y el labio superior levantado en desprecio. Llevaba un traje elegante pero riguroso, y sus botas negras golpeaban el suelo con el ritmo de su paso. Además tenía una sonrisa torcida que congelaba a los pequeños pecadores en su sitio. Era muy gorda y su cuerpo se extendía hacia fuera como una masa de pura materia corporal, y sin embargo, aún así había algo amenazador en su forma corpulenta.
—¡Niños desobedientes! — gritó la Señora Alba, su voz estridente y con un acento extranjero. — ¡Volved a vuestras casas y dejad de molestarme!
Un niño se adelantó y preguntó:
—¿Por qué parece tan furiosa?
La Señora Alba se dio la vuelta, y su cara se torció en una expresión de ira.
Los niños retrocedieron un poco. La Señora Alba los miró con una furia en sus ojos negros como el carbón, y habló en voz baja pero clara:
—No comprendéis la tormenta que encierro dentro de mí... ¡Soy la tormenta! — dijo, y sus palabras resonaron en el aire cálido de la mañana glamurosa — No quiero que se acerquen por aquí, porque mi Hija está estudiando, y tanto alboroto la distrae.
Los niños se fueron, Pero algo les decía que eso no era normal; la señora Alba no era la típica vecina gruñona, solterona y viuda; ¡Tenía una hija!, la cual nunca se había dejado ver, eso despertó la curiosidad del grupo.
Al día siguiente, los niños regresaron a la mansión en busca de respuestas. El muro de ladrillo seguía allí, altivo e invitante, pero el patio estaba vacío.
Los niños se escondieron en los arbustos y observaron, esperando que la Señora Alba volviera. Pero la noche se deslizó a través de las ventanas, y nada más ocurrió. No había rastros de la pequeña prisionera.Al día siguiente, un niño llamado Lucas escuchó un rumor entre sus compañeros de clase.
—¿No has oído lo que pasó? — susurró un niño, con el rostro serio. — La Señora Alba murió anoche.
Lucas no podía creerlo.
—¡Patrañas! — interrumpió una niña — la persona que murió fue su esposo, el Señor Castillo.
—¿Esa señora tenía esposo?
—Al parecer si, seguramente en su juventud era bella como yo — opinó una niña algo vanidosa.
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La Cueva De Los Encantados
القصة القصيرةEn esta oportunidad no tengo tanto que ofrecer, pero si algo que demostrar a través de la evolución personal: Cómo en diferentes épocas de una misma vida podemos cambiar de emociones, sensaciones y sentimientos mientras los demas piensan que somos u...