|09| Objetivos y deseos relacionados

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Llevé a Jennie por un camino oscuro, iluminado solo por la luz de la luna, mientras el silencio nos envolvía. En cada uno de sus respiros podía escuchar el cansancio de haber caminado veinte minutos sin descanso, pero sabía que el esfuerzo valdría la pena. Con suerte, no tendríamos que regresar hasta la mañana siguiente. Me giré hacia ella y le ofrecí un poco de agua.

Ella se negó, lo pensó por un momento y luego abrió los brazos de par en par.

—Cárgame —dijo, con una voz temblorosa por el cansancio.

Una sonrisa se dibujó en mis labios al recordar las aventuras que Jennie solía hacerme vivir con ella en el bosque del jardín del palacio. Solíamos dar vueltas alrededor del río y entre los árboles hasta que sus pequeñas piernas no podían más, y entonces yo la llevaba de regreso al palacio en mi espalda, bajo la atenta mirada del rey Kim.

Cuando Jennie llegó al palacio, era solo una niña, mientras que yo ya era una adolescente preparándome para ser la alfa al trono de Tailandia. Aun así, siempre encontraba tiempo para seguir a Jennie, Minho y a una muy pequeña Sooyoung en sus excursiones clandestinas. Sin embargo, prefería pasar tiempo a solas con Jennie; de los tres, ella era la menos fastidiosa. Todo esto terminó cuando mi madre sugirió que nuestras escapadas podían dañar tanto mi imagen como la de Jennie.

Lamiéndome los labios, me agaché y le ofrecí mi espalda para que subiera.

—Por un momento pensé que te negarías —dijo Jennie, rodeando mi cuello con sus delgados brazos—. Ya no eres tan seria, ¿es el palacio lo que te hace aburrida?

Negué con la cabeza.

—No soy aburrida. Y no es el palacio, sino quienes lo habitan.

—Es lo mismo.

Caminamos en silencio, y pronto la noche se adueñó del cielo. El vestido de Jennie no era tan voluminoso como el que había usado en su bienvenida a Tailandia; era más bien un atuendo de dormir, fino, elástico y mucho menos esponjoso. Me movía con cuidado, procurando no tropezar, hasta que las linternas comenzaron a ser más frecuentes alrededor. Supe entonces que estábamos cerca.

—¿Crees que soy aburrida? —pregunté de repente, buscando romper el silencio mientras nos acercábamos a nuestro destino.

Sentí cómo Jennie se encogía de hombros.

—Tanto como yo. Por eso me agradas. No te soportaría si fueras como Minho, ¿sabes?

La mención de su nombre borró la sonrisa de mi rostro. Desde que reclamé a Jennie, Minho no ha hecho más que murmurar a otros alfas sobre cómo aproveché la situación vulnerable de Jennie para quedármela, insinuando que ninguna otra omega me aceptaría. Tal vez mi malestar se deba a que, en el fondo, sé que tiene razón.

Lo que me facilitaba estar con Jennie es que la conocía. En su peculiaridad, ella era lo más cercano a una amiga que he tenido: ni competencia, ni subordinada, sino una compañera. Ha estado a mi lado más tiempo del que ella misma imagina.

—Pero tú no eres aburrida —dije—. Eres interesante.

—Me enseñaron que “interesante” es sinónimo de “raro”, Pranpriya. ¿Qué quieres decir con eso?

Apreté los labios para no seguir su juego malicioso. Desde que Jennie conoció mi nombre de cabecera, y considerando cómo se enteró, no puedo evitar sentirme incómoda cuando lo dice. No es lo mismo escucharlo de sus labios que de los de mi propio pueblo.

Llegamos antes de que pudiera responder. Bajé a Jennie con suavidad frente a las escaleras, y ella se volvió hacia la imponente estructura que teníamos delante. Por supuesto, había visto hacia dónde nos dirigíamos, pero al observar la expresión en su rostro, comprendí por qué había guardado silencio hasta ahora.

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