|06| Un lienzo en blanco

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Pocos comprendían realmente el arte de la elegancia y la feminidad que Jennie dominaba con naturalidad. La mayoría no se detenía a observar sus modales, pues la omega destacaba por otras virtudes que eclipsaban su refinamiento. Sin embargo, quienes la conocían bien y hablaban de ella solían centrarse en sus intereses singulares y su carácter único, olvidando que detrás de esa imagen había una disciplina férrea y un sentido del deber que la impulsaban a proyectar lo mejor de sí misma.

No fue necesario que su madre le enseñara la importancia de la imagen; Jennie lo comprendió casi por instinto. A los dieciséis años, Sara comenzó a llevarla a todas las reuniones con las omegas de la corte y a las juntas diplomáticas, deseando que su hija absorbiera de cerca el mundo en el que inevitablemente tendría que vivir. Jennie, sin embargo, sentía una curiosidad innata por las costumbres y obligaciones de los alfas. Pero antes de sumergirse en su obsesión por desafiar a aquellos que, en su opinión, no merecían el poder simplemente por haber nacido con él, decidió aprender de sus compañeras más cercanas.

Hace tres años, Minho y Kassandra recibieron a su primer hijo, un omega varón. Jennie estaba en la biblioteca cuando escuchó a un par de princesas murmurar.

"Pobre Kassandra, tanto que luchó por tener a ese bebé..."

El tono no mostraba compasión; las palabras parecían más una forma velada de sembrar discordia. En la corte, nada era más humillante para una reina que fallar en darle un heredero a su rey. Desde su coronación, Kassandra había sido objeto de críticas y desdén, y ahora, con su reciente maternidad, su nombre no salía de los labios de los omegas que se consideraban superiores.

"Se le advirtió al rey Minho que la familia de Kassandra estaba llena de omegas, y aun así no anuló el lazo."

Jennie rodó los ojos. No percibía maldad en esas palabras, sino la inseguridad de quienes las pronunciaban. Era evidente que nadie deseaba ser un omega, y menos uno que no tuviera valor. Sin embargo, la actitud de esas princesas le resultaba inaceptable.

"¿Creen que haya pasado algo entre los dos antes del lazo? Solo eso explicaría su terquedad."

Así nacían los rumores: un poco de acción, mucha suposición. Jennie sabía que las cosas no cambiarían de la noche a la mañana, y por eso, cuando se sentó en la sala de descanso del ala sur del palacio, esperaba que una conversación similar surgiera. Aquel día, estaba tomando té al mediodía con Jisoo, Tiffany y Sooyoung.

—¿No creen que es sospechoso cómo la condesa Irene respalda a la archiduquesa en cada una de sus propuestas? —comentó Sooyoung, una princesa comprometida que disfrutaba de una suerte envidiable. Su madre, la reina Suzy, había asegurado su futuro enlazándola con el sobrino del emperador japonés.

Sooyoung podía ser soberbia en ocasiones, un rasgo que Jennie no pasaba por alto.

—Seguramente están de acuerdo —respondió Jisoo, tomando un sorbo de su té, sin intención de generar maledicencias.

—Pero Irene no debería meterse en asuntos de alfas; habla como si alguien fuera a tomarla en serio.

Y ahí estaba de nuevo, ese aire de impotencia que surgía cuando los omegas no eran tratados con justicia. Jennie sintió una punzada de culpa al recordar que en el pasado ella también había reaccionado con una mezcla de frustración y rabia ante situaciones similares. Sabía que aquella sensación de injusticia afectaba a todos de manera distinta, pero, con el tiempo, había aprendido a no dejarse consumir por ella.

Jennie había decidido que quería mejorar, no para satisfacer a otros, sino para sí misma. Desde niña había sentido esa chispa de inconformismo, esa necesidad de ser algo más que lo que el destino parecía haberle asignado. Sin embargo, el camino para avanzar se mostraba complicado; destacarse sin encajar con quienes la rodeaban era un reto que la dejaba a menudo sintiéndose aislada y vulnerable. Sabía que si quería superar las barreras que la sociedad había impuesto, debía encontrar la forma de ganarse un lugar en ese mundo cerrado que era la corte, y no solo como una observadora distante.

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