|02| La armonía de las buenas intensiones

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A la mañana siguiente no había rastro de Jennie en su habitación. Las mucamas se preguntaron si en realidad había dormido en alguna parte o sólo había huido del palacio antes de escuchar la decisión del emperador y la corte.

No es la primera familia noble desintegrada solamente por la muerte del alfa, como esta había tantos antecedentes que la esperanza para la familia Kim era poca. Sin embargo, no dejarían de tratarlas como reina y princesa hasta que determinen lo contrario; aunque ignorando el trato que pudieran darles, las miradas decían mucho más que sus palabras.

A la hora del desayuno cada una de las casas se reunió en el comedor informal del palacio, que contaba con dos largas mesas de madera oscura y pulida a mano, bajo candelabros que aportan un ambiente ostentoso incluso apagados. Grandes ventanales se alzaban a sus lados dejando que la luz del sol calentara sus pisos de madera y brindara un poco de calidez a la fría vida de la nobleza. Jihyo, reina de Filipinas, fue la primera en ponerse cómoda en la mesa creyendo que Jennie y su madre se presentarían pronto. No quería admitirlo pero estaba realmente preocupada por las omegas.

Jihyo había desempeñado el papel de consejera para Jennie cuando sus acompañantes no se encontraban, le había costado ganarse la confianza de la omega cuya diversión era leer y mirar la interacción entre los miembros de las casas en las fiestas diplomáticas. Le encantaría decir que creció junto a la omega como Lisa, Minho y Sana, pero no fue así. Jihyo era la alfa primogénita de otros tres alfas y dos omegas, tuvo una vida ocupada antes de ser reina instruyendo a sus hermanos por el camino que sus padres le enseñaron a ella.

Cuando se volvió reina, irónicamente tuvo menos tareas que desempeñar lejos de sus hermanos, y pudo conocer de cerca a sus compañeros en el palacio. Jennie era la hija única de la casa Kim, una omega lo cual era curioso. Por supuesto, no pudo evitar compararla con sus hermanos, quienes parecían animales salvajes al lado de la bella y delicada omega que el rey Kim guardaba lejos de todos los alfas que viera mal.

Ahora que el rey no estaba, Jihyo estaba al acecho por él. No era sólo su instinto de alfa, sino el de una hermana que odiaría ver a su hermana omega en una situación difícil.

Pero Jennie no se encontraba ahí. Ni apareció durante el desayuno con su madre.

La alfa se levantó de la mesa después de desayunar dispuesta a visitar la biblioteca en busca de la omega, pero fue detenida por una voz chillona a su lado.

—¿Alfa? —Daniel preguntó, abriendo sus ojos hacia ella con desaprobación—. ¿Comenzarás tus labores tan temprano?

Ahí estaba la mayor razón por la que Jihyo fue la primera en apoyar a Jennie con su idea de no contraer matrimonio en comparación al resto de príncipes y princesas. El matrimonio entre Jihyo y Daniel fue arreglado mucho antes de que se conocieran, justo después de que Filipinas fuera derrotado por Japón y la familia Videla tomará el trono con la ayuda del imperio. Jihyo fue casada con el sobrino del emperador Japonés cuando cumplió diecinueve años y tomó el lugar de su padre como reina, desde entonces sus problemas dejaron de tratarse de hermanos para comenzar a ser los hijos.

Ya pasaron cinco años desde que Jihyo y Daniel son Alfa y Omega, sin embargo, el omega no ha logrado dar a luz una camada. Se descartó la idea de que Jihyo tuviera problemas de fertilidad por su gran familia, y mientras las quejas sobre ellos se volvían insoportables salieron a flote un par de abortos espontáneos del omega. La corte Filipina lleva siendo impaciente con el tema del heredero desde el primer año, pero no pueden hacer mucho con el sobrino del emperador.

Y el omega, quebrantado por las críticas, adquirió una actitud extremadamente dependiente de la alfa.

—Tengo asuntos que resolver —Respondió con suavidad. Su estrés y fastidio que le causaba la situación no podían llevarla al descontrol o agresividad con el omega, no cuando estaba absuelto de culpa por no poder controlar su vida frente a alfas. Sin embargo, su aroma se volvía amargo al estar cerca de él—. Ve a la sala de juegos, ¿qué tal ajedrez?

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