Un Juego Peligroso

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Habían pasado días desde que Cecilia había entrado en mi vida de una forma tan inesperada y electrizante. Cada vez que visitaba la universidad, me encontraba más atraído por su presencia. Me volvía un espectador silencioso de su rutina, viéndola desde la distancia, pero siempre lo suficientemente cerca como para sentir su energía. Era como si una parte de mí estuviera encadenada a sus movimientos.

Hoy, sin embargo, algo diferente sucedió. Me enteré por medio de uno de mis contactos que Cecilia estaba pasando por dificultades económicas. Al parecer, no tenía suficiente dinero para cubrir los gastos de su universidad. Vi en esto una oportunidad para acercarme más a ella, para mostrarle que yo podía ser la solución a sus problemas.
Era como un instinto animal, el de proteger y reclamar lo que él consideraba como mi propiedad .

Podía imaginarla a mi lado, bajo mi control, bajo mi influencia. Era un pensamiento oscuro y excitante, uno que alimentaba mi deseo y de mis  urgencias de tenerla cerca. Mis  planes incluían no sólo ayudarla , sino también tener influencia sobre ella, poseerla de alguna manera. Quería que dependiera solamente de mi , que se sintiera más segura estando cerca mio  que de cualquier otra cosa. Sabía que mi atracción por ella era peligrosa y oscura, pero también sabía que no podía resistirme  a mis  deseos mas profundos .

Mis pensamientos se llenaron de imágenes  a su lado, bajo mi propio dominio, y el deseo de reclamarla crecía cada vez más.

Me acerqué a ella cuando la vi sentada en un banco, sus ojos concentrados en un libro, pero con una expresión de preocupación claramente dibujada en su rostro. Mi sombra se proyectó sobre su figura, y cuando levantó la mirada, pude ver el destello de sorpresa y molestia en sus ojos.

—¿Eddie? —dijo, un poco desconcertada.

—He escuchado que estás pasando por un momento difícil —dije sin rodeos, dejando que mis palabras cayeran con la frialdad que a menudo utilizaba para esconder mis verdaderos sentimientos.

Cecilia cerró el libro con un suspiro, intentando mantener la compostura.

—No necesito tu ayuda —respondió rápidamente, pero su voz no tenía la firmeza que esperaba. Había una vacilación, una grieta en su fortaleza.

—No es una cuestión de necesidad, Cecilia. A veces las personas aceptan ayuda porque simplemente la vida se los pone en el camino. —Mis ojos se fijaron en los suyos, buscando alguna señal de que mis palabras la estuvieran alcanzando.

Ella miró hacia otro lado, incómoda, pero finalmente, con un tono resignado, dijo:

—Está bien, si tanto insistes... Pero no puedo pagarte, no tengo cómo.

Sonreí de lado, sabiendo que había ganado un pequeño terreno.

—No espero que me lo pagues, al menos no con dinero. Quizás puedas hacer algo más por mí. —Mi tono era frío, calculador, pero había una chispa de sarcasmo en mis palabras que no pasó desapercibida.

Cecilia levantó una ceja, claramente escéptica.

—¿Algo más? ¿Qué es lo que quieres?

Me acerqué más, bajando la voz para que solo ella pudiera escuchar.

—Puedes venir a mi casa y ayudar con algunas cosas de limpieza, si eso te hace sentir mejor. O simplemente puedes tomar esto como un préstamo entre amigos.

Cecilia parecía sorprendida, sus labios temblaron como si estuviera buscando las palabras adecuadas para responder.

—No tengo como pagarte, pero iré a limpiar tu casa o al menos hacer algo. Es mucho, pero...

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