- Eddie-
El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la habitación, dibujando sombras suaves sobre la cama. Me desperté lentamente, sintiendo un peso ligero a mi lado. Me giré y vi a Cecilia aún dormida, su cabello desordenado cayendo en cascada sobre la almohada. Su respiración era tranquila, y por un momento, me permití disfrutar de la paz que traía verla así, relajada y despreocupada.
Me quedé observándola, pensando en lo que había pasado la noche anterior. Su comportamiento juguetón, su risa infantil, y luego el cambio abrupto cuando se sintió mal por el whisky. No era la noche que había esperado, pero había algo íntimo en cuidarla, en estar a su lado mientras dormía.
Cecilia se movió ligeramente, su rostro frunciendo el ceño como si algo en su sueño la molestara. Luego, sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando bajo la luz del sol. Me incliné un poco hacia ella, sonriendo.
“Buenos días, Ceci,” le dije en voz baja, esperando que se sintiera un poco mejor.
Ella me miró, aún desorientada por el sueño, y luego su expresión cambió. Algo se encendió en sus ojos, una mezcla de sorpresa y... ¿molestia? Sin decir una palabra, se sentó rápidamente, llevándose una mano a la cabeza.
“¿Estás bien?” pregunté, tratando de no sonar demasiado preocupado.
Cecilia no respondió de inmediato. Se levantó de la cama con algo de torpeza, todavía afectada por los efectos del alcohol de la noche anterior. La observé mientras se movía por la habitación, recogiendo sus cosas apresuradamente.
“¿A dónde vas?” pregunté, sintiendo una punzada de inquietud en mi pecho.
“Necesito irme a casa, Eddie,” dijo rápidamente, sin mirarme a los ojos. Su tono era firme, decidido.
Me levanté y la seguí mientras se dirigía a la puerta. “Ceci, espera. ¿Qué pasa? ¿Por qué te vas tan pronto?”
Se detuvo un momento, suspirando profundamente antes de girarse para enfrentarme. “No puedo quedarme aquí. Necesito... pensar. Necesito estar sola.”
Su respuesta me dejó sin palabras por un momento. Algo en su voz me decía que no era solo por el resfriado matutino o la resaca. Había algo más, algo que no estaba diciendo.
“Cecilia, si esto es por lo de anoche, lo siento. No sabía que no estabas acostumbrada al whisky, y nunca quise que te sintieras mal,” le dije, tratando de entender qué estaba pasando realmente.
Ella me miró, sus ojos aún un poco nublados por el sueño, pero había una resolución allí. “No es solo eso, Eddie. Es todo. Anoche me di cuenta de que necesito espacio, un poco de distancia para aclarar mis pensamientos.”
“¿Espacio?” repetí, sintiendo que cada palabra que decía la alejaba más. “Pero, Ceci, pensé que estábamos bien. Que... que estábamos avanzando.”
“Lo sé,” dijo suavemente, su expresión suavizándose un poco. “Y por eso necesito tiempo. Para asegurarme de que estamos avanzando en la dirección correcta. Solo... necesito un momento para mí.”
Sentí como si el suelo bajo mis pies se desmoronara. Cecilia siempre había sido un enigma, alguien que podía cambiar de humor en un instante, pero esta vez era diferente. Había una firmeza en su decisión que no había visto antes.
Antes de que pudiera responder, ella ya estaba abriendo la puerta. “Gracias por cuidarme anoche, Eddie. Pero ahora necesito irme.”
Y con esas palabras, salió por la puerta, dejándome allí, de pie en medio de la habitación, sintiendo una mezcla de frustración, confusión y... pérdida. Quería seguirla, quería entender más, pero algo me detuvo. Tal vez era el hecho de que, por primera vez, estaba viendo a Cecilia desde un ángulo diferente. Ella no era solo la chica dulce e inocente que me había cautivado; tenía sus propias necesidades, sus propios deseos, y en ese momento, necesitaba estar sola.
Me dejé caer en la cama, pasando una mano por mi cabello, tratando de procesar lo que acababa de pasar. Había esperado una mañana diferente, un despertar más cercano, y en cambio, me había quedado solo, con mis pensamientos y la sensación persistente de que algo importante había cambiado.
Cecilia había dejado algo en mí, una marca indeleble, y no podía dejar de preguntarme qué significaba su partida. ¿Era el principio del fin o simplemente un obstáculo que necesitábamos superar?
Mientras me quedaba allí, en silencio, sabía una cosa con certeza: no iba a dejar que esto terminara aquí. Cecilia era demasiado importante para mí. Tendría que darle el espacio que pedía, pero no significaba que renunciaría a ella. No, esto era solo un nuevo desafío, y yo estaba más que dispuesto a enfrentarlo, por ella, por nosotros.
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Destino Entre Lazos
RandomEn el vasto tapiz del destino, dos almas aparentemente distantes se encontraban en caminos que inevitablemente los llevarían el uno hacia el otro. Eddie siempre había sido un hombre de pocas palabras, un enigma envuelto en poder y riqueza, su vida u...