|05| Promesas eternas

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Lisa despertó a la mañana siguiente sintiéndose abrumada. Se sentó en su cama, extendió las piernas y se tocó el rostro con las manos mientras intentaba recordar en qué momento de la noche anterior se había acostado y dormido. Se levantó y revisó su apariencia, buscando algo fuera de lo normal, pero lo único diferente era la sobrecarga de pensamientos y emociones sin razón aparente.

Mientras repasaba sus recuerdos, las lagunas comenzaban a disiparse, y vio con más claridad lo ocurrido. Inmediatamente, la vergüenza la invadió. Miró el reloj en la mesa junto a su cama, parpadeó, y caminó tambaleante hacia el vestidor, completamente desconectada de la realidad. Al observar su atuendo, la imagen de Jennie entrando en su habitación con aquel vestido brillante y provocador la golpeó. Necesitaba deshacerse de la sensación que la llenaba al pensar en eso.

No podía permitirse pensar más de lo necesario. Jennie no era, ni sería suya. Ella no pertenecía a nadie, y eso estaba bien porque era lo que quería, y Lisa lo respetaba.

Jennie era una omega adulta, decidida a vivir una vida que la mayoría jamás aprobaría, y Lisa solo la estaba ayudando a lograrlo por la admiración que sentía por ella y toda su filosofía. Jennie se había desarrollado mejor que cualquiera en ese palacio, lejos de la ansiedad y el estrés de gobernar o buscar quién la gobernara. Mientras se centraba en ampliar sus conocimientos en todo tipo de temas, se convirtió en la omega más erudita que Lisa haya tenido la fortuna de conocer, ganando todo el respeto que la alfa pudiera darle.

Así debía ser. Jennie no era un accesorio para exigir ni un banquete para saborear, y Lisa debía grabarlo en su mente lo antes posible.

Mientras se dirigía al comedor, pensaba en la mejor manera de disculparse con Jennie por su comportamiento de la noche anterior. No estaba segura de mencionar la razón de sus inmaduras acciones. Lo cierto es que estaba asustada; le aterraba tener un lazo. Esa era la razón por la que no había tenido ninguno, incluso después de convertirse en reina, y que la presencia de una omega a su lado fuera más una obligación que un deseo.

Lisa se dio cuenta de que era diferente al resto de las alfas desde su adolescencia, pues no sentía un deseo genuino por poseer urgentemente a una omega, al menos no como los demás esperaban. No tenía prisa, eso era lo que decía. Más bien, le ponía nerviosa encontrarse en una situación que no pudiera manejar. Dado que pasó toda su adolescencia escondida entre los muros del palacio, no contaba con la más mínima experiencia con omegas para creer que sus instintos serían suficientes.

Y ahora estaba comprometida con la omega más "complicada" del palacio. ¿Y qué iba a hacer? Beber alcohol hasta no ser capaz de preocuparse por sus problemas. Así fue hasta que Jennie interrumpió en su habitación, sorprendida en medio de su plan de relajación.

Intentó mantener la calma al principio, antes de que la omega comenzara a parlotear sobre la marca, y simplemente no pudo contener los comentarios más estúpidos que pasaban por su mente. No sabía si era capaz de sonrojarse, pero lo estaba haciendo al recordarlo.

"¿Quieres que te clave el diente?" ¡Cielo santo!

Y no podía olvidar el último comentario de Jennie antes de irse.

"Mañana, Lisa. Cuando estés mejor, después del desayuno, encuéntrame en nuestra habitación para terminar con esto."

Lo dijo con una voz suave y una mirada compasiva que en su momento interpretó como un guiño, aunque ahora lo recordaba más como una mirada burlona.

Sabía que la antigua habitación de Jennie ya no era digna de una reina consorte, mucho menos de una de dos reinos, pero no estaba al tanto de la instalación de su suite matrimonial. Era de esperar que su mudanza sucediera cuanto antes y pronto comenzarían a trasladar sus cosas también, pero no había tenido tiempo de pensar mucho al respecto.

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