|07| El despertar de una nueva yo

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Las festividades en la corte eran una constante, casi una obligación, en un entorno donde la ostentación de lujos y privilegios se había convertido en la norma. Los nobles competían por exhibir sus logros, por insignificantes que fueran, mientras buscaban impresionar a quienes realmente ostentaban el poder. En esos salones dorados, donde el emperador intentaba convertir las turbulentas aguas del reino en un espejismo de oro, la nobleza se movía con la desesperación de quienes saben que la relevancia es efímera. Cualquiera haría lo necesario por atraer la mirada de los más influyentes.

Jennie, sin embargo, siempre había observado estas intrigas desde las sombras, descifrando las tácticas y estrategias que se desplegaban bajo las lámparas de araña. Veía cómo algunos nobles entablaban largas conversaciones con aquellos que consideraban importantes, hinchados de un aire de grandeza que, en realidad, era innecesario en un lugar donde todos competían por lo mismo: presumir.

Pero esta vez, todo era diferente. Jennie no se limitaría a estudiar los movimientos calculados de los miembros del palacio desde la distancia. Ahora, sería parte de ese juego, bailando una coreografía que la nobleza había perfeccionado a lo largo de los años. Aunque ella solo conocía la teoría, debía integrarse con la precisión de quien ha ensayado toda su vida.

Tras las emociones tumultuosas que habían sacudido su mundo en las últimas semanas, Jennie estaba familiarizada con el nerviosismo. Sin embargo, nunca antes había sentido un temblor tan profundo ante la idea de mezclarse con la alta sociedad. No solo cargaba con la responsabilidad de proyectar una imagen impecable, sino también con la necesidad de construir una identidad que le asegurara un lugar en los círculos sociales más influyentes. Esta noche, las omegas eran su objetivo; debía impresionarlas y asegurarse de que todos los presentes solo vieran lo mejor de ella.

No era una fiesta cualquiera. Se trataba de la celebración anual de la primavera, un evento donde las jóvenes parejas se presentaban ante las naciones aliadas, con la esperanza de asegurar años de diplomacia favorable para sus respectivos reinos. La velada estaba cargada de expectativas, y Jennie sabía que no podía permitirse fallar.

El interés por su lazo con Lisa había sido más que evidente entre los presentes. Siendo la pareja más inesperada del año, y sin un compromiso formal o cortejo conocido, las voces a su alrededor solían ser discretas, mientras las miradas que recibía estaban cargadas de juicio.

—Corea y Tailandia tienen culturas únicas —comentó Nako, una omega de la concejala oficial del imperio japonés, mientras se dirigía a Jennie con una sonrisa—. Unirlos podría crear una nación inigualable.

Jennie asintió, agradecida de escuchar los beneficios que podrían esperarla tras tanto sufrimiento, aunque le resultó extraño oír a una japonesa elogiar a otro reino. Jisoo, que la acompañaba como su dama, esbozaba sonrisas tímidas, tratando de no hablar mucho en presencia de la Reina, respetando su autoridad, aunque Jennie no lo veía así.

Ellas, Nako, y otras dos omegas habían formado un pequeño círculo cerca del centro del salón, conversando en tonos discretos. Pronto, más figuras comenzaron a unirse a su grupo. Nobles de Malasia, con su elegancia natural, se acercaron, intercambiando comentarios sobre los posibles beneficios económicos de una alianza con Tailandia. No mucho después, un par de dignatarios de Indonesia se sumaron a la conversación, elogiando la combinación de tradiciones y valores que las uniones transnacionales podrían fortalecer.

Finalmente, varios miembros de la nobleza japonesa se integraron al grupo, incluyendo a una influyente figura del shogunato, cuyas palabras eran seguidas con atención por todos los presentes. Jennie, aunque un poco abrumada, mantenía su compostura, asintiendo y respondiendo con la precisión que había perfeccionado en sus estudios.

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